Señor Mentira

4. ¿Cuántas veces?

 Los días habían pasado volando tan rápido que ni siquiera había contado los días desde aquella vez en el restaurante italiano. Había tomado un trabajo extra del que ya tenía como mesera, tal y como lo había dicho y gracias a ello pude pagar el alquiler de la casa junto con los gastos que teníamos, aunque tenía que trabajar el doble por lo que mi día a día había sido demasiado agotador. Había costado trabajo pero aún así lo habíamos logrado, aunque no estábamos libres totalmente de ellos, tarde o temprano los gastos se volverían a acumular, era algo que ya sabía, pero que aún así trataba que no me afectara.

Hoy era mi día libre.

Lo había pedido especialmente el día de hoy porque era el cumpleaños de Hazel.

El día de ayer había llamado a su tía y tío para que vinieran a acompañarnos, ya que yo me encargaría de organizar la pequeña fiesta familiar. Había traído comida del restaurante que había comprado con mi sueldo de esta quincena, así como algunos globos y gorros para fiesta.

Entré al departamento tratando de mantener mi equilibrio con las bolsas de comida mientras aún sostenía la llave que se mantenía pegada a la puerta. Una vez dentro, deje las compras sobre la mesa, suspirando del cansancio por el largo trayecto recorrido.

Saqué mi teléfono de mi bolsa al escuchar el sonido característico que éste tenía, notando en el identificador de llamadas, el nombre de la tía de Hazel.

– Tía Dafne, ¿ya está aquí? – pregunté a penas atendí a la llamada.

– Si querida, ya estamos subiendo las escaleras.

– Deje la puerta abierta, pueden entrar sin problemas.

Ella agradeció por ello y colgó la llamada. Podía escuchar sus pasos subiendo los escalones. Dejé mi celular sobre la mesa para poder dedicarme a colocar los platillos de comida y adornar la mesa colocando el mantel color hueso que aún se mantenía intacto a pesar de acompañarnos en nuestras fiestas de aniversario y en los cumpleaños de alguno de los dos. 

– Llegamos justo a tiempo para ayudarte. ¿Como estás querida, Dina? – saludó el tío Aron depositando un beso sobre mi mejilla al mismo tiempo en el que la señora Dafne me daba uno en la mejilla contraria.

– Llegaron más temprano que lo esperado. Aún no tengo todo listo.

Ambos hicieron un movimiento con sus manos restándole importancia al asunto.

– No te preocupes, ¿llamaste a Hazel? – preguntó la señora Dafne tomando algunos globos en sus manos para comenzar a inflarlos, aunque llamarle señora era por puro respeto ya que ella aún era muy joven al igual que el tío Aron, ambos eran jóvenes cuando decidieron cuidar de Hazel y el hecho de que no pudieran tener hijos hacía que vieran a Hazel como uno. Ahora ya estaban en sus cuarenta pero aún así lucían jóvenes.

– Es una sorpresa tía Dafne, no tarda en que regrese a casa, así que estará aquí en unos cuantos minutos.

Ambos asintieron convencidos, comenzando a ayudarme a colocar los globos al rededor de la casa. Los globos eran de helio, lo que hacía que estos se pegaran al techo dejando el listón con el cual los habíamos atado, darle el decorado a la habitación. Colocamos la mesa con los platos de comida ya en ella, había traído el espagueti que tanto le gustaba a Hazel así como algo de carne para acompañarlo, el pastel yacía ya en el refrigerador, el repartidor no había tardado tanto tiempo en traerlo.

La habitación ya se encontraba arreglada, con los globos adornando el techo y las cortinas con purpurina en un lado de la habitación donde se encontraba el: feliz cumpleaños Hazel, escrito en mayúsculas y con papel brillante. 

– Ya está listo. Solo iré a cambiarme y vuelvo – anuncie sosteniendo la bolsa que traía con mi cambio de ropa.

– Ve, querida. Te esperaremos aquí.

Les sonreí a ambos en respuesta, a lo que ellos imitaron mi acción, despidiéndome con una sonrisa.

Entré en el baño con una sonrisa adornando mis labios. Me quité los jeans que traía puesto junto con el suéter color mostaza que me había puesto esta mañana, por un vestido de lentejuelas color rojo, que me había comprado Hazel en mi cumpleaños el año pasado.

Estaba feliz con ello.

No había necesidad de que él me comprara cosas costosas o que solo me diera regalos de vez en cuando, estaba feliz con lo que él me entregara, así es como siempre había sido. Supongo que todos nos acostumbramos a algo en la vida, y yo me había aferrado a un poco de amor que se me era entregado; Siempre nos conformamos con algo que creemos que esta bien. Para mí esto estaba bien, no conocía un amor distinto al que tenía con Hazel. No sabía en qué consistía el amor para otras personas, pero si a mí me hacía feliz esto, suponía que estaba bien, que no necesitaba más de lo que ya recibía.

Pinté mis labios con el labial rojo que había comprado hace un tiempo y que no había tenido la ocasión para usarlo. El color rojo hacía resaltar lo pálido que era mi piel y al mismo tiempo le daba el color que éste necesitaba. No puse nada más en mi rostro, ya que no tenía el dinero necesario para desperdiciarlo en maquillaje, así que solo coloque el labial en mis labios y algo de rimel en mis pestañas que me había prestado Elena. Ate mi cabello en una coleta alta, acomode los rulos de mi cabello sobre mis hombros, desenredándolos con suavidad para después colocarme un par de aretes color plata que había comprado en el mercado y finalmente calzarme las zapatillas del mismo color que mis aretes.

Me miré al espejo, sonriente por lo bien que me veía.

Hazel igual se alegraría. No siempre usaba algo de maquillaje ni usaba este tipo de ropas, pero hoy era un día diferente a otros, así que debía de usarlo.

Cuando salí del baño, los chiflidos de parte de la tía y el tío de Hazel no se hicieron esperar, causando mi sonrojo.

– ¡Te ves tan hermosa, Dina! Mi sobrino es tan afortunado – aplaudió la tía Dafne, sosteniendo sus manos en posición de rezo mientras me miraba con ternura.




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