Sendero de Oscuridad: Del Abismo a la Luz

12. Promesas Vacías

A la mañana siguiente, iniciamos con el entrenamiento. Ginette me dijo que primero debería incrementar el límite de poder mágico que puedo acumular. De esta forma mis energías no se gastarían tan fácilmente.

Ella misma se ejercitará junto a mí para no quedarse atrás y ser capaz de competir conmigo.

-Necesito que cierres los ojos y te concentres para visualizar tu esencia -me exclamó-.

Seguí sus indicaciones e intenté sentir mi influjo místico, pude deslumbrar una especie de luz roja en mi interior que recorría todo mi cuerpo.

-Veo mi magia, es color rojo intenso -le dije-.

Ella se quedó callada unos segundos. Abrí mis ojos y vi que tenía una cara indescifrable, pero se le notaba un poco preocupada.

-¿Hay algún problema? -pregunté-.

-N-no importa, continuemos -respondió un poco nerviosa-. Necesito que gastes toda tu fuerza y después obligues a tu cuerpo a producir un hechizo.

-¿Y eso de qué rayos me sirve?

-Si a pesar de gastar toda tu energía mágica tratas de conjurar encantamientos, tu cuerpo empezará a desarrollar un mayor recipiente por necesidad. Entre más sobre esfuerces tu capacidad máxima de esencia, más podrás guardar en tu interior.

-¿Cómo se supone que debo gastar mi fuerza?

-Puedes lanzar muchos hechizos hasta quedarte sin nada -me sugirió-. Extendí la palma de mi mano en su dirección y cargué poder.

-Espera... ¿Me las vas a tirar a m-?

Antes de que pudiera terminar su frase, una esfera de fuego se formó en mi palma y fue lanzada hacia Ginette. Apenas logró esquivarla.

-Te voy a lanzar más conjuros, "escuálida", sortéalos si no quieres morir.

Decenas de "bolas de fuego" fueron arrojadas en su dirección, ella no era tan rápida físicamente y le costaba eludirlas todas. Estuvimos así durante un minuto cuando ella decidió que era suficiente y empezó a desviar las llamas con su bastón.

-Oye, eso es aburrido, se supone que tienes que evitarlas por tu cuenta -le reclamé-.

Ella estaba con la faz roja como un tomate, estaba furiosa. Casi que le salía humo de sus orejas.

-¡¿Qué demonios te pasa estúpido?! ¡¿Acaso quieres matarme?! ¡Los hechizos lánzalos a cualquier lado, no a mí, idiota!

-Tch... ¿Acaso no puedo jugar contigo un rato? Agradécemelo, te sirve de entrenamiento.

-¡¿HICISTE ESO PARA JUGAR CONMIGO?! ¡Mira mi ropa! ¡Ya no voy a poder utilizarla! -me gritó-.

-Está bien, ya entendí, no jugar con la "escuálida".

Pude sentir como me maldecía con la mirada y me deseaba la muerte.

Era extrañamente divertido molestar a Ginette. Lo hacía cada vez que podía. Su cara enojada se convirtió en cosa de todos los días.

Después de que ella se cambiara de vestimenta, empecé a gastar toda mi energía disparando "bolas de fuego" al horizonte, cuando súbitamente me empecé a sentir cansado y mareado.

El mundo estaba dando vueltas a mi alrededor. Jamás me había pasado esto. Traté de conjurar una "bola de fuego", pero esto incrementó mi sueño y fatiga. Sin poder resistir más caí rendido al suelo mientras mis ojos se cerraban lentamente.

Desperté repentinamente con un líquido recorriendo mi rostro, me habían echado agua en el rostro. Me levanté con un fuerte dolor de cabeza, confundido. Pude oír a Ginette decir:

-Oye, tienes que resistir las náuseas y vértigos si quieres que este acondicionamiento funcione.

Fue cuando reaccioné, me había desmayado por expulsar toda la magia de mi cuerpo.

-¿Eso siempre pasa si te quedas sin reservas de poder mágico? -pregunté-.

-¡¿Acaso no te habías dado cuenta?! Si en algún combate te quedas sin reservas de magia estás a merced del enemigo, por eso nadie la utiliza sin pensar. Las personas corrientes solo usan hechizos si es estrictamente necesario. Tienes mucha suerte, niño. Si te hubieras desvanecido en medio de una pelea ya estarías muerto.

Esto era un dato que jamás supe, nunca me había quedado sin reservas. Si hubiera ido a enfrentar a Adavass en esta condición probablemente no hubiera vivido para contarlo.

Gasté nuevamente mis fuerzas lanzando un montón de "bolas de fuego", esta vez no iba a pasar lo mismo. Me volví a sentir aturdido y enfermo cuando mi energía mágica llegó a cero, pero no desistí y seguí lanzando mis encantamientos.

Me dolía todo mi cuerpo, hacer conjuros sin poder místico hace que te duela la totalidad de tu ser, es como si te absorbieran la vitalidad. Llegó un momento en el que no pude aguantar más y caí al suelo. No había perdido el conocimiento, pero respiraba agitado y sentía un escozor agudo en todos lados.

-Lo has hecho bien, tendrás que hacer esto por un tiempo -me exclamó Ginette-.

Desde entonces, realicé este entrenamiento durante dos semanas. Puedo decir que fue el más complicado que tuve hasta el momento.

La "escuálida" también entrenó de la misma forma, pero ella no sufría tanto como yo, tenía más experiencia en esto.

Después de las dos semanas practicando, sentía como ahora yo podía almacenar el doble de esencia mágica. Ginette también aumentó bastante su influjo de energía, pero no tanto como yo.

-¿Por qué aumenté mi capacidad más que tú? -le pregunté-.

-Entre más realices este entrenamiento, menos efectivo será. Se podría decir que hay un límite en la fuerza mística que puedes obtener, eso depende de que tan apto seas para la magia. Es la primera vez que haces este entrenamiento, por lo tanto tus reservas incrementaron en gran medida. Debes ser descendiente de una familia con mucho poder mágico -respondió-.

Obviamente no solté ni una palabra ante su conclusión.

-Bueno, no es como que me importe -dijo Ginette-. Creo que es hora de que aprendas unos nuevos hechizos. Tengo tiempo para enseñarte dos encantamientos de fuego: "armadura de fuego" y "lluvia ígnea". La "armadura de fuego", no es más que una manta que se reparte en todo tu organismo, es una variación de la "bola de fuego" que ya conoces. Debes ser capaz de crear esferas de fuego en todas las partes de tu cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.