Sempiterno. Saga: Palabras hermosas 1

Capítulo 9

SELENE Aproveché el día para invitar y tener una reunión con mis amigas. Adara, Melody y Ariadne siempre conseguían alegarme el día. Estábamos en el jardín de mi residencia, tomando té, comiendo bollos y galletas; mientras mi perrito jugaba a mis pies. —¿Entonces ya son novios? —preguntó Adara. —Puede decirse que sí. —comenté tomando un sorbo de mi té. —¡Qué suerte la tuya! Oh, Harrison McDougall es demasiado guapo —suspiró Ariadne comiendo una galleta. —Me gustan sus ojos, es lo que más gustó de él. —enfaticé con una sonrisa. —Eso y su hermoso como musculoso cuerpo, picarona —dijo Melody con coquetería, justo en ese momento la señorita Wesley entró a la estancia. —Lady Selene, el señor McDougall vino a verle. —¿En serio? —todas mis amigas me miraron y soltaron chillidos. —¿Cómo estoy? ¿Me veo linda? —Siempre te ves hermosa, Selene —dijo Adara, sonreí y me levanté de la silla para seguir a lady Wesley hacia el recibidor donde me esperaba Harrison, mi perrito se adelantó. —¡Hugo vuelve! —le ordene pero él no obedecía. “A la mierda, ya lo atraparé después”. Fui hacia el salón y ahí estaba Harrison, se veía hermoso con aquel traje de dandee. “Qué lindo es”. —Milord. —Lady Selene tan cautivadora como siempre. —me detuve frente a él. Mirándolo a los ojos, azul contra gris. Mis mejillas se ardían, estábamos demasiado cerca el uno del otro. Llamó mi atención las cabezonas asomarse por la puerta de la sala, una sobre otra mirando. “Ese par de chismosas”. —¿Qué pasa? —preguntó Harrison. —¡Nada! —Harrison levantó una ceja. Las muchachas cayeron al piso una sobre otra, Harrison volteo a verlas sorprendido. —Ah… ¿señoritas? —¡Un placer conocerle, milord! —exclamaron mis amigas al unísono con una sonrisa y quise en serio golpearlas por hacerme pasar esta vergüenza frente a mi futuro esposo. ///////////////////////////////// Luego de esa bochornosa reunión donde Harrison conoció a mis amigas, él se marchó. Ya muy entrada la noche me escabullí de mi casa, escapando por el jardín trasero, corrí hasta subirme al coche donde me esperaban mis amigas. Melody había robado el vehículo de su padre y sabía conducirlo, porque lo que era la que nos buscaba a todas. Tanto Adara y Ariadne estaban ya el coche esperándome. Había una fiesta que sería para los libertinos de toda la ciudad, nosotras nos dirigíamos hacia allá. Cuando estuvimos en el sitio había tanto hombres como mujeres con trajes despampanantes, unos vulgares y otros más elegantes, todos usaban antifaz. Todo un espectáculo esta fiesta. Adara, Ariadne y yo lo disfrutábamos pero Melody era un caso distinto. —¿Por qué en estas fiestas todos se comportan como animales? —preguntó con reclamo Melody —¡Tuve que golpear a un imbécil que no aceptaba un no como respuesta! —¿Pero no logro hacerte nada? —pregunto Adara preocupada. —No. ¿No escuchaste que lo golpee? Este tipo de fiestas privadas eran reservadas solo para los libertinos, mujeres descaradas y viudas jóvenes. Eran nuestro secreto para muchos, pero también es nuestra manera de divertimos y conocer la parte más oculta de la sociedad. Esa donde no fingen ser perfectos. Las cuatro siempre nos enterábamos de esto por medio de Melody, quien era como la espía personal de todas nosotras. Sabía cada secreto y lo que no, lo averiguaba. Era hasta tenebroso, pero de lo más divertido de colarse a fiesta como estas es que nunca sabias que te encontrarías. Nos separamos en parejas, yo fui con Adara. Melody con Ariadne. Aunque en este ocasión Mel se había separado de Ariadne. Adara también se había perdido, no conocía a nadie y muchos estaban más interesados en besar a otras mujeres, incluso encontré en una rincón escondidos a dos hombres, no juzgo pero si me puse muy incómoda y seguí mi camino, hasta que me encontré el tipo más despreciable de la noche. —Miren donde fui a encontrar a Selene Eversley. Me pregunto qué diría Harrison de saber que frecuentas estos lugares. —dijo Duncan. —Harrison no es mi dueño, así que no tiene por qué decir nada. —espeté con severidad y el hombre sonrió con malicia. —Siempre has sido un imbécil Duncan. —Pero bien que te gustaba en el pasado. —sus dedos rozaron la piel de mis antebrazos y sin pensarlo dos veces alce mi rodilla pegándole en las bolas. —No vuelvas a tocarme infeliz. —¡Perra! —empecé a correr antes de que se recompusiera de mi golpe. Mientras corría sin importarme a quien empujara, hasta que choque contra un cuerpo duro. El esmoquin del hombre era negro, el olor a menta y sándalo invadió mi olfato, alce la mirada reconociendo esos ojos a pesar de la máscara. —Selene —él de inmediato nos arrastró a la primera puerta que encontró y nos encerró ahí. La habitación estaba iluminada, Harrison de quito la máscara —¿Qué haces aquí? —Lo mismo que tú al parecer —replique mirándole de arriba abajo. Era injusto que se viera tan guapo con aquel traje. —¿Ya encontraste alguna amante o vienes de estar con ella? Por qué me lo pregunto si de seguro eres igual a todos. Él fruncía aún más su entrecejo. —Quieres dejar de juzgarme sin siquiera escucharme. —¡Tú de seguro me debes estar juzgando por estar aquí! —No. No te estoy juzgando, te traje aquí para que habláramos porque estoy sorprendido de verte aquí, aunque conociendo tu vena aventurera no debería estar tan perplejo. Y respecto a lo otro, no, no vine aquí a buscar compañía de mujeres. —lo mire son creerle. ¿Por qué más vendría aquí sin no era para acostarse con alguna mujer? —Si no me crees perfecto, yo no estoy haciendo suposiciones sobre si estuviste con algún hombre. —¿No? —comencé acercarme a él, puse mi mano en su hombre y me acerque invadiendo su espacio —¿Cómo puedes estar tan seguro que no vengo de estar con otro? Que lo tuve entre piernas y fui suya… Harrison me acorraló contra la puerta. —¿Ah, sí? ¿Y cómo te hizo sentir ese miserable? —gruño cerca de mi boca, sus ojos estaban mirándome fijo. Harrison se veía fiero, sombrío. —¿Llegaste a sentir placer con ese supuesto amante? —Si te digo que sí, ¿qué harías? —él sonrió, en este momento Harrison emitía un aura llena de peligro. —Te haré conocer un placer mejor que él pudo darte. Sus labios fueron sobre los míos. Lo sentí subir la falda de mi vestido, me hizo rodear su cadera con mi pierna, su mano tocaba mi entrepierna. El corazón no paraba de latirme a medida que él me devoraba los labios con su boca. Era furioso, duro y yo que quería más. —¿Te robo el aliento Selene? —preguntó con la respiración entrecortada. —Tienes mucho ego, Harrison McDougall. —No puedo negarlo. —él acarició mi mejilla. —Puede que muy pronto termine haciéndote mía. Mi futura esposa… Traté de ocultar mi emoción tras una cínica sonrisa, esperando que no escuchara mi corazón latiendo tan emocionado por esa idea. —No seré tu esposa. No planeo casarme ahora, me gusta mi soltería y no la dejaré por nadie. —se acerca a mí acorralándome contra la pared, su cercanía me afecta más de lo que puedo soportar. El ríe y se encorva para estar a mi altura acercando su boca a la mía. —¿Qué haces aquí Selene? —volvió a preguntar. —Vine con mis amigas. —¿Y siempre viven escampándose a fiestas llenas de libertinaje? —alcé una ceja y reí. —No te hagas el santo, Harrison también estas aquí en esta fiesta llena de “libertinaje”. —Tienes razón, no soy un santo pero me preocupa que algún imbécil se haya propasado contigo —a mi mente viene Duncan. —Tu expresión… ¿alguien lo hizo? ¿Quién fue Selene? Su tono se tornó inquisidor. —No fue nadie. —negué. Sabía que Duncan y él eran amigos pero juro que en un futuro le haría ver la basura que era ese hombre. —Te expones al peligro sin razón alguna Selene. —Me gusta vivir aventuras, esa es una de las cosas que debes saber de mí. —Harrison me abraza, acercándome más a él. —Definitivamente cuando nos casemos tendré que estar detrás de ti para que no cometas locuras. —Sigue soñando que me detendrás en mis locuras Harrison, nada cuesta soñar. De todas maneras si puedo escoger quien se propasa conmigo. —¿Quieres que me sobrepase otra vez Selene? —sonrió acercándome más a él, coloco una mano en mi pecho intentando calmar mi acelerada respiración pero Harrison era de esos hombres que no se daban por vencidos, me dio la vuelta pegando mi espalda contra su duro pecho, me abrazo por la espalda para luego morder el lóbulo de mi oreja. —¿Que tan lejos quieres que vaya Selene? Mis piernas se sintieron débiles por el tono tan suave con el cual me está susurrando. “Maldita sea Harrison”. —¿Sabes lo que quiero hacerte? En este momento quiero besarte hasta que tus labios estén rojos e hinchados. Se vuelve acercar y miro sus labios, él afecta todos mis sentidos. ¡¿Por qué tiene que ser tan endemoniadamente atractivo?! Me volteo quedando frente a frente, sus ojos se habían oscurecido. —Harrison... Aléjate. —le suplico con un hilo de voz. —Sé que no quieres que lo haga... deseas que te bese y yo también lo deseo, mucho. —dice. Sus labios se juntaron con los míos sin pensarlo le sigo el beso, los dos luchamos por el control de aquel apasionado roce. Recorro con mis manos sus hombros, le quito el saco y él comienza desabotonar su camisa. Gime y pasa sus manos por mi cintura alzándome del suelo, aferro mis piernas alrededor de su cadera, se movió conmigo encima de él besándole. —Selene... —gime mi nombre mientras mis manos jalan de su cabello, lo acerco más a mí para profundizar el beso, mientras comienza a besar mi cuello. —¡Harrison! Él se detuvo, acaricia mi mejilla, me besa por última vez y ayuda acomodar mi vestido. Muevo la cabeza y besa mi mejilla. —Sabes... me sentí tan vivo como la primera vez que nos besamos.—dice con una sonrisa y un tono seductor. Sonreí. —Adoro tus ojos, creo que es lo que más me atrajo de ti. —Deberías volver a tu hogar antes de que se den cuenta que te fugaste —dice Harrison. —Voy buscar a mis amigas primero, nos separamos y no sé qué pudo pasarles. —Te acompañare, no dejare que otro se sobrepase porque nadie me saca de la cabeza que algún imbécil se metió contigo y no me quieres decir—me mantuve callada sin saber que decirle. Nos pusimos otra vez los antifaces y juntos salimos de la habitación. No iba irme sin saber que había pasado con Melody, Adara y Ariadne. Harrison estaba conmigo mientras nos movíamos entre la gente, buscamos entre las habitaciones, la música, el olor alcohol se respiraba por todo el aire. — ¡Selene!—escuche que gritar a Melody desde el pasillo, entonces vi a la tres, pero Adara y Melody traían a una borracha Ariadne. —¡Hasta que apareces! —¿Qué le pasó? —pregunté preocupada por la rubia borracha. —Un bastardo quería aprovecharse de ella y la emborracho. —explicó Adara furiosa. —El… eran tan lindo —decía Ariadne arrastrando las palabras. “Pobrecita”. —Hay que sacarle de aquí. —dijo Harrison a mi lado, entonces Adara y Melody lo miraron. Ya se nos había acabado la diversión. ///////////////////////// Harrison estaba en el coche esperándonos. Adara, Melody y yo luchábamos por subir a una borracha Ariadne por las escaleras de la casa para que nadie nos descubriera sería imposible. —¡Diablos, para estar tan flaca pesa un montón! —susurra Adara mientras la agarraba por las piernas, Melody la sostenía por sus hombros y yo por su torso. —¡Pesan más sus huesos que la carne! —exclamo, estaba sudando luchando por subir a Ariadne. —Vaya. Que sorpresa —nos vimos descubiertas por la hermana menor de Ariadne, Rose. —Esta borracha... Vengan antes de que mi abuela o mi madre las descubran. Nos ayudó, logramos dejar a Ariadne sana y salva en su cama aunque mañana muy seguro tendrían un dolor de cabeza insoportable. Salimos de la casa y Harrison aún seguía afuera esperándonos. —Vaya que te quiere tanto que espera por ti y nosotras. —murmuro Adara con un tono divertido. —Selene encanta a todos lo que se fijan en ella —bromea Melody. Subimos al coche. Harrison no dijo nada y muy amablemente dejo a mis amigas frente a sus casas, cuando dejamos a Melody y quedamos solo él y yo. El ambiente entre nosotros se hizo un silencio un poco incómodo. —¿Vamos a estar callados todo el camino? —preguntó divertido. —¿De que quieres que hablemos? —Que tal del hecho que quiero invitarte salir mañana. —sonrei. —Me encantaría, te estaré esperando. —él se detuvo frente a mi residencia. Antes de que me pudiera bajar del coche, Harrison me detuvo para besarme con ternura. —Que pases buena noche, Harri.. —susurro. Al llegar a mi casa, soy precavida y observo que nadie me vea, entro y la sabana que deje atada en mi balcón cuando escape sigue ahí. Ya me duele todo el cuerpo, comienzo a subir a dura penas, cuando llego al balcón rápidamente entro y desato la sabana. Estoy por acostarme en mi cama, me siento agotada. —¡Al fin llegas! —dice una voz en la penumbra, mi cuerpo se eriza y juro por dios que creo que la sangre abandono mi cuerpo. —¡Madre! ¿Te han dicho que la Luz de la luna te hace ver más bella de lo normal? ¡Tú belleza se acentúa! —digo y veo como mi madre se deja ver. —¡¿Dónde andabas metida a estas horas Selene Olympia Eversley?! —pregunta furiosa —¡Respóndeme! —Madre no hice nada de lo te puedas estar imaginando —le digo para intentar calmarla, ella pone sus manos en su cadera esperando una respuesta. —Selene… —Solo fui a tomar aire. Además te tengo buenísimas noticias, Harrison McDougall vendrá mañana a ver para salir a dar un paseo. —¿Qué mal cometí yo para que mi hija me saliera tan loca e insensata? ¡¿Que pecado estoy pagando?! Selene un día de estos me vas a terminar matando muchacha descarriada. —dice ella con un tono colérico —No le diré nada a tu padre, si se entera buscará al Lord McDougall y armaría toda una guerra al saber que su niña estaba de noche afuera con un hombre. Suspiro aliviada. —Gracias madre. —No me lo agradezca, debería zarandearte por tu descaro….




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