5. Recuerdos en llamas.
Sentía los ojos hinchados y pesados por causa de las lágrimas que no se habían detenido. Había dejado salir todo apoyada en el pecho de Amir.
Me sentía avergonzada por ello, pero aún así traté de ocultarlo. Me removí nerviosa en la banca de madera que se encontraba en la calle, Amir venía hacia mí con una botella de agua en sus manos. Se sentó a mi lado, aún sin decir nada. Su silencio me ponía nerviosa, pero si hablaba lo estaría mil veces más.
– Gracias – murmuré agarrando la botella de agua que me ofrecía. Quité la tapa y me la lleve a la boca para beberla en pequeños sorbos. Sentía la garganta reseca debido al llanto.
Él simplemente asintió en respuesta.
Miré nerviosamente a todos lados sin tener la intención de que nuestras miradas se cruzaran, pero sin quererlo, mi mirada se posó en sus manos, notando la sangre seca que se encontraba en sus nudillos.
– ¿No te lastimaste?
Él me miró confuso para después seguir la dirección de mi mirada y observar sus manos sobre sus piernas.
– No es nada – dijo despreocupado.
– Déjame ayudarte – propuse tímida.
Él no dijo nada por lo que tomé su mano con las mías que temblaban sin control alguno. Con mi mano derecha acerque la botella de agua hacia su mano, derramando agua por chorros pequeños para posteriormente limpiar la sangre de sus nudillos con mis dedos.
Amir solo me observaba. Siguiendo mis movimientos en cada segundo, sin perderse ningún detalle de lo que yo hacía.
Tallé suavemente ese lugar en específico que tenía las salpicaduras de sangre, hasta que éstas desaparecieron casi por completo. No había rastros de que él se hubiese lastimado, solo estaba la evidencia de los golpes letales que les había propinado a aquellos chicos.
– ¿Practicas artes marciales?
Él negó con una sonrisa. Apartó su mano de la mía y la colocó nuevamente sobre sus muslos.
– El box es el deporte que práctico en mis días libres.
Traté de detener el chillido de asombro ahogándolo en mis labios, pero éste ya había escapado antes de poder hacerlo.
– ¿Estás bromeando conmigo?
– Jamás lo haría.
El gris de sus ojos había desaparecido casi por completo de su iris por causa de la oscuridad de la noche, incluso podrían ser confundidos por el negro. La intensidad de su mirada seguía siendo la misma. Su mirada irradiaba aquel brillo que hacía juego con la sonrisa coqueta que tenía justo ahora.
¿Quién es exactamente Amir Cromwell?
Esa pregunta había surgido de repente en mi mente. Su sonrisa era casi angelical, pero aquellos ojos grises eran engañosos y me hacían dudar de lo celestial que era su apariencia. Era tanto invierno como era un día soleado. No podría saber solo con acciones que tipo de hombre era Amir, ya que aquella mirada que hacía callar a cualquiera, junto con lo intimidante que lucía, me hacían dudar de su verdadero carácter. Incluso su silencio me atemorizaba.
No había dicho nada de lo ocurrido. No me había pedido explicaciones, incluso me había consolado en sus brazos, pero esas mismas manos que habían acunado mi rostro tan delicadamente, habían golpeado cruelmente y sin parar a un hombre hace unos instantes.
– Debo volver a casa – mascullé encogiéndome en mi lugar al recordar aquella escena. De repente la ira hacia Amir se había esfumado, por el momento.
– Te llevaré. Vamos.
Se puso de pie y camino hacia el auto estacionado a unos metros de nosotros. Abrió la puerta a lado del copiloto para que yo pudiese entrar y así lo hice, con una sonrisa incómoda en mi rostro entré al auto y él cerró la puerta después de que yo me hubiese sentado.
Todo el auto estaba impregnado de su aroma. El olor era suave, no como los demás aromas que los chicos que yo conocía solían usar, no era como el potente aroma varonil que desprendía del cuerpo de Hazel, éste era más suave, más tranquilo, más hipnotizante. Tal vez era tonto decirlo, pero Amir Cromwell olía a brisa marina, olía igual que el océano en pleno verano. El aroma que lo rodeaba era tan diferente a su personalidad.
Me acomode en el asiento un tanto abrumada porque el olor de su colonia me estaba torturando.
– ¿Puedes abrir la ventana del auto? – pregunté un tanto temerosa.
– Por supuesto.
Apretó uno de los botones de su auto y los cristales de la ventana descendieron automáticamente.
Inspirar el aire puro me había tranquilizado en sobremanera y ya podía respirar con más tranquilidad, como si hubiese estado reteniendo la respiración hace unos instantes.
El aire fresco de la noche había impactado en mi rostro, tranquilizándome al instante. Era como si hubiese tomado una gran bocanada de aire puro desde hace mucho tiempo. El transcurso a mi casa fue más rápido de lo esperado, tal vez se debía a que no hubieron muchos autos transitando la ciudad esta noche y los semáforos parecieron coordinarse para que ninguno se pusiera en rojo.
– Gracias por traerme – contesté una vez se estaciono cerca de mi casa. Me tragué las preguntas por el momento, ya que me había olvidado de darle indicaciones para traerme a mi casa y tal y como me lo esperaba, Amir ya sabía donde vivía. No era algo de lo cual hacer exageraciones, cuando Amir Cromwell quería algo, lo conseguía.
– Bajaré yo sola, no hay necesidad que me acompañes hasta la puerta – mencione cuando vi sus intenciones de bajarse del auto una vez que se quito el cinturón de seguridad.
– Como quieras. Nos veremos luego.
Aprisioné las palabras que querían salir de mi boca, mordiéndome los labios mientras salía del auto. Quería decirle que no habría una segunda vez, que no nos habíamos vuelto cercanos solo porque derramé un par de lágrimas estando a su lado, o porque me haya salvado de unos idiotas en la calle. Esto no se volvería a repetir. Me había encontrado vulnerable y esa era la única razón por la que hoy decidí no insultarlo, pero eso no significaba que mi disgusto hacia él hubiese desaparecido. Más no dije nada, me quedé en silencio y simplemente sonreí falsamente hacia él, para posteriormente darme la vuelta y caminar hacia mi casa, lo que hubiese hecho si su voz no me hubiera detenido después de dar un paso lejos de él.
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Editado: 07.04.2022