HEATHER
-Maravilloso plan-
Melbourne, Australia.
Rhys entra detrás de mí con sus pertenencias en mano, siguiéndome al cuarto mientras hago espacio en el closet. Cuando termino, se acerca y me pasa las prendas que doblo antes de guardar. Una vez que su ropa está ordenada en el armario, se coloca a mi espalda, inspeccionando los estantes.
—Ahora sí parece que vivo aquí —dice, revisando su nuevo espacio.
—¿El desorden viene contigo? —le pregunto, sonriendo. Mi corazón late un poco más rápido de lo normal.
—Yo voy con el desorden.
Volvemos a la sala, y me dejo caer en el sofá con su cepillo de dientes en la mano. Me levanto para dejarlo en el baño, y al regresar lo encuentro mirando por la ventana la lluvia, las gotas golpeando el cristal creando un ritmo hipnótico.
—¿Ya cenaste? —le pregunto, tratando de sonar casual.
—No —responde.
—Pediré pizza, por si quieres quedarte a comer...
—¿Quieres que me quede? —pregunta, levantando una ceja y dejándome un escalofrío en el brazo.
—Claro, ya me aburrí de cenar sola —confieso, sonriendo a medias.
—Me quedo entonces. —Mira hacia la ventana—. Está lloviendo. ¿Aún así vienen?
—Claro, además el lugar no está lejos —respondo, enviando el pedido por el móvil. Me notifican que llegará en media hora.
Nos sentamos en el sofá. Prendo el televisor y justo están pasando El vestido perfecto. Me emociono tanto que Rhys, notando mi entusiasmo, permanece en silencio mientras observo la pantalla.
—¡Mierda! —exclamo.
—¿Qué? —pregunta, confundido.
—No pregunté si tienes novia.
—¿Ahora te acuerdas? —sonríe con ironía.
—Sí, los vestidos de novia me lo recordaron.
—No, no tengo novia —responde, bostezando. Justo en ese momento, se corta la luz—. ¿Tienes algún problema con el cableado o...?
—Es por el viento y la tormenta. Las lluvias no son cómodas en la playa. Deberías saberlo, Rhys.
—Casi nunca estoy en casa. Como prueba, no sabías que tenías vecino...
—¿Tú sabías de mí? —pregunto, sorprendida por lo evidente de su observación.
—¿Cómo no? —responde con una sonrisa, divertida—. Cuando pintas o haces lo que sea, maldices tan fuerte que se escucha.
Me llevo una mano a la cara, recordando mis momentos de frustración y risa nerviosa, sintiendo un calor extraño en el pecho.
—Jamás te quejaste.
—¿Por qué lo haría? Me reía incluso estando cansado.
Sonrío, sintiendo que hay algo en su presencia que me tranquiliza a la vez que me inquieta.
El timbre de la puerta interrumpe la tensión. Rhys se levanta y recibe la pizza del repartidor, Julian. Paga y cierra la puerta. Con la caja en la mano, volvemos al sofá y la dejamos sobre la mesa de cristal.
—¿Sabías que el repartidor te miró como si estuviera hambriento? —me dice, y me río ante la observación.
—Es solo un conocido. Obvio que no le gusto...
—Te miró como miras a la comida después de pasar hambre —responde con una sonrisa ladeada que me hace sonrojar ligeramente.
—¿En serio no viste cómo me miró cuando abrí la puerta? —lo observo y me quedo en blanco por un instante. —¿No miras a las personas?
—Sí, pero solo a las que llaman mi atención —responde, llevándose una porción de pizza a la boca mientras me observa durante unos segundos más de lo normal.
—Increíble —dice, y no sé si se refiere a la pizza o a algo más. Mi pecho se tensa, y siento un hormigueo que no puedo ignorar.
El sonido de la lluvia golpeando la ventana se intensifica, acompañando la sensación de que este momento, tan cotidiano y a la vez tan extraño, se ha vuelto inesperadamente importante. Por un instante, nuestros silencios parecen decir más que las palabras.
Siento que sus ojos saben más de mí de lo que yo misma admito, y por primera vez en mucho tiempo, me pregunto si esto es solo un favor... o algo mucho más complicado.