*ACONTECIMIENTOS NARRADOS POR NERO PARISO*
- Es confuso el tratar de revivir un sueño incluso cuando acabas de despertar, se enredan los hechos e incluso carece de sentido lo que viste dormido, las sensaciones que te provoca, las personas que evoco tu mente, se quedan contigo en un sentimiento de vacío inexplicable. lo que pase no fue un sueño porque la recuerdo, recuerdo todo... de ella. - Nero mirando fijamente Aero.
Mi vida era tranquila, aun desde mi niñez no me falto nada, si bien los gustos extravagantes de otras familias para nosotros no eran prioridad, mis padres se encargaron de que tuviera lo necesario para que estuviera bien a diferencia de otros hogares de nuestro barrio residencial, personas que luchaban para conseguir algo de comer para sus hijos llegando a casa a veces sin haberlo logrado.
En ese sentimiento de desespero las personas son orilladas a hacer cosas que no creían capaces, pero cuando tu hijo te mira y te dice que tiene hambre, ¿Qué más puedes hacer?
- Hoy también te ves deprimido. - Dijo una chica con una voz suave y dulce.
Ella vivía esas necesidades, su padre las había abandonado a ella y a su madre, ocasionalmente veia como las visitaba, pero al marcharse de nuevo no parecía que su visita fuera agradable para ellas, su madre trabajaba en las noches, de pequeño creía que era un trabajo genial sin el ruido del día, obviamente no tenía idea de lo que hacía, fui un tonto.
- No, solo no pude dormir lo que me gustaría, detesto levantarme temprano. - Nero sollozando.
- Te quejas mucho, solo vas a la escuela. - Dijo la chica con un puchero en su rostro.
Su sonrisa cálida con hoyuelos que se marcaban en sus mejillas, su cabello corto color castaño, su piel trigueña y sus manos frías, recuerdo a detalle todo de ella, recuerdo todo de mi primer amor, Laila Soergel.
- ¿Tu dormiste bien Laila?, tienes ojeras. - Nero colocando su mano en el rostro de la chica.
Ella se apartó de mí de golpe fue casi instintivo, pero luego volvió a acercarse y me reposo su rostro en mi mano.
- Un poco, hoy dormiré mejor te lo aseguro. - Laila caminando frente a Nero.
- Eso espero, te ves terrible. - Nero.
- Cállate. - Laila.
La conocí en mi escuela, se cambió de salón el último año antes de graduarnos, era muy sociable, lo puesto a mí, pero su manera de expresar sus gustos y lo que odiaba me llamo la atención, no por las cosas en común sino por cómo era capaz de hacer que te interesaras en escucharla, nunca fui de tener amigos, y aunque charlaba ocasionalmente con algunos ella fue la única en preguntarme genuinamente por lo que yo quería, eso me gusto.
Los días eran repetitivos, pero estar con Laila hacía que valiera la pena todo lo demás, los momentos que estaba solo anhelaba poder charlar con ella, no me importaban los rumores que decían de nosotros, porque ambos sabíamos que valía la pena.
- Hoy no podre acompañarte a casa, cuídate. - Dijo Laila alejándose de Nero.
- Entiendo, no te preocupes. - Nero sonriendo.
Debí saberlo en ese momento, pero decidí ignorarlo, ella siempre sonreía incluso cuando no debía, pero ese día se marchó sin más.
Los siguientes días no se presentó a la escuela, creí que habría enfermado asique decidí solo esperar, hasta que una semana después ella volvió, un gorro cubría su cabeza nunca antes lo había usado.
- En lo personal prefiero ver tu cabello. - Nero sonriendo.
- Yo también. - Laila.
- Laila ya sabes que no puedes usar nada además del uniforme, retírate el gorro por favor. - Dijo la maestra antes de iniciar la clase.
- Por favor solo será unos días. - Laila agachando su rostro.
- No lo siento, lo usaras en los descansos, pero no durante las clases, quítatelo. - Repitió la maestra.
Como si se estuviera desprendiendo de algo unido a su cuerpo, lentamente subió sus manos y quitándose el gorro lentamente su cabeza estaba totalmente rapada, pero por las marcas en su frente parecía que ella misma lo había hecho.
- ¿Estas...? - Dijo Nero con preocupación.
- No es lo que crees, no estoy enferma. - Dijo Laila mientras sus ojos se cristalizaban poco a poco.
- Esta bien, puedes usarlo por ahora. - Dijo la maestra para luego darse vuelta como si nada.
No pude evitar mirarla todo el día, ella lo noto y creo que se enojó conmigo, no me hablo en todo el día, cuando el descanso llego ella solo salió por la puerta y corrió a encerrarse en el baño, trate de seguirla, pero sin poder entrar decidí esperarla afuera, las personas que la vieron comenzaron a hablar, "malditos todos" pensé, pero yo también tenía culpa, no deje de verla en todo el día, como no iba a odiarme ahora.
Faltaban unos minutos para que tuviéramos que regresar, fue cuando algunos de los compañeros que la vieron comenzaron a hablar de ella justo frente a mí, entre tantas tonterías que dijeron una sola... no pude ignorarla.
- Sabía que era una chica fácil, pero ahora no importa si me rogara no le aceptaría nada. -
Mientras reían solo me levante y camine hacia ellos en silencio, no sabía quién de todos lo había dicho, pero no importaba... todos se rieron de ella.
Me abalance contra el primero que vi, intente golpearlo pero los demás me sujetaron, me arrojaron al suelo varias veces y me patearon hasta que se cansaron, cuando escucharon la campana solo se fueron como si nada, yo yacía en el suelo cubierto de sangre con la nariz y los labios rotos, arrastrándome como pude hacia el baño, fue cuando Laila salió, pude ver que estaba llorando, pero al verme se secó las lágrimas, se acercó hasta mí y trato de levantarme, me llevo al lavamanos y mojando un pequeño trozo de su falda que ella misma rasgo, limpio mi cara, no parecía estar enojada, solo decepcionada, intente disculparme pero ella no me dejo.
- Siempre le tuviste miedo a pelear, no te gusta el dolor físico, y aun así decides enfrentarte a seis tipos más grandes que tú, te creía más inteligente. - Dijo Laila