Nero y Aero seguían tratando de averiguar la razón de la visita de Elowen a un pueblo como este.
- Llame a Bellamy, al parecer están ocupados investigando algo por su cuenta, estaremos solos por ahora. - Nero.
- Nada que no podamos manejar, y ahora ¿Qué hacemos? - Aero.
- No puedo ir por mi parte si vuelvo a encontrar a Elowen no poder enfrentarme a él, asique necesito que no te apartes de mí. - Nero
- Esto se puso incomodo. - Aero sonriendo.
- Vamos. - Nero suspirando.
Mientras Tanto Isla después de reflexionar mucho en lo que había escuchado, parecía algo distante con su padre, al regresar a casa quiso tratar de justificar las acciones de Elowen en el pasado de Nero, aun así, no es algo que le fuera sencillo, mucho menos al ver por qué habían llegado hasta ese pueblo.
- Isla, Everett, necesito que traigan a las personas que seleccione aquí. - Elowen mirado unos documentos.
- Por su puesto Padre. - Everett.
Aunque Everett se disponía a salir a su misión se detuvo al ver a su hermana aun de pie frente a su padre.
- ¿Se te ofrece algo hija? - Elowen sin levantar su mirada.
- No, yo... solo creí que es algo pronto para reclutarlos. - Isla.
- Para nada, el momento es oportuno, además con Nero y Aero rondando el lugar no tenemos mucho tiempo. - Elowen.
- Podemos encargarnos de ellos padre. - Everett.
Tras un breve silencio Elowen dejo a un lado los documentos que leía y levantando su mirada puesta en sus hijos.
- No, no pueden. - Elowen.
- Padre yo... - Isla.
- Solo los han enfrentado dos veces y en ambas fueron derrotados, creo que fui muy claro en el aspecto de evitar confrontaciones contra ellos, al menos hasta que encontremos los sujetos necesarios para mi investigación. - Elowen.
- Es ridículo, tú mismo nos capacitaste para pelear contra los Apolit, me enseñaste todo sé que esos dos no podrán... - Everett.
- Esos dos... ¡Esos dos!, son quizás los inmortales más peligrosos que este país haya creado, uno de ellos es un estratega en la manipulación de emociones de las personas y planificación de operaciones, y si de alguna manera pudieran superar su intelecto para sorprenderlo y poder neutralizarlo, olvidan al maldito Aero Savage, no crean que para mí no es fácil ver que mis dos hijos a quienes les invertí lo mejor de mí, son inferiores a esos dos. - Elowen.
- No pueden ser invencibles. - Everett.
- No, al menos no lo serán por siempre, por eso necesito a los sujetos que este lugar me proporciono. - Elowen.
- Esas personas... deberían estar muertas o pudriéndose donde están, no creo que... - Isla.
- Esas personas, son criminales, sus vidas no valen mucho para la sociedad, pero para mí son vitales en este momento, darles una oportunidad de redimirse sirviendo a su país, creo que es más de lo que nadie jamás les ofrecerá. - Elowen mirando fijamente a Isla.
- Bien. - Isla con una expresión seria.
- Ahora váyanse, tienen trabajo. - Elowen.
Al salir de la habitación de su padre ambos hermanos se dirigieron a una prisión que quedaba a varios kilómetros del pueblo, quizás de las más peligrosas de la nacion, la prisión "Picolta", tras unas horas habían logrado llegar.
- Padre dijo que debíamos entrevistar a los que podamos, y buscar un perfil psicológico similar entre todos, deberíamos iniciar con los asesinos en serie, quizás compartan algún aspecto. - Everett.
- Lo único que deberían compartir estas personas es la muerte. - Isla frunciendo su rostro.
- Tal vez tengas razón, pero tenemos nuestras ordenes, vamos. - Everett.
Ingresando a la prisión, al parecer Elowen había logrado con sus influencias que sus hijos tuvieran acceso a cuantos prisioneros quisieran, entrevistaron a unos cincuenta a lo largo del día, en su mayoría asesinos y violadores.
- Asique quieren sacarme de aquí, ¿con que fin? - Prisionero #41
- No estás en posición de cuestionar nada. - Isla con una mirada fría sobre aquel prisionero.
- No deberías arrugar ese bello rostro niña... es un desperdicio. - Dijo el Prisionero #41 mientras miraba sin descaro alguno el cuerpo de Isla.
- Volviendo a la entrevista, su historial es bastante grande, asesinato de doce mujeres, las secuestrabas y torturabas para luego dejarlas en un descampado varios días hasta que morían de hambre o por el clima extremo. - Everett.
- Hay que encontrar un pasatiempo ya saben, y cuando salga quizás pueda retomarlo. - Prisionero #41 sonriendo.
Isla no podía evitar apretar sus dientes mientras sus ojos no dejaban de ver al prisionero.
- Parece que a tu hermana le gusto. - Prisionero #41.
- Escuche idiota, no le conviene que... - Everett.
Antes de que siquiera su hermano pudiera terminar su amenaza, Isla ya había desenfundado uno de sus cuchillos y lo clavo directo en la entrepierna del prisionero, este solo comenzó a gritar y a maldecir, pero Isla seguía retorciendo el cuchillo aun clavado mientras que colocaba su mano en la garganta del prisionero y usando su habilidad de "Desborde" cancelo el ruido emitido de sus gritos, dejando el cuarto en completo silencio.
- Aun nos faltan otros nueve, ¿quieres relajarte? - Everett.
- Tu pareces estar muy cómodo con estos animales. - Isla sacando su cuchillo de golpe.
- No lo estoy, si por mi fuera los colgaría afuera de los muros hasta que se pudrieran de bajo del sol, pero padre no lo perdonaría, no estamos aquí por gusto. - Everett.
- No, solo estamos aquí para sacar a la escoria con la excusa de la seguridad nacional. - Isla.
Retirándose un momento para respirar profundo, Isla seguía intentando mantener la calma hasta que terminaran con las entrevistas.
Al final del día de los cincuenta entrevistados en la prisión de "Picolta", los hermanos dieron la salida a todos incluido al hombre que Isla había apuñalado, lograron detener la hemorragia, pero este ya había quedado castrado, en lo que concierne a Isla, fue un precio muy bajo por su libertad.