Aceleré el paso con rumbo al conflicto de la armada real y el ejército de Adavass mientras las nubes en el cielo nocturno se tornaban oscuras. Pronto, una tormenta intensa cayó junto con una llovizna enorme y relámpagos que tronaban como si estuvieran cayendo a tan solo unos metros de distancia.
Al llegar al punto estratégico en la colina pude observar que todos los magos y espadachines del reino habían caído. Adavass y su milicia habían ganado la lucha contra las tropas reales.
-¡Avancen! ¡Conquistaremos Alcázar! -gritó Adavass levantando su espada en señal de guerra-.
Todos los soldados empezaron a marchar y a empujar las carretillas con los "cañones". A pesar de que una gran cantidad de reclutas de Adavass cayeron en batalla, eran todavía unos dos mil. Nadie podía enfrentarse a aquella cantidad, ni siquiera yo.
Estaba muy preocupado, no encontraba a Omen en ninguna parte. Acaso... ¿ya había muerto? Seguí buscando con la mirada alguna señal de vida de mi corcel cuando todo el ejército paró en seco. Me quedé confundido al ver que Adavass había levantado su mano en señal de detención. Pronto me di cuenta del por qué.
Un caballo negro con ojos azules se encontraba al frente de todas las tropas imponentemente. No tenía pensado dejarlos pasar a la ciudad real, se iba a enfrentar a ellos.
-Detente -pronunció Adavass-. No vale la pena, morirás si te enfrentas a mí. Vales demasiado dinero como para dejarte fallecer. Tienes suerte de que haya detenido al batallón. Pero... Si sigues intentando desafiarme insolentemente, no tendré más opción que aniquilarte.
Omen no fue intimidado ni en lo más mínimo por estas palabras, al contrario, empezó a cargar su pata como toro para abalanzarse en contra de él y acabar con esto.
-Eres un grandísimo estúpido -pronunció Adavass mientras extendía su mano para lanzar un hechizo hacia mi caballo-.
Mi corcel empezó a correr en su dirección para embestirlo mientras Adavass cargaba una magia poderosa de viento para arrasar con Omen.
-¡Este es el camino que tú elegiste!, ¡muere! -gritó tiránicamente-.
Antes de que pudiera desprender el encantamiento; aterricé del cielo con fuerza, levantando las gotas de agua del suelo. En un rápido movimiento agarré su muñeca interrumpiendo su esencia de viento.
-Te atreves a tocar a mi caballo, y estás muerto -amenacé a Adavass mientras le apretaba la muñeca y lo miraba a los ojos con la mirada más furiosa e intimidante de toda mi existencia-.
-¡Tú!, ¡¿qué haces vivo?! -exclamó con sorpresa-.
Omen parecía sorprendido que apareciera de repente, pero pude sentir su felicidad.
-Tranquilo amigo, no tienes que hacerlo -calmé a Omen-. Yo me encargaré de acabar con él.
Después de decir estas palabras, Adavass se liberó de mi agarre realizando una acrobacia hacia atrás dirigiéndose a su ejército.
-No interfieran a no ser que yo les diga, solo serán un estorbo -declaró Adavass-.
Mi corcel retrocedió un poco para darme espacio para combatir. Esto era la batalla final, todo culminaría aquí.
Los sonidos de truenos y gotas de lluvia cayendo sonaban por toda la explanada mientras Adavass y yo nos fulminábamos con la mirada. Fueron unos segundos que parecieron horas y en los que puedo decir: la tensión en el aire no pudo ser mayor.
Adavass rompió el silencio:
-¿Así que sigues vivo, Caleb? Eres igual de obstinado que tu padre.
-Supongo que sí -alegué-. Él fue un maldito que no cedió ante el destino y creo el suyo propio.
-Ese destino que mencionas, solo hizo que lo asesinara. Y ese mismo destino será el que acabe contigo en esta noche.
Yo solo lo miré y no pude evitar sonreír levemente:
-No lo entenderías.
Después de mencionar estas palabras, una expresión de angustia se presentó en Adavass antes de proceder a atacarme con su espada:
-¡No te atrevas a burlarte de mí, niñato!
En un movimiento veloz, Adavass abalanzó su filo en contra de mí. Yo rápidamente desenvainé mi Etherius para contrarrestar su estocada inicial. Cuando ambas hojas chocaron, una onda expansiva de poder se extendió por toda la mojada llanura, iniciando el combate.
Yo lo pateé en el abdomen para alejarlo y seguidamente acometí en su contra intentando tajarlo. Él esquivo con algo de esfuerzo y me golpeó en la espalda con fuerza. Caí impactado al suelo mientras Adavass tomaba distancia.
Me levanté con algo de dolor del piso para reflexionar: Mis movimientos no son del todo precisos, desde hace una semana que no peleo, estoy muy oxidado. Si tuviera que comparar mi poder físico con el de Adavass actualmente diría que estamos a la par. Necesito utilizar hechizos para tener ventaja sobre él.
Empecé a cargar poder mágico para realizar "corriente de aire" y aumentar mi velocidad de movimiento.
Adavass intentó cortar con su espada desde la parte de abajo, pero con la rapidez mejorada evité con una voltereta hacia adelante y pude realizarle una incisión en el dorso. Adavass gritó de dolor ante la tajada en su espalda.
-¡Maldición!, no pude atinarle al cuello -pensé para mí mismo-.
-¡Eres un maldito! ¡Estás muerto!, ¡disparen! -gritó Adavass dando órdenes a sus tropas-.
Mi atención se centró en los "cañones" que me estaban apuntando para dispararme. La primera bala se dirigió en mi dirección a gran celeridad, pude sortearla a duras penas debido a lo repentino del ataque.
Me empecé a concentrar en esquivar todos los cañonazos, si perdía aquel enfoque por solo un segundo, me atinarían una bala. Eran al menos cincuenta "cañones" tiroteándome.
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Editado: 04.05.2025