Señal perdida

Capítulo III: fenómeno.

     Sus pies iban a una velocidad de la cual su cabeza era distante, no porque fuera rápido, era porque se encontraba en otra parte. Su mente la azotaba con recuerdos, recuerdos rotos y perdidos del pasado. ¿Cuánto tiempo transcurriría en aquella masacre? Era la noticia inicial, cuando todo aquello parecía un mito, quizá una historia de terror para asustar a los niños y evitar la contaminación. Todos habían tomado la terrible decisión de ignorar las advertencias, incluso Lisbeth, que pensó de aquello como una futura guerra y no como el fin de la civilización. Cuando todo llegó a aquél país, surgió como una ola imparable. Sólo tuvieron unas cuantas horas para comprar lo que fuera necesario para ella encerrarse en su mansión, su manager no insistió en que él y su familia se quedaran con ella porque conocía cómo era ella. Ya estando sola en su zona segura, ella vio las noticas día tras día hasta que ya no hubo más y después la escuchó hasta que tampoco hubo más. Con el tiempo sólo escuchaba señales de ayuda, hablando de sitios seguros; pero ella sabía que en la lucha del poder hasta el alma más pura se corrompe. No ayudaba a nadie para no ser lastimada, porque sí, aquél lugar era lo suficientemente grande para resguardar a muchas personas y tenía provisiones para más de dos años. Pero la gente siempre trata de dañarlo todo con una visión limitada del futuro, creyendo que si dos comen bien el resto puede soportar el hambre, pero la verdad es si todos comían lo suficiente se tiene un equipo más sólido. Lisbeth había salido en una ocasión, antes de vivir con el miedo de que la pudiese invadir ella solía caminar buscando de ayudar a las personas. Siempre salía con una mochila que tenía comida y productos de primeros auxilios, trazaba una ruta nueva por recorrer cada día y cuando lograba ver a las personas en peligro les quitaba de encima al infectado que le atacara. Generalmente las personas le agradecían, le decían que si estaba sola podía ir con ellos, Lisbeth nunca les respondía y simplemente se marchaba. Duró en aquél acto unos meses, hasta el día que cumplió 14 años. Ese día continuaba con la rutina de ayudar, hasta que llegó a lo que era un pequeño campamento. Había unas cuantas personas y una niña que estaba enferma, nadie allí era familiar de la niña pero la cuidaban como si fuesen alguno. Lisbeth les ofreció de lo que sabía de medicina, siempre le gustó estar preparada sabiendo de cosas básicas para la supervivencia. Mientras atendía a la niña que tenía la fiebre muy alta debido a algo que había comido cuando estaba vagando sola, la niña de 5 años no paraba de tratar de entablar conversación con Lisbeth. Ella se solía limitar a una tierna sonrisa, la niña estaba insatisfecha.

     — ¿Por qué no hablas? ¿Olvidaste cómo hacerlo? —Preguntó inocentemente.

     A lo que Lisbeth asintió, aunque no fuera cierto, la niña no le permitía concentrarse de tanto que hablaba. La pequeña se limitó a sonreírle, sentía pena de ella poder hablar y que la chica no pudiese hacerlo. La chica le había inyectado algo, aunque había tenido miedo al principio, después empezó a sentirse un poco mejor que antes. La niña se quedó observándola todo el rato, ella pensaba que aquella chica se parecía a su madre por lo amable que era. La niña se había percatado de que la chica pudiendo salir y compartir con adultos, prefería mantenerse allí, con la mirada perdida. Entonces sintió que aquella chica era como ella, cuando la habían encontrado, trataba de aferrarse a la enfermedad porque temía que le preguntaran cómo llegó a estar sola. No quería explicar que sin su mamá se sentía muy sola, tampoco quería explicar que deseaba estarlo porque quería sólo su compañía. Ahora aquella chica estaba acelerando el proceso para tener que explicar el por qué y entonces empezó a llorar, Lisbeth que no había estado tan distante de la niña se giró al escuchar un sollozo ahogado. La vio llorar y no le quiso preguntar, conocía que aquél llanto de la niña era simplemente no preguntar, sólo comprender y dar espacio. Se levantó y salió de la tienda. Afuera las personas reían mientras preparaban almuerzo con la comida que Lisbeth les había regalado, ninguno estaba en realidad pendiente de ella y eso la tranquilizaba. Mientras Lisbeth divagaba parada frente a la tienda, escuchó unos disparos a la distancias, todos allí corrieron horrorizados hacia sus tiendas. Lisbeth tomó su revólver y caminó en una dirección cercana hacia donde había escuchado los disparos, escondiéndose detrás de los árboles a medida que iba escuchando más ruido. Al pasar entre los árboles se fijó de una persona en el suelo, una persona que en realidad estaba a segundos de morir. Asustada empezó a buscar algo anormal, pero sólo había árboles. Girando con la respiración acelerada escuchó disparos de ametralladoras, fueron muchos y todos en la dirección donde se encontraba el campamento. Lisbeth corrió a toda prisa a aquél lugar, al estar a unos metros de distancia se fijó en jóvenes y adultos que disparaban a quemarropa a las personas del campamento. Lisbeth fue a la tienda en que estaba la niña, tratando a toda costa de que ninguna de esas personas le viera. Tumbada sobre el saco para dormir que tenía, yacía el cuerpo muerto de la niña. La escena misma provocaba un profundo dolor, pero para Lisbeth el desespero la azotó de tal forma que no logró moverse por varios minutos, sólo el charco de sangre que emanaba la pequeña la hizo volver al pasado cuando tuvo que ver los cuerpos sin vida de su familia. La mente de Lisbeth corría pero antes de perderse decidió hacer algo, tendría mucho tiempo para lamentarse pero no tendría tiempo para hacerlos pagar a todos por llevarse la vida de una niña. Lisbeth empezó a disparar a quemarropa a todos aquellas personas que habían invadido el campamento, la frialdad volvió a ella y mientras se escondía tras los árboles escuchaba los erróneos intentos de aquellas personas por tratar de vivir. Cuando salía para apuntarles tenía la precisión exacta, quedaban unos cuantos que decidieron correr, pero Lisbeth estaba ciega de ira. Fue a uno de los cuerpos a los que ella había acabado, cogió una de las ametralladoras y disparó en dirección hacia donde todos habían huido. Aquél día… Lisbeth volvió a su hogar hecha un caos, de todo lo que había huido se había encontrado, ¿cómo se podía estar a salvo sabiendo que había que temerles de igual forma a las personas como a los infectados? Quizás el ser humano era la única especie que estando al borde de la extinción seguía luchando por el poder.




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