SELENE
—Anoche estuviste muy entretenida con el señor McDougall —dijo mi madre, alcé la mirada de mi libro de diseño.
—Es un hombre interesante.
—Y atractivo.
—No niego que es guapo.
—Tu padre y él se llevan muy bien, a pesar de su juventud Harrison es muy inteligente y hábil en mantener su negocio familiar —mi madre tenía una expresión llena de diversión, era gracioso verla intentar meterme por los ojos a Harrison McDougall mientras actuaba tan tranquila haciendo un delicado bordado.
—Solo nos estamos conociendo, el lord McDougall me agrada y no he encontrado nada que me desagrade de él.
—Eso me pone muy contenta.
—Me lo imagino —dije conteniendo una risita.
La verdad era que me gustaba muchísimo McDougall, lo encontraba como un hombre educado, divertido y no me parecía nada desagradable en cuanto a su apariencia física que es muy envidiable, no era lo que más me importaba en un hombre.
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Cada año la mascarada de los White era celebrada, casi como un gran evento donde todos se esforzaban en sus vestimentas, las mujeres buscábamos resaltar y tener el antifaz más elegante adornado de plumas, joyas. Mis amigas y yo la disfrutábamos muchísimo en nuestra propia mesa alejada de todas aquellas quisquillosas.
Adara se veía preciosa con un vestido azul turquesa y un antifaz del mismo tono. Ariadne destacaba por usar un vestido verde esmeralda que combinaba con sus ojos y un antifaz dorado. Melody siempre siendo una gran amante del color violeta, ese era el color del vestido con escote pronunciado que usaba, como también su antifaz. Mientras que yo me había decidido por un color más llamativo para mi vestimenta, un tono escarlata en el ajustado vestido y un antifaz negro, era una maravilla para los ojos según lo que había escuchado decir a los caballeros.
—Cada año encuentro más aburrida esta mascarada —dijo Melody con fastidio.
—Pero nos tienes a nosotras aquí para alegrar la noche. —respondí, mi atención se enfocó en Adara quien parecía ansiosa buscando a alguien —él vendrá pronto Ada.
Mi amiga se sonrojó a pesar de su piel bronceada.
—No estoy así por él. —replicó la morena y todas reíamos.
—Si claro, eres una mala mentirosa. —habló Ariadne —Todas sabemos que desde que debutaste solo has tenido ojos para Gideon Norwing.
—Si no fueras tan penosa y dejaras que Selene interviniera ya hubieras conseguido la atención del duque Lancaster —dijo Melody sin ningún tipo de delicadeza haciendo que Adara hiciera una mueca.
—Basta. Si Adara no quiere que intervengamos por algo será, tal vez ella tenga su propia estrategia de seducción —dije para ayudar a mi amiga, tanto Ariadne como Melody bufaron.
—Veremos cuánto dura esta estrategia, no nos hacemos más jóvenes y el duque Lancaster tampoco lo veo muy interesado en el matrimonio. —Melody siempre con un carácter demasiado agrio para la reunión.
Pronto un caballero en especial hizo acto de presencia, llamando mi atención. Harrison McDougall había decidido por no usar antifaz de ningún tipo, yo lo miraba pero él aún no había reparado en mi persona.
—¿Al fin encontraste un tipo de tu gusto Selene? —preguntó Melody con un sonrisa también mirando a McDougall.
—Debo admitir que siempre has tenido buen gusto respecto a los hombres —dijo Adara. —¿Y cómo procederás?
—Solo nos estamos conociendo, nunca doy un paso sin pensarlo aunque me está gustando demasiado —me levanté de mi asiento y mis amigas me miraron —Iré de caza por el leoncillo.
Supe que me reconoció cuando sus ojos se encontraron con los míos y yo le sonreí para ir fuera del salón, esperaba que Harrison me siguiera. Me metí en un saloncito vacío y reí al escuchar pasos acercándose para luego seguirle a McDougall entrando a la misma estancia que yo.
—Pensé que no asistiría.
—Y perderme la oportunidad de contemplarla —yo también lo estaba contemplando, usando aquel esmoquin que se amoldaba a su figura atlética y musculosa. —Se ve hermosa Selene.
—Gracias, muchos me lo han dicho esta noche. —su expresión se tornó sombría.
—¿Muchos?
—Todos los caballeros del salón piensan que soy una delicia para sus ojos.
—No están lejos de la realidad. Es divina y usted lo sabe. —me cosquilleaba la piel y me gustaba que él me encontrara hermosa, valía mas que la opinión de los mentecatos en aquella fiesta. —¿Le gusta ser deseada por todos, miladi?
—Es mi entretenimiento personal.
—¿Así que le gusta jugar con los sentimientos de los hombres? —preguntó con una ceja levantada.
—No lo llamaría “jugar”. —sentía que estaba cayendo en un juego peligroso en no me importaba quemarme solo porque los ojos de Harrison McDougall siguieran sobre mí, devorándome.
—Si esto es solo un juego para usted permítame y cambie las reglas. —daba un paso hacia mí, como un depredador a su presa.
—No. Es mi juego y yo decido que reglas seguir.
—No me parece justo. —me acorraló contra la pared del salón.
—En este juego seré crudo y vulgar con usted Selene.
—Aléjese —su cuerpo estaba tan cerca, más de lo que cualquier hombre hubiera estado, podía sentir sus músculos por encima de la ropa. Su nariz estaba junta con la suya y se miraban a los ojos.
—Muchos la tachan de escandalosa pero ahora usted a mis ojos se ve tan pura, noble, tanto como si fuera un sacrilegio y yo fuera el hombre más afortunado por estar tan cerca de un ángel como usted Selene.
—Harrison…
—Acabas de terminar de hechizarme Selene —dijo para después besarla como si fuera la última vez, duro, intenso y lleno de posesividad. Selene abrió su boca dejándole tener el control, rodeó su cuello con sus brazos y acercándole más a ella.
Harrison la presionó contra la puerta, mientras ponía sus manos en su estrecha cintura. Ella era divina, sus labios suaves y le correspondía aquel beso, disfrutaba de la pureza e inexperiencia que Selene demostraba porque eso le hacía sentirla más suya. Separaron sus bocas.