Señor Mentira

7. Mi condena

 – ¿Te encuentras bien?

Como iba a estar bien si él me ponía en situaciones como esta cada vez que estábamos juntos.

– Perfecta – contesté sarcástica, dedicándole una sonrisa de boca cerrada.

– Sabía que dirías que no a la propuesta del señor Oliver, a mi también me pareció una ridiculez esa idea pero no podía decírselo personalmente porque en esta ocasión él tiene la mayoría de los gastos de esta construcción.

Su explicación no me interesaba en lo más mínimo, pero discutir con Amir haría que aquellos recuerdos que invadían mi mente, desaparecieran aunque fuera solo por el momento.

– ¿Y debía ser yo la que se lo dijera? – pregunté incrédula. Amir siguió con su vista fija en la carretera mientras conducía. – Déjame recordarte que no tengo nada que ver contigo.

– ¿Entonces porque sigues viajando en mi auto, justo a mi lado? – inquirió divertido. Las comisuras de sus labios se extendieron en una perfecta sonrisa a medias.

Boquee un par de veces como pez fuera del agua mientras trataba de buscar una respuesta a su pregunta anterior. ¿El destino tal vez? No lo sabía, pero él tenía razón, últimamente habíamos pasado una que otra situación juntos y eso estaba lejos de agradarme. No tenía una explicación para eso, simplemente cuando me daba cuenta de la situación en la que estaba, Amir estaba justo a mi lado como la mosca en la sopa.

– Eso no importa, ¿cómo sabías que diría algo razonable? Pude haber dicho algo estúpido.

– No lo harías – respondió seguro de sí.

– Si lo haría.

Él negó con su cabeza ligeramente.

– Estoy seguro de que no.

– ¿Porqué lo estás? ¿Qué te asegura que soy una persona de fiar cuando ni siquiera me conoces realmente?

– Por eso estoy aquí. Por eso vine a Risten, para conocerte, Dina.

Me volví a callar. Nuevamente sus palabras me habían dejado con la boca abierta y sin respuesta alguna. No podía refutar nada en su contra porque no encontraba las palabras correctas para contradecirlo.

– No lo harás. Esta será la última vez que nos veamos, después cada uno seguirá su propio camino.

– Entonces debes aceptar un regalo por ser nuestro último encuentro – dijo sacando algo de su pantalón, sin quitar su mirada del camino. Detuvo el auto cuando el semáforo se colocó en rojo, se giró hacia mí y depositó una pequeña semilla en mi mano.

– ¿Qué es esto?

– Te lo acabo de decir, un obsequio de mi parte.

– ¿De qué flor es? – pregunté con curiosidad, sintiendo la textura de la semilla y recorriéndola delicadamente con mis dedos.

– No lo sé, lo acabo de recoger hace un rato, así que vamos a descubrirlo.

No comenté nada acerca de su manera de hablar en plural acerca del futuro de la semilla, al contrario continué observando la pequeña semilla en mis manos, pero por más que la mirara no podría saber que tipo de flor nacería de ella.

Seguimos nuestro camino sin interrupciones. Me aliviaba saber que finalmente estaría en casa dentro de unos cuantos minutos.

– Vamos a detenernos aquí.

Me giré hacia Amir al escucharlo.

– ¿Porqué nos detendremos?

– Porque compraré una maceta – respondió señalando la florería a unos metros de nosotros, justo cruzando la carretera. Se quitó el cinturón de seguridad y salió del auto para posteriormente rodearlo y abrir mi puerta.

– ¿Vas a bajar esta vez? – se burló descaradamente.

No conteste pero aún así salí del auto.

Caminamos hacia la florería, siendo atendidos de inmediato por un chico de aproximadamente doce años, con pecas en sus regordetas mejillas y una sonrisa amable que sacaban a relucir la blancura de sus dientes.

– Señor Amir, es una honra para nosotros atenderlo, ¿qué se le ofrece? – se apresuró a decir el chiquillo a penas lo vio, por lo que estaba de más resaltar que toda la familia Cromwell era muy conocida para todo Risten.

– Quiero comprar una pequeña maceta, así como tierra para colocar una semilla.

– Por supuesto – dijo efusivo, corriendo adentro de la tienda hacia la señora del mostrador que parecía ser su abuela.

En lo que el niño tardaba en volver, yo me dedique a inspeccionar la tienda por completo, admirando cada una de las flores que había en ella, así como los hermosos arreglos florales que habían sido hechos de una manera tan sutil pero al mismo también tan precioso, dejando ver el esfuerzo que se había puesto en ellos.

– Señor Amir, puede venir por aquí con su acompañante, les enseñaremos las diferentes macetas que tenemos y así usted puede elegir la que más le agrade – manifestó la mujer con una sonrisa igual de amable como la de su nieto. Sus ojos se notaban cansados por la edad, pero el brillo que había en ellos aún se conservaba.

Ambos nos acercamos tal y como ella nos indico. No cabía duda que me había dejado llevar por la situación, había ido principalmente a discutir con Amir en su oficina y ahora me encontraba acompañándolo a comprar una maceta, no había duda que el destino te colocaba en lugares completamente inesperados solo para su total diversión.

Al llegar al mostrador el niño ya había colocado cada una de las macetas sobre el, para que pudiésemos verlo mejor.

– Elige – decidió Amir, indicándome con un ademán que eligiera una de aquellas macetas que habían puesto frente a nosotros.

Las malas palabras que iba a dirigir en su contra, fueron retenidas debido a las sonrisas amables del niño y la anciana, ambos tenían en su rostro una expresión de alegría pura que no dejaban que discutiera con Amir en este preciso instante. No podía simplemente ponerme a discutir con Amir frente a ellos, aunque hacerlo también significaba una perdida de tiempo ya que terminaría siendo convencida por él.

– Esta, esta bien – señalé una pequeña maceta con degradado de color azul cielo y blanco. La sonrisa de la mujer se hizo más grande.

– Es una buena elección, es una maceta hermosa.

Concordé con ella con un asentimiento de cabeza.




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