-
A veces la gente la ve segura, fuerte, luminosa.
Y es verdad.
Pero detrás de esa paz, hay una historia.
Anto no nació acá.
Llegó a este país de muy chiquita,
de la mano de su mamá,
cuando solo tenía 4 años.
Su hermana era un bebé.
Y ella… no hablaba el idioma.
---
Todo era nuevo.
Todo era distinto.
Las palabras, los sonidos, las costumbres.
Pero Anto tenía algo que no se podía enseñar:
un corazón que quería conectar.
Y por eso, aprendió a hablar.
No solo por necesidad.
Sino por amor.
Aprendió para poder mirar a su familia y decir “te quiero”.
Para poder entender y ser entendida.
Para poder construir un lugar en un mundo nuevo,
aunque por dentro siguiera sintiéndose extranjera.
---
Su infancia no fue fácil.
Tuvo que crecer rápido.
Tuvo que ser fuerte, incluso cuando no sabía qué estaba sintiendo.
Tuvo que sostener, acompañar,
hacer silencio muchas veces…
y brillar igual.
---
Y en medio de todo eso, hubo una persona que siempre fue faro.
Su mamá.
Anto la admira con el alma.
Porque conoce su historia.
Porque sabe todo lo que vivió.
Y porque, aunque la vida le puso pruebas enormes,
su mamá nunca se rindió.
Es una guerrera.
Y no hace falta explicarlo.
Ella sabe por qué.
Y Anto también.
---
Y sin saberlo, todo eso fue moldeando su alma.
Hizo de ella una persona sensible, atenta, valiente.
Una persona que no se rinde.
Que cae, pero vuelve.
Que llora, pero no se apaga.
---
Hoy Anto es luz.
Pero no porque todo haya sido fácil.
Sino porque eligió convertir su historia en fuerza.
Es segura.
Ya no le importa encajar.
Es optimista.
Cree en el bien, aunque haya visto lo difícil.
Y es amorosa.
Porque aprendió desde muy pequeña el valor de tener cerca a quienes uno ama.
---
Ahora entiende que todo —hasta lo que dolió—
fue parte del camino.
Y no cambiaría nada.
Porque gracias a todo eso,
hoy es quien es.
Y eso, para ella, es un milagro.
---
Esa noche, en su cuaderno, escribió:
> “No soy de acá.
Y sin embargo, soy de todos lados.
Porque mi hogar… está en mi corazón.
Y mi corazón, siempre va con ella.”
💫✨✨