Sendero de Oscuridad: Del Abismo a la Luz

14. Fin de un Ciclo de Odio

No sé cuánto tiempo ha pasado, sin embargo puedo decir que no tanto como quisiera. Sé que no han transcurrido ni siquiera tres días, pero ME ABURRO DEMASIADO.

¿Quién diría que la muerte sería tan tediosa? ¿Voy a tener que estar así por toda la eternidad? Ya entiendo a lo que la gente se refería con el infierno. No hay nada que hacer: no puedo tocar nada, no puedo ver nada, no puedo oler nada y no puedo sentir nada.

Supongo que lo único bueno es recordar lo que podías hacer y podrías haber realizado cuando estabas en el mundo de los vivos.

Empecé a preguntarme por Ginette. Creo que debí visitar su pueblo natal cuando pude: pasear por las calles y comer una deliciosa comida junto a ella. El arrepentimiento de no pasar más tiempo con mi amiga me inundaba.

Fue en ese entonces que recordé a mi otro compañero:

Omen... él fue capturado por Adavass!

Me lamentaba de que mi corcel hubiera sido capturado por ese imbécil, pero ya no podía hacer nada; solo tener la esperanza de que pudo escapar de alguna manera, encontró a una linda yegua blanca como la de Ginette y fueron felices para siempre.

Cerré los ojos para encerrar mis sentimientos de culpabilidad y traté de dormir en la oscuridad.

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Mis párpados se abrieron para encontrarse con un cielo oscurecido, podía asumir que eran alrededor de las seis de la tarde. Estaba acostado en una cama dura observando las nubes grises y negras que señalaban la llegada de la lluvia.

Al observar mejor mi entorno caí en cuenta que me localizaba en una cabaña medio destruida, solo quedaba un viejo suelo de madera y unas paredes huecas que parecían iban a romperse con solo soplar.

Cuando mi sentido de la audición volvió, deslumbré el sonido de las llamas de una hoguera no tan lejos de mi ubicación. Giré mi cabeza para intentar ubicar el lugar de proveniencia del ruido, y fue entonces cuando lo vi: un anciano con una gran barba albina con ropas blancas y celestes.

Intenté levantarme de la cama, pero sentí un dolor agudo en todo mi cuerpo. Miré detenidamente mi estado físico para percatarme que estaba envuelto en vendas como una momia.

-Así que todavía estoy en el plano de los vivos -pensé indiferente-.

Mi memoria y habilidades de magia estaban muy débiles todavía. Y a pesar de tener la sensación de haber visto en algún sitio a ese anciano, no podía recordarlo. Me daba muy mala espina.

El viejo sin decir una sola palabra se acercó en mi dirección sosteniendo una taza con una bebida vaporosa.

-Ten, bebe este té, te ayudará a sanar más rápido -dijo el senil con una voz un poco ronca-.

Lo miré con desconfianza, pues no estaba dispuesto a que me dieran de tomar un brebaje desconocido.

El abuelo me miró por unos segundos y pronunció lo siguiente:

-Puedes tranquilizarte, no soy tu enemigo.

Esas palabras no fueron suficientes para convencerme. Yo no era un tonto como para caer en un truco tan estúpido como ese, este anciano claramente tenía otras intenciones de por medio.

El viejo solo suspiró antes de darme un golpe en la nuca que me obligó a abrir la mandíbula. Y en un movimiento veloz tiró todo el líquido hacia el interior de mi boca. No reaccioné lo suficientemente rápido y por instinto tragué el contenido de la taza.

-¡Cof, cof! ¡¿Qué rayos te pasa, anciano decre-?!

Antes de decir otra palabra, lo noté. Mi magia y sentidos místicos habían vuelto. Pude percibir la energía del abuelo al instante. Era el mismo aura de la persona que me había estado siguiendo desde hace muchos meses.

Así que el maldito por fin decidió actuar! -pensé agitado mientras me levantaba de la cama y me ponía en posición de pelea con las fuerzas que tenía-.

El vejete con las manos en su espalda y con voz tranquila pronunció:

-Si decides atacarme en ese estado, saldrás mal parado, jovencito.

Miré hacia mis vendas y reflexioné sin bajar la guardia: el viejo me cuidó durante todo este tiempo, si hubiera querido matarme, ya lo hubiera hecho.

-¡¿Quién rayos eres?! ¡¿Qué demonios quieres?! ¡¿Por qué me seguiste por tanto tiempo?! -le pregunté decidido-.

Hubo un silencio sepulcral, solo se escuchó el murmullo del viento durante varios segundos antes de que decidiera responder:

-Lo único que intento, es mostrarte el camino correcto a petición de tu padre. Y por esa razón es que hoy decido contarte la verdad de lo ocurrido hace trece años.

-¡¿A petición de mi padre?! ¡¿La verdad de hace trece años?! -pensé conmocionado-

-He estado siguiéndote, buscando el momento adecuado para poder asistirte. Hubo un periodo en el que llegué a pensar que no tendría que involucrarme personalmente. Tú encontrarías tu camino y Rafael podría descansar en paz; pero lamentablemente ocurrió la tragedia de Mugen, y volviste a entrar en el camino del odio.

-¡¿Qué rayos sabes tú sobre mi camino?! ¡Lo único que hiciste fue acosarme durante varios meses! ¡Deja de meterte en asuntos que no te incumben, abuelo decrépito!

-De hecho, este asunto me corresponde. Tu padre fue el que hace muchos años me pidió apoyarte, y en honor a él, cumpliré con su último encargo.

-¡Tch! -murmuré para mí mismo-.

Este tipo me estaba empezando a frustrar. Sentía que si no me controlaba, mi cuerpo se movería por su cuenta para reventarle la mandíbula. Pero... entre más me fijaba en su rostro, más familiar me parecía. Lo había visto en algún sitio.

Súbitamente me acordé:

-¡Tú eres...!, ¡el que estaba en la mansión ese día! -exclamé impactado-.

-Parece que ya me recordaste... Ahora que terminamos la reunión de antiguos conocidos, siéntate, te contaré la verdad del hombre al que conoces como Rafael.




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