Sempiternos: El Jinete

Capítulo 22

Si había algo que odiara Sigurd eran los interrogatorios y ese día Ereškigal no estaba dispuesta a ceder, por más de cuatro horas estuvo cuestionándole sobre cuál era la promesa exacta y estuvo a punto de obtenerla de no ser por la ayuda de su hija, Arya Rusalka traspaso el portal de la chimenea para acordar un nuevo plan de estudio.

—Querida Arya, créeme, quien más lamenta los retrasos soy yo, desperdiciar un talento como el tuyo es una estupidez de mi parte — La joven sonrió y respondió a su abrazo

—Ahora entiendo porque es tu amigo, es complicado resistirse a ese encanto y caballerosidad — Su madre rodo los ojos y le dio la bienvenida con una estrechada de manos para después os tres tomar asiento frente al escritorio — Entiendo que las cosas sean diferentes, después de todo nuestro mundo es un grupo bastante reducido y las noticias vuelvan bastante rápido

—Me imagino solo espero que al menos sean verdades y no mentiras porque entonces si tenemos un problema — Sonrió para aligerar el ambiente —En fin, por cinco semanas seré todo tuyo, te lo prometo

—No hagas promesas en vano Sigurd, no olvides que con ellos pierdes un dedo —bromeo a lo que su madre respondió con un codazo

—Tranquila Ereškigal, tu hija es toda una joven encantadora, no existe forma alguna de que pueda molestarme con ella, en esos sentidos son iguales, tu esposo es muy afortunado con tan buena compañía

Si bien Sigurd no había hecho tal comentario con la intención de incomodar o herir, por el contrario Arya tenía la razón, cuando el Guardián se lo proponía podía ser un hombre encantador, no en vano se habían enamorado en su juventud pero la herida seguía aun después de su desprecio por su fallecida esposa hacía más de veinte años, al notar le incomodidad de la mujer Sigurd carraspeo y continuo con el plan académico preparado para Arya quien pareció no percatarse de las actitudes de ambos lo cual agradecieron.

El pasado debía permanecer ahí, en el pasado aunque a veces este solía salir de la tumba como un muerto viviente no importaba si se guardaba en una caja bajo candado, tierra y cemento, este siempre lograba salir y aterrar a los vivos con lo que una vez fue y jamás volvería a vivirse, si bien Ereškigal amaba a su esposo la sensación de amor por Sigurd continuaba ahí, un corazón latiendo desbocadamente cuando este rompía la distancia física para brindarle un abrazo o para consolarle por algún problema y gracias a esto en ocasiones llego a maldecir por su amistad, por tener solo eso, por ser solo eso cuando ya habían planeado un futuro juntos, uno que murió con una parte de ella.

Llego a pensar que jamás podría vivir un matrimonio normal hasta que eso cambio con la llegada de Arya, para entonces la esposa de Sigurd acababa de fallecer y la oportunidad de luchar por él se había esfumado una vez más  aunque una nueva había nacido, disfrutar de la alegría que su hija daba a a casa había hecho que el matrimonio volverá a unificarse logrando por fin colocar la lápida sobre lo que fue aunque veinte años después este continuaba resistiéndose y luchando por escapar.

—Mamá ¿Nos estas escuchando? —La Guardiana salió de sus pensamientos un tanto confundida y se disculpó por el cansancio —Deberías regresar a casa, yo me quedare un poco más, aún quedan algunos temas que tratar con Sigurd

La Guardiana miro al hombre quien parecía desconcertado por su comportamiento y trato de ayudare a ponerse de pie pero no se lo permitió.

—Confió en que a enviaras antes de la cena — El hombre sonrió y le acompaño a la chimenea deseándole un buen viaje y enviando saludos a su esposo

A pesar de no decir palabra alguna Sigurd conocía ese sentimiento porque era el mismo, compartían esa sensación de soledad por la ausencia de aquel amor ardiente que les acompaño por tantos años, ese amor que sofoco la llegada de la mujer de su vida, una era fuego pero la otra era una supernova en su corazón y en su alma, algo que no podía apagarse y a pesar de su muerte seguía ahí tan incrustada como siempre impidiendo que alguien más pudiese retomar ese amor.

Se conocieron cuando él contaba con 23 años mientras que ella no era más que una adolecente de 15 años ansiosa por aprender todo lo que fuera posible, por esos años Mordo Gening era el Guardián del Santuario y a ser el joven más talentoso de su generación le pidió que le diera asesoría a una Ereškigal inexperta. Pasaron muchos meses bajo las ordenes de Mordo hasta que este por cansancio decidió retirarse, no era alguien muy adulto, solo era dos años mayor a Sigurd en la actualidad cuando dejó el cargo en sus manos.

Mordo estaba orgulloso de el por haber creado un nuevo talento como lo era Ereškigal pero él no pensaba de la misma manera, no se sentía bien de contar con tanta confianza y agradecimiento, no cuando se vio envuelto en un tórrido romance con su aprendiz, aquello le llenaba de vergüenza por sus actos increíblemente peligrosos, irrespetuosos e inmaduros por lo que se encerraba en la oficina por días para evitr la realidad que había ayudado a crear pero no sirvió de nada, el amor entre ellos iba creciendo llegando al punto donde ya no le importaba nada, simplemente se dejó llevar por su inteligencia, su astucia y su ternura, bebió del veneno sin importarle si le llevaba al cielo o al infierno, el problema llego cuando quien fue al inferno fue su pobre aprendiz.

Un joven de nombre Eamon Corwin solicito ingresar como herbolario bajo su cargo y no dudo en aceptarlo dado su increíble historial, era un joven indudablemente talentoso pero con un pasado triste, sus padres habían muerto en una aventura como Escribas por lo que no volvieron jamás dejándolo solo, contaba con la inteligencia suficiente para ser un Escriba si así lo hubiese deseado pero supuso que era gracias al trauma que no lo haría y tampoco se entrometería en asuntos que no le concernían. Con el paso del tiempo ambos comenzaron a volverse más cercanos y sin darse cuenta Sigurd comenzó a considerar a Eamon un hermano menor a quien debía proteger y en quien tenía depositada toda su confianza aunque esa confianza se fue por la borda cuando ambos fallaron al amar a mujeres prohibidas como lo fueron la humana Elina Pezek y el Sempiterno extraído de los más profundo de la Sala de las siete espadas.



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Editado: 06.07.2023

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