Sempiternos: El Jinete

Capítulo 4: Sempiterno extraviado y añorado

Todos los volúmenes que Sigurd había escogido para ella eran muy avanzados, le alago saber que el confiaba en su capacidad para poder tratar con libros más complejos, no se dio cuenta de que habían pasado las horas hasta que escucho su estómago gruñir, resoplo molesta, no quería dejar se estudiar pero tampoco podía negar que tenía muchas ganas de una buena pieza de pan, volvió a apilar los libros y comenzó a buscar en toda la sala los carritos, finamente los encontró detrás del ultimo estante del otro extremo.

Comenzaba a pensar que cargar los libros por si misma ya no parecía una mala idea, Génesis tenía razón, el chirrido que emitían las llantas contra la alfombra era una verdadera molestia, el carrito que tomo estaba conformado por dos niveles aunque había algunos más grandes, acomodo todos los libros en las dos charolas y se encamino a seguir la luz que emitió su brújula, moría de hambre, se preguntó si tendrían pastel; para fortuna suya los carritos estaban encantados y no tuvo que preocuparse por empujar, pensó que tendría un grave problema con las escaleras pero no fue así.

El Santuario era un auténtico cementerio, no se escuchaba nada más que las llantas metálicas, definitivamente le hablaría a Sigurd sobre el aceite. Por lo que le pareció una eternidad por fin logro llegar al comedor, una pequeña puerta a la izquierda al fondo indicaba que era la cocina, dejo el carrito en la puerta y se adentró.

Todo el lugar era de piedras con soportes de madera, piedras tan grandes que podrían fácilmente destruir unas cuantas costillas, de las paredes rocosas colgaban de ganchos utensilios de cocina, cucharas, batidores, ollas, cazuelas y algunos sartenes, una enorme mesa en el centro estaba repleta y frutas y verduras, no había refrigerador pero si un horno de piedra, definitivamente estaba muy lejos de la vida humana convencional, lamento que la tecnología no se llevara con la magia, pensó que serían excelente aliadas.

Pensar en ello le remonto a su casa, donde su madre le esperaba pacientemente, deseaba hablar con ella y preguntarle cómo estaba pero no había recepción en aquel lugar, después de todo considero que la magia era una negociadora justa, el conocimiento a cambio de la vida normal. Tomo un melocotón y una manzana, ambos los pico y los sirvió en un plato con un poco de avena, decidió irse al comedor y observar a través de uno de los ventanales el gran bosque que les rodeaba, estar en el comedor era como viajar a la época de la regencia, eso era algo que le fascinaba, el Santuario era una mezcla arquitectónica porque de eso estaba compuesto su interior, sus órganos eran los libros y ellos había de todo un poco, era el pasado, el presente y el futuro.

Pensó en la respuesta de Sigurd horas atrás, él ya había logrado leer un libro, deseaba poder vivir lo mismo pronto, se preguntó cuál sería, el solo hecho de imaginárselo avivo su excitación, conocía a su amigo y sabía que era igual de aventurero y entusiasta que ella, pocos títulos contaban con lo requerido para su temperamento, se distrajo tanto en ello que se le paso el tiempo, comio rápidamente, al menos los relojes de manecillas funcionaban de manera normal, se apresuró a lavar el plato y salió corriendo para continuar con su investigación, no podía permitirse fallas cuando ya había llegado tan lejos, estaba a solo unos pocos escalones.

Tomo otra ruta para ver si se encontraba con alguien pero no lo logro, era un lugar definitivamente tétrico, sobre todo por las noches cuando lo único que iluminaba era la tenue luz de las velas, cuando pasaba tramos sin libros era porque había candelabros sobre las paredes y algunas cúpulas en estas talladas en marfil y piedra, dentro de las cúpulas hermosas estatuas de dioses griegos, astrónomos, filósofos y matemáticos de la antigüedad, muchos de los cuales habían formado parte del mundo humano a pesar de que pertenecer a otro completamente distinto.

Los tapetes que decoraban el lugar eran finamente tejidos, se sintió mal por arruinarlos con sus botas, mientras seguía a la luz recordó algo que quería hacer cuando conoció aquel mundo, volvió a tomar la esfera y pensó en aquel libro tan mágico más allá de lo habitual, deseando solo poder encontrarlo, la luz regreso después de perderse de vista al dar vuelta en un pasillo a la izquierda y retomo su camino por otro pasillo a su derecha, la siguió feliz y emocionada. Su emoción aumento cuando comenzó a reconocer los pasillos, acaba de estar en aquel lugar horas antes, la luz se detuvo frente a las puertas de madera gigantes con cavados en oro de guerreros luchando con magia, coloco su mano sobre la puerta, él estaba ahí, ya había sido leído, se alejó de la puerta para buscarlo entre los tallados pero no le encontró, quiso pensar que quizá fue un error de la esfera pero era imposible, había sido encantada por Sigurd y el jamás tenia fallas, decidió que sería mejor consultarlo con él, la adrenalina se volvió más grande al imaginar que el libro que Sigurd pudo haber leído fue ese mismo.

No espero más, pensó en la oficina de su amigo y la luz comenzó su trayectoria, le costó alejarse de aquel lugar donde había conocido la verdadera felicidad años atrás, quería correr y llegar pronto para interrogarle, estaba muy ansiosa, no podía dejar de pensar en ello.

Al llamar a la puerta Sigurd atendió rápidamente.

—Mat ¿Qué haces aquí? —No solía llamarla de esa manera, solo le traía malos recuerdo de la muerte de su padre pero decidió dejarlo pasar por aquella ocasión —Creí que estabas estudiando

—Eso hacia pero tengo que preguntarte algo importante



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En el texto hay: guerras romance, criaturas fantasticas, magia castillos

Editado: 06.07.2023

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