Señales del cielo

Capítulo 1 – El visitante de las estrellas

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Siempre soñaba con luces. A veces eran estrellas, otras veces eran palabras flotando en el vacío. Pero todas las noches, sin falta, el cielo se abría dentro de sus párpados.

La primera vez que lo vio, no tenía rostro. Solo una silueta hecha de luz azulada, flotando en el borde de un paisaje que no era tierra ni cielo. A su alrededor, un mar negro lleno de astros parpadeaba en silencio, como si observara sin juicio, solo presencia.

Anto se despertó sobresaltada, con el pecho latiendo como si hubiera corrido entre galaxias. Sentía el eco de esa figura aún brillando detrás de los ojos. No supo si fue un sueño o una visita. Pero desde ese momento, algo cambió.

Se sentó en su cama, encendió la lámpara pequeña y abrió el cuaderno que tenía en la mesa de luz. Las hojas ya estaban marcadas con frases sueltas, símbolos, fechas, cosas que había soñado sin entender. Pero ahora… había urgencia. Una necesidad de anotar cada detalle antes de que se borrara de su memoria.

“El ser sin rostro volvió. Esta vez me habló sin palabras. Me mostró un círculo brillante en el cielo. Dijo que es una señal. Que mire las estrellas cuando duerma.”

Lo escribió con la mano temblorosa. Había algo profundo en ese mensaje, aunque no sabía por qué. Como si cada palabra le perteneciera a otro tiempo. A otra versión de ella misma.

Desde entonces, cada noche era distinta. Cada sueño lo traía de nuevo, con un símbolo nuevo:
Una espiral flotando en el cielo.
Un reloj de arena hecho de nebulosas.
Una puerta suspendida entre dos constelaciones.

Al despertar, Anto buscaba en internet, en libros, en cartas astrales. Algunos de esos símbolos existían. Otros no… hasta que aparecían más adelante, en sueños distintos, conectados como piezas de un rompecabezas cósmico.

Pero lo que más le impactó fue el día que soñó con un nombre. “Asterion”, dijo la figura de luz, mientras extendía una mano hacia un cielo rojo lleno de lunas.
Al despertar, buscó el nombre, como hacía siempre. Asterion: un asteroide descubierto en 1997.
Sin quererlo, el sueño se había cruzado con la realidad.

Empezó a preguntarse si esos sueños eran solo suyos. O si alguien —o algo— los enviaba desde un plano más allá del tiempo.

Empezó a preguntarse si dormía... o si viajaba.

Y entonces llegó la noche del eclipse.

El cielo se tiñó de rojo. La luna se cubrió de sombra, y esa noche, Anto no soñó.
Pero al despertar, el cuaderno estaba abierto en su mesa.
Y en la hoja nueva, escrita con una letra que no era la suya, decía:

> “No fue un sueño. Fue el primer recuerdo.”

✨✨



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En el texto hay: autoconocimiento, mistica, realismomágico

Editado: 16.07.2025

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