Sempiterno. Saga: Palabras hermosas 1

Capítulo 3

SELENE

Estuve toda la velada con Gideon, quien evitó que el lord McDougall volviera acercárseme, todo por Duncan Bonnet, aquel imbécil que pensaba que todas las mujeres necesitábamos de un hombre para seguir respirando. Mis padres y yo regresamos a nuestro hogar completamente agotados. Subí a mi habitación que aún se encontraba iluminada, mientras me quitaba el vestido y dejaba las prendas tiradas en el suelo, seguramente mañana la señorita Wesley formaría bronca de nuevo. Terminé de ponerme un camisón y mi perrito salió por debajo de la cama. 

—Oh, sigues despierto chiquito. —mi pequeño animalito adoraba cuando yo lo acomodaba en mi regazo. Su pelaje estaba muy suave, Alexander Hugo era una tierna y fea bolita peluda. Me acosté en la cama acomodando al perro a mi lado. 

Apagué todas las luces y aunque quería dormir, Harrison McDougall se adueñaba de mi mente. Alexander se trepó hasta acomodarse en medio de mi pecho y yo acaricié su espalda.

—¿Sabes Alexander? Hoy conocí a un hombre, bailó conmigo una pieza y adoré cada segundo. No es el primer hombre que me deslumbra por su atractivo pero si es el único que me deja con ganas de saber más… —suspiré. —Pero tenía que ser amigo de aquel…. no debería juzgarlo tan rápido, solo hablamos unos pocos segundos. Puede que ni siquiera piense igual que lord Bonnet. 

Alexander no hizo ni un ruidito, su respiración era tranquila por lo que pude suponer que ya se había dormido. 

—Espero volver a verlo —murmuré para luego cerrar los ojos y descansar soñando con unos ojos sombríos pero a la vez hermosos. 

 

HARRISON MCDOUGALL.

Regresé a mi residencia, cansado, pero sobretodo enojado. Esa mujer solo se dedicó a ignorarme el resto de toda la velada, deseaba acercármele para poder pedirle otro baile y en vez de eso; el duque Lancaster se encargaba de repelerme y mantenerme alejado de lady Eversley. ¡Incluso Duncan le fastidiaba por eso!

Quise distraerme intentando leer el libro que había dejado a medias por ir aquella reunión.

“Aún es muy pronto, milord puede que luego cuando nos conozcamos mejor si tenga que cuidarse”. –sus palabras seguían golpeando la parte posterior de mi cabeza, impidiéndome terminar mi lectura. Todo en ella me había intrigado, me siento ridículo en esta situación, todo por una mujer que apenas conozco y que me evitó toda esta noche. 

—¿Lord McDougall se le ofrece algo? —me sobresalto cuando escucho esa voz a mis espaldas, voltee encontrándome con el señor Ford, mi mayordomo quien tenía la mala costumbre de aparecerse de la nada sin siquiera tener la decencia de anunciarse.

—Ya le dicho señor Frederic que se anuncie, nunca entenderé como hace para moverse de manera tan sigilosa. ¡Siempre apareciendo como un espectro! —le reclamé.

—Lo lamento, ¿no necesita nada, milord?

—Por ahora no, ¿llegó algún comunicado importante en mi correspondencia de hoy?

—Llego una carta de su hermana y una invitación para asistir mañana la velada en la residencia de su excelencia, el duque Lancaster.  

—Gideon Norwing.

—Así es milord. 

—Tráigame la invitación.

El señor Ford pronto volvió con la invitación y me la entregó, le ordené que se retira a descansar y leí la carta. Mis planes de mañana consistían en no salir de mi casa, pero esto cambiaba las cosas. Si Gideon Norwing tendrá una reunión seguramente lady Eversley asistirá y podría abordarla, estaba casi ansioso por un segundo encuentro.

 

///////////

SELENE.

—¡Selene, arriba! ¡Levántate muchacha! —me seguían removiendo pero no deseaba levantarme temprano, mi cama se encontraba muy reconfortante para dejarla sola —¡TIENES A LA RATA AHÍ CONTIGO!

Abrí mis ojos de inmediato. 

—¡Hugo Alexander no es una rata! —el pequeño perro seguí encima de mi pecho y ya se había levantado debido al griterío de la señorita Wesley. 

—Le he dicho que no debe dormir con ese animal encima… —la señorita Wesley suspiró cansada —Ya no sé ni porque me molesto, al menos trae puesto su camisón. 

—Sí, hoy no me apetecía escandalizarla demasiado —dije divertida pero ella no sonrió. —¿Nunca sonríe, señorita Wesley?

—Usted no me da muchas razones para sonreír, miladi diría que solo consigue agriarme más el carácter. 

—¡Oh, no me culpe de que usted no se tome con humor las cosas! 

—Solo levántese —contuve las ganas de esconder mi cabeza bajo la almohada, me levanté de la cama y mire a la señorita Wesley. 

“Debía tratar de ser menos problemática con ella. Es la única que me ha soportado en todos estos años y hasta yo admito que fui una piedra en su zapato desde mi adolescencia. La mujer es dura de espantar y mira que yo soy un demonio. Eso ultimo dicho por la mujer que se encargaba de mi comportamiento antes de que la señorita Wesley llegara a esta casa”. 

La mujer escogió un vestido sencillo, color morado y me ayudó abrochar los botones en la espalda del atuendo. 

—Lady Selene, por favor siéntese aquí. —pidió señalando la silla frente a mi tocador con un cepillo en la mano y obedecí de mala gana. 

Ella empezó a peinarme, notaba que a lady Wesley le gustaba muchísimo mi cabello, hasta le tranquilizaba desenredarle los nudos para después trenzarlo o recogerlo. 

—En el caso hipotético de que decidiera cortar mi cabello, ¿qué haría usted, señorita Wesley?—sus ojos azules me miraron por el reflejo del espejo. 

—Querría zarandearla y ahorcarla por semejante insensatez. ¡¿Por qué usted pensaría en cortar una cabellera tan bonita!? —exclamó muy molesta, haciéndome reír. 

—Tranquilícese, solo era una broma. No pienso en cortar ni un mechón de mi cabello. 

—Bien —dijo casi sin expresión y terminó por hacerme un elegante y sencillo recogido. Me miraba en el espejo, gustándome lo que veía en el. 

Al salir de mi dormitorio y bajar las escaleras, dirigí directamente al comedor de la casa, donde mis padres ya se encontraban esperándome sentados a la mesa. 




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