Sempiterno

4| Distancia letal| Tadd

Lancé maldiciones por todo el lugar, sofocado. Maldita sea, la había encontrado, la tuve en mis manos, me inundé de su aroma y ahora no podía estar con ella. La verdad no es como la pintan, los mates tenemos esa conexión que nos une indudablemente, pero no por eso quería decir que en cuanto nos conociéramos quedaríamos enamorados.

Desearía que fuera así, pero de nuevo, la realidad no era esa. Si la pareja que te correspondía era de la clase humana debías ganarte su amor como si tal fueran una pareja normal. La diosa Luna había impuesto que los sentimientos fuesen reales, en pocas palabras: conquistar al corazón. Ella nos regaló el don de reconocer de inmediato al amor de nuestras vidas, pero estaba en nosotros pelear por un espacio en ese pequeño órgano palpitante.

Si nuestro mate era un licántropo la situación sería distinta. Cuando ambos eran lobos se tenía el privilegio de que comprendieran más su situación, debiendo así aceptarla como tal, mientras que si la pareja que te asignó la diosa Luna era una humana debías 'echarle flores' con todas las de la ley, pues sus sentimientos eran más complejos y un poco menos intensos que los de nuestra especie.

Como futuro Alfa se me fue inculcado el de pelear por lo que deseaba. El grave problema era el próximo a enfrentar: la distancia.

Una vez las partes perdidas de un alma se reencontraban, en este caso, Yannick y yo; debían de permanecer juntas un laxo de tiempo, ¿por qué? Cuando los corazones se reúnen necesitan estar unidos para sanar las heridas que se formaron cuando fueron apartados. La re-alineación de los polos. Cuando se desacata este mandamiento surgen las consecuencias. Sí, para ambos, y nadie tenía impunidad.

Para mencionar algunas: Sangrado nasal, mareos fuertes, dolores de cabeza tormentosos, falta de apetito, sentimiento de soledad, cansancio profundo, vómitos de sangre, caída del cabello, pérdida de fuerza, y en los casos más graves, la muerte por desolación. Esta última ocurría cuando las almas se necesitaban con tanta fuerza que la tristeza las destruía y al dejarse llevar por ella, se marchitaban como una planta, todo porque algo que les faltaba: sus mates.

¿La solución? Volver a estar ligados.

Apenas unas horas de haber conocido a Yannick Hemsley —robé su magnífico nombre de su portapapeles— mi cuerpo ya empezaba a experimentar las secuelas de nuestra lejanía, y no dudaba que con el de ella pasara lo mismo.

«¡Sabía que debía traérmela a casa en contra de su voluntad!» vociferé en mi interior. Aunque Kermitt detuvo todo plan que ideé. A través del vínculo Alfa-Beta le confesé que sentía escalofríos, a lo que consiguiente pregunté si había pasado algo con la manada. Negó tales hechos, pero cuando pude percibir un aroma a fresas silvestres lo supe. La había encontrado.

Como todo Beta que conoce al Alfa, Kermitt salió disparado de casa —a la que apenas iba poniendo un pie— y llegó más rápido de lo que me apetecía. Él sabía que podía perder el control y salió a mi rescate, aunque no lo hizo muy bien que digamos, evitando que delatara mi naturaleza con los humanos. A sinceridad deseaba marcar a la chica de cabellos chocolatoso allí mismo, pero solo los dioses pudieron evitarlo. Y Kermitt, pero no le daría muchos créditos por ello.

Pasé las manos por mi cara, la furia circulaba por mis venas y deseaba destruir todo. Anhelaba tenerla a mi lado, poder acariciarle esas mejillas pecosas y enterrar mis dedos en las hebras llamativas que poseía. Pero besarla, Zeus, sería el nirvana en el que me gustaría ser consumido.

El mareo me sobrevino, lo que ocasionó que detuviera mis pasos en el bosque y cayera sobre la tierra, debilitado. Tomé mi cabeza, rogando que el vértigo se acabara. Tragué saliva inexistente, pidiendo a los cielos que ella no sufriera tanto estos efectos.

Muchos tienen la tediosa idea de que porque somos Alfas debemos ser casi indestructibles, abominables, huraños y prepotentes. Ser líder no te hace exento del dolor, puedo sentir como todos los demás. También que tenga fuerza sobrenatural no implica que por ello me sentiré superior. Un líder se caracteriza por su inteligencia, destreza en el campo de batalla, en trabajar en alianza, en buscar soluciones que beneficien a todos por igual, en estar atentos del grupo; si te dedicas a mandar como si fueras un Dios, déjame decirte que eres una mierda disfrazada de esmoquin.

El malestar me distraía lo suficiente como para no oír los pasos que se dirigían a mi lugar. Únicamente logré sentir la presión de una mano sobre mi espalda que produjo que me pusiera alerta.

—Calma, cariño.

La dulce voz de madre tranquilizó mis huesos tensos. Mis párpados se cerraron acompañados con un soplo cansino. Abracé mis rodillas.

—Buenas tardes, madre —murmuré—. ¿Te ha ido bien con padre?

Me hizo compañía en el suelo, pasando sus brazos alrededor de mi espalda y recostando su frente sobre mi nuca. Era de estatura baja pero mi encorvamiento le ayudó a permanecer en esa posición.

—Nada fuera de lo común. El esposo de tu hermana me comentó el hallazgo del día de hoy. En un principio me emocioné pero luego me decepcioné al darme cuenta que el que me lo dijo no fue mi primogénito. —Su voz era suave, no me reprochaba y lo agradecí—. ¿Qué ocurrió ahí afuera?




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