Sempiterno. Saga: Palabras hermosas 1

Capítulo 8

 

“Ayer se le vio muy contenta a nuestra problemática Selene Eversley y nada más que en compañía del apuesto Harrison McDougall, mis queridos lectores ustedes siempre se divierten leyendo como la hermosa lady Eversley rechaza hombres a diestra y siniestra pero ahora tal parece que ha encontrado al indicado. 

¿Lord McDougall será lo suficientemente bueno para atraparla y llevarla al altar? Seamos honestos, los dos formarían una de las parejas más atractivas de la temporada si llegan a confirmar su noviazgo”.

Lady Katy.  

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—¿Eso te divierte? —preguntó Gideon con una ceja levantada.

—La verdad es que si —respondí, recostándome en la silla y tomando una galleta. Había aceptado la invitación de la duquesa Romina a tomar el té, aunque fue más una treta para dejarnos a Gideon y a mi solos pero igual necesitaba hablar con mi amigo —Sé que hablaste con lord McDougall. 

—Ya te fue con el chisme. 

—Puedo defenderme y sé reconocer a los patanes por lo cual te aclaro que Harrison McDougall no lo es. 

—¡De eso no puedes estar segura! —fruncí mi ceño. 

—¿Dudas de mis capacidades? ¿Acaso me crees una bobalicona que no sabría distinguir a un imbécil de un hombre decente? Ya veo que no confías en mí. —en su expresión vi el arrepentimiento. 

—¡Por supuesto que confió en ti!

—Entonces deja de tratarme como si fuera una niña y de querer protegerme de todos los hombres. Si me equivoco con McDougall será un error mío del cual aprenderé. 

—Selene no quiero que nadie se burle de ti. 

—Gideon a veces se necesitan ese tipo de experiencias para aprender de ellas, así te guste o no. —de pronto se hizo un silencio entre ambos que fue interrumpido por la cantarina lady Romina. 

—¿Disfrutas de las galletas querida? —preguntó sentándose junto a mí. 

—Muchísimo excelencia. —respondí mirando a Gideon, quien lucía pensativo y sin muchas ganas de seguir la conversación. 

 

HARRISON MCDOUGAL

Los tratos con el lord Eversley se estaban concretando muy bien, el hombre invertiría en la nueva cosecha de este año. Ambos nos encontrábamos en el estudio de su casa, me decepcionó saber que su hija se encontraba en casa del duque Lancaster, ahora pensada demasiado en Selene Eversley y lo que estaría haciendo, en especial, ¿cuándo volvería a besar aquellos labios que me traían obsesionados desde el primer y único encuentro en aquella fiesta?  

—¿Todo bien lord McDougall? —preguntó lord Eversley haciendo que centrara mi atención en él. —Este día lo encuentro más pensativo que interesado en hacer negocios. 

—Mis disculpas milord, mi cabeza esta echa un lio estos días. 

—¿Se podría saber el porqué de eso? ¿Tiene mi hija algo que ver en eso? —lo mire con sorpresa, inclusive el hombre se rio. —Leo los chismes y tengo dos ojos que pueden ver que usted y mi hija se entienden demasiado bien.

Sentí vergüenza, de seguro el padre de Selene notaba como la devoraba con la mirada cada vez que la veía. 

—¿McDougall cuáles con sus intenciones? Soy hombre, puedo suponer como piensa la mayoría y solo le advierto que mi hija no es ni será nunca la diversión de nadie. 

—No considero a su hija como una diversión. —espeté con seriedad.—Quiero cortejar a su hija. Lady Selene es una mujer que cualquier hombre adoraría tener a su lado, quisiera ser ese hombre. —el lord sonrió satisfecho. 

—De acuerdo McDougall. Pueden iniciar un noviazgo, debe saber que Selene tendrá la última palabra respecto a si llegaran a comprometerse, no meteré mi mano en eso. 

“Que sorpresa. Es inusual encontrar padres más interesados en conseguir el amor para sus hijas que obligarlas contraer nupcias”...

 

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SELENE.

Regresé a mi hogar después de pasar todo el día junto a la duquesa Lancaster. Durante la cena mi padre se mostró más callado de lo usual, aunque mamá y yo éramos las más parlanchinas durante la cena. Él no había ni abierto la boca o hablado de alguno de sus negocios. 

—¿Padre qué tienes? ¿Te sientes enfermo? —pregunto preocupada. 

—Hoy tuve una conversación con Harrison McDougall. —la sola mención de Harrison hizo que captara por completo mi interés. 

—¿Y de que hablaron? —“di que fue sobre mí, apuesto toda mi herencia que fue sobre mí”. Tal parece que mi rostro era bastante expresivo porque mi padre rio al verme. 

—Pidió mi permiso para empezar a cortejar y tener un noviazgo. —“¡Si!”. Mientras por dentro daba saltitos por fuera trataba de mostrarme lo más desinteresada que podía. 

—¿Y qué le dijiste? ¿Aceptaste? 

—Te noto ansiosa mi niña —intervino mi madre y no me pasó desapercibido su tono burlón. 

—¡No lo estoy! ¿Papá al final que le dijiste al lord McDougall? 

—Dije que podía empezar el noviazgo y tú tendrás la última palabra en todo. 

—Me parece excelente —respondí bajando la mirada para que no fuera tan notoria mi sonrisa de bobalicona. 




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