Sempiterno: Libro I

──────•❥❥❥•──────

— ¡Esto no puede estar pasando! —gritó con furia la mujer de cabellos albinos, mientras sostenía brutalmente la cabellera oscura de un niño pequeño, de apenas cinco años—. Se suponía que debía protegerte, pero… —Su voz se quebraba, desbordada por el caos. Ambos estaban en un bote, flotando en medio de un lago enorme. Con movimientos temblorosos, la mujer hundió la cabeza del niño en el agua oscura.

— ¡Mami! —pataleaba el niño, luchando por respirar cada vez que su cabeza emergía del agua. Pero solo podía oír las palabras incoherentes de su madre, quien casi lo ahogaba—. ¡Mami, no puedo respirar!

— Deberías morirte… muere conmigo —dijo la mujer, mientras su temblorosa voz se volvía más desesperada. Ya no solo sumergía su cabeza; esta vez lo abrazó con fuerza, lanzándose al agua con él.

— ¡Mami, no quiero! —El niño se aferraba con todas sus fuerzas a la esquina del bote, llorando aterrorizado. El peso de su madre lo arrastraba hacia las profundidades, donde el lago oscuro parecía no tener fin bajo la oscura noche—. ¡Mami…! —sollozaba, incapaz de contener el terror que lo invadía.

— ¡Dios mío! —Una mujer rubia apareció en otro bote, horrorizada ante la escena que se desarrollaba ante sus ojos—. ¡Estás loca! ¡Vas a matar al príncipe!

Sin pensarlo dos veces, la mujer se lanzó al agua y apartó con fuerza a la madre, separándola del niño. Lo sostuvo y lo llevó rápidamente hacia su bote, rescatándolo del peligro mortal en el que su propia madre lo había puesto. Cuando llegaron al bote, la mujer subió al niño con cuidado, empapado y tiritando, tanto de frío como de miedo.

— Oh, pequeño, todo estará bien. Vamos con tu padre, todo estará bien —le aseguró la mujer rubia con una voz dulce pero firme, mientras miraba con una mezcla de horror y compasión los ojos vacíos de la madre. Aquella madre que casi había matado a su propio hijo—. Se lo diré todo a su padre, ¿me oyes?

Sin perder tiempo, la mujer subió al bote y remó deprisa, alejándose del lago y de la madre trastornada, que ahora permanecía sola, colapsando en su propia desesperación. La rubia, en su intento de salvar al niño, había sentenciado su vida a un destino temible.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.