Sempiterno

PRÓLOGO

¿Quién dijo que el amor puede ser eterno?, ¿real?, tal vez, pero ¿eterno?.

Al principio lo creí, saben, creí en los felices para siempre, todo gracias a él.

Que equivocada estuve.

Era dulce y tierno, protector y cariñoso, posesivo pero no psicópata, en definitiva el hombre que cualquier mujer querría para sí misma.

Pero faltaba algo en él.

La confianza.

De eso me di cuenta aquella noche.

Lloré y grité, supliqué e imploré, pero él no me escucho, él no confió.

Ellos ganaron, él les dio el triunfo.

Quién diría que un amor que en su momento fue real y puro, se convertiria en un sentimiento tan aborrecible como lo es el odio.

La maldad, las mentiras y las trampas ocacionaron que él me odiara, me humillara y me tratara como la peor de las escorias.

Fue duro, saben, es decir, a quién no le doleria que la persona a la que creía su salvador, su gran amor la tratara como a una puta.

Pero al final todo se sabe ¿no?, las verdades salen a la luz, los malos muestran sus verdaderos rostros y las verdaderas víctimas solo observamos como al fin se hace justicia.

Pero algo aprendemos cuando sufrimos, cuando creemos que la vida nos da la espalda, cuando creemos que ya no podemos mas.

Aprendemos a ser mas fuertes.

 




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