Señal perdida

Capítulo I: tiempo.

     La luz del ocaso se hacía tenue en el ambiente, Lisbeth apenas si le prestaba verdadera atención a su camino, pero sabía perfectamente hacia dónde se dirigía. Quizá el caminar por tanto tiempo la había ayudado de alguna forma que ella misma desconocía, pero continuamente era llevado por el instinto de su cuerpo. Los bosques resultaban peligrosos, pero en las noches resultaba ser el mejor abrigo que alguno pudiese tener.

     La vida había golpeado enormemente a las personas, entre las personas que parecían haber recibido alguno de los golpes más fuertes se encontraba Lisbeth. A una edad muy temprana ésta había alcanzado la cúspide de la fama, gozaba de una estruendosa voz que había cautivado al mundo. Las personas que la escuchaban lloraban, la belleza y las letras de ésta lograba tocar al corazón más fuerte, los periodistas afirmaban que no existía artista tan completo como ésta. Una habitación no alcanzaba para las cantidades de premios que se le había otorgado, la mayor parte de su crítica era buena y tenía todo lo que cualquier famoso podía desear. Había una crítica que siempre la azotaba de negatividad, más allá de sus conciertos o encuentros casuales con sus fans, ella era muy solitaria. Pero aquello no había sido generado por la fama como todos pensaban, aquello venía de antes.

     Las hojas secas crujían a medida que ésta daba un paso. Llevaba unas botas negras y como por cosa del destino, tenían la medida precisa a sus pies. En cualquier época esto no resultaría tan asombroso, pero esa época en la que se encontraban, aquellos eran lujos que muy pocos tenían la suerte de encontrar. Hacía años o uno (ella había perdido la noción del tiempo), Jeremy escondía esas botas en su espalda con una sonrisa de oreja a oreja mientras le decía que cerrara los ojos. En ocasiones se preguntaba cómo hacía para continuar y aún con todas sus dudas y preguntas ella continuaba caminando, llorando noches tras noches y sintiendo aquél dolor.

   Un nudo en su garganta amenazaba con romper lo que quedaba de su espíritu, había sido llevada al extremo y la marea la estaba consumiendo. Carecía de apatía, carecía de emoción alguna. La chica sí tenía sentimientos, quizás estaban a tanta evidencia que quemaba la frialdad de su mirada. Antes, un asesinato era llevado sólo si la situación lo ameritaba, pero ahora… La desconfianza había crecido enormemente dentro de ella, tal era el punto que aun sabiendo que la persona que se encontrara no tenía armas, ella los asesinaba.

   Cuando la catástrofe comenzó, ella se aisló en su mansión. La mansión se encontraba escondida sobre una montaña, cuando ella la había mandado a construir había decidido que estuviera oculta en un lugar remoto puesto que le resultaba agotador que sus fanáticos o fotógrafos siempre le acosaran cuando ella llegaba a unos de sus viejos hogares. De aquella mansión sólo sabía su manager que para ese entonces era su tutor legal puesto que era menor de edad, hacía unos cuantos años que ella se había alejado de su último pariente vivo. Al empezar a vivir allí se había vuelto tan solitaria que en par de meses ya se había convertido en una persona asocial y daba pequeños brotes de engreísmo. Sólo salía cuando era realmente necesario, siempre era por motivos de conciertos y le costaba más cada día mantenerse serena sobre el escenario. No fue la falta de alimentos lo que la hizo tener que marcharse de allí, tampoco fue la presión de no haber conversado con alguien durante ya varios años; fue su instinto de supervivencia que la atacó de tal forma que ésta tuvo que marcharse de su paraíso.

   Al caer la noche y gran parte de la madrugada, se colocaba en la parte más alta del muro que rodeaba la mansión. Con sus binoculares trataba de divisar a todo lo que podía llegar a ver, siempre atenta por si observaba algún infectado, al no percatarse de nada bajaba y exploraba por la montaña si alguno se le había escapado a sus ojos, siempre iba con un revolver 6mm además de un cuchillo de combate. Al terminar de asegurarse, ella volvía nuevamente al muro y permanecía alerta allí. Una mañana Lisbeth despertó con una extraña sensación en su estómago, aunque en el fondo ésta sabía que debía cambiar ese día su rutina, decidió hacer caso omiso a esa sensación y continuar con su rutina matutina. La costumbre era permanecer acostada viendo por la ventana hacia la nada por unos cuantos minutos, luego prepararse café y salir a observar el paisaje en la terraza (según ella, habían días tristes y otros siniestros), se mantenía allí sentada por una hora contemplando el vacío existencial que le causaba aquél paisaje. En uno de esos momentos en los que despejaba su mente de los recuerdos nostálgicos ésta se percató del ambiente, aquella naturaleza que la obligaba a sobrevivir aunque ésta no quisiera estaba presente en ese momento. Lisbeth sentía el ambiente pesado, sabía que algo ocurría o estaba a punto de ocurrir, tomó sus binoculares y empezó a buscar rápidamente. Divisó una sombra entre uno de los árboles del bosque, en ese preciso momento ella supo que se encontraba en peligro. Corrió rápidamente adentro de la mansión y bajó al tercer piso, cerca de la cocina se encontraba la mochila que se aseguraba que estuviera cada día en un lugar accesible. Dentro de ésta habían municiones, reservas de comida y artículos personales (también llevaba otras armas aparte de las que siempre llevaba encima). Sin contemplación alguna corrió rápidamente para salir de la mansión. Hacía mucho tiempo ella había bloqueado cualquier entrada a ese lugar porque sabía que si alguien lograba encontrarlo se adueñaría (y en el peor de los casos, si algo lo invadía), las únicas ventanas que ella mantenía abierta era la de su habitación y la cocina pero ella tenía un dispositivo que al presionar el botón se cerraba. Presionó el botón y corrió al único portón que permitía el acceso del muro que rodeaba toda la mansión, aquél portón era lo suficientemente grande para evitar cualquier entrada de no ser mediante aquél dispositivo que ella tenía, vaciló un poco antes de salir. Ya estaba acostumbrada a aquél sitio, lo había cuidado tanto y ahora se tendría que marchar de allí… Bloqueó sus pensamientos y abrió el portón para marcharse.




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