Semi Dragones y otros desastres

Capítulo 4

Habían ido a buscar el maletín y lo habían encontrado, así lo habían dicho aquellos extraños seres con escamas... Sin duda debía ser algún tipo de enfermedad, como la que había leído una vez por Internet, sobre los hombres que se "convertían en árboles", aunque el tema de la cola, los cuernos, las garras... Todo eso la desconcertaba un poco, pero había enfermedades muy y muy raras. El resumen era que si habían encontrado lo que habían ido a buscar significaba que ya no tenían por qué volver.

Dejó al gato de nuevo en el suelo, que no parecía muy preocupado por lo que había pasado y caminó hasta su ordenador portátil para ver si lo habían roto... Todos sus escritos estaban subidos en la nube, pero su sueldo no era la gran cosa y no podía estar comprándose ordenadores cada tres meses, que era el tiempo de vida que tenía aquél.

Al ver que encendía, suspiró aliviada.

Lo dejó sobre el escritorio y empezó a ordenar el resto del apartamento: sus libros, todos los papeles, figuras que le habían regalado o se había comprado ella y que ahora estaban rotas, también habían roto el marco de fotos en las que salía con sus amigas... Y el televisor, que lo había comprado de segunda mano hacía cinco años, lo dejó junto a la puerta para poder tirarlo a la basura el día siguiente. Colocó bien el sofá y ordenó más o menos la cocina, pasando la escoba para retirar los cristales rotos de la jarra de la cafetera.

Se aseguró que la puerta de entrada estuviera bien cerrada y finalmente ordenó el dormitorio, metiéndose en la cama sin ganas de cenar nada.

Le costó horrores conciliar el sueño, pensando sobre todo en aquellas criaturas más que en que habían asaltado su casa. Por eso decidió levantarse en mitad de la noche e ir a su escritorio para poder escribir la continuación de su novela; escribir sobre lo que había pasado la tranquilizaba un poco, aunque cada vez que escuchaba un ruido se giraba para poder mirar hacia la puerta.

Al final aquella noche ni siquiera durmió.

Evidentemente en el trabajo tenía sueño y estaba cansada, pero procuraba que no se notara, esbozando su habitual sonrisa y sí, esta vez no mentía ni decía medias verdades cuando le preguntaban por su libro: Estaba funcionando. Lo estaba escribiendo y creía que le estaba quedando bien, mucho mejor que cualquier otro relato que pudo escribir antes... Nadie se imaginaría que estaba basado en hechos reales.

Y por la tarde debería haber ido al Central Park a su clase de pilates, y aunque era una disciplina mucho más movida que yoga sentía que definitivamente no iba a durar ni dos ejercicios. Así que mandó un mensaje a Ali diciendo que no iba a ir y se fue directamente a su casa, suspirando cuando vio que nadie más había entrado. Dejó la cafetera nueva que había comprado sobre la barra americana.

Saludó a Hermes y se metió directamente a la ducha para poder vestirse con un pijama limpio y así meterse en la cama y echarse una de las mejores siestas que había hecho nunca. Probablemente aquella noche no iba a dormir demasiado teniendo en cuenta que cuando salió de la cama eran pasadas las ocho de la noche.

Estaba sacando la cafetera de la caja cuando escuchó un ruido en la puerta. Abrió uno de los cajones y sacó un cuchillo, con su corazón latiendo desbordado y Hermes poniéndose en señal de alerta.

Llamaron al timbre, provocándole un respingo.

—No hay nadie, rompe la puerta –escuchó tras unos segundos en los que se debatía sobre si abrir.

—Sí que hay alguien, está cerrada por dentro –respondió una segunda voz, ambas desconocidas para ella.

—Me da igual, abre esta puta puerta.

Kim buscó su teléfono con la mirada, pero estaba en el dormitorio, al otro lado del salón. Podría correr hasta él, recoger a Hermes y encerrarse en el cuarto de baño, pero teniendo en cuenta las prisas que parecía tener el que mandaba, no creía que tuviera tiempo.

Salió de detrás de la barra americana y golpearon con fuerza la puerta una vez. Ella dio un sobresalto y agarró con más fuerza el cuchillo, Hermes se levantó asustado y bajó del sofá, mirando hacia la puerta. Un nuevo golpe, y la puerta finalmente se abrió. Hermes desapareció directamente en dirección al dormitorio, escondiéndose bajo la cama.

Entraron dos hombres, el primero llevaba una camisa holgada de color rosa chicle y unos pantalones marrones hasta las rodillas con una riñonera colgando en la cintura, unas gafas claroscuras de montura naranja y su cabello rubio peinado hacia arriba; masticaba chicle. El segundo parecía ser el que mandaba por su traje negro impoluto y su corbata a juego, llevaba una perilla perfectamente arreglada bajo unos labios gruesos y una nariz ancha; sus ojos eran pequeños de color miel y llevaba el cabello engominado hacia atrás, con una pequeña coleta.

Ambos la miraron, el segundo mucho más fijamente que el primero. Se apartó la americana, mostrando una pistola que hizo que Kim se encogiera.

—Muy bien, niña, vas a acompañarnos ahora mimo.

—¿A dónde? –preguntó ella, tragando saliva forzosamente.



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En el texto hay: accion, dragones, aventura

Editado: 13.04.2019

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