Señor Mentira

11. Alarma

 Definitivamente usar vestidos costosos me hacían recordar el pasado.

Me hacía retroceder hacia aquella tarde de jueves donde todo terminó para nosotras.

Mientras me colocaba los pendientes frente al espejo recordaba lo sucedido hace unos años atrás, recordaba las lágrimas de mi madre por la traición y las lágrimas de mi hermano Dylan por no entender lo que sucedía, yo no lloré ese día, me trague mis lágrimas y las escondí en un lugar en el que nunca pudieran salir o ser encontradas. Me tragué aquel resentimiento, aquel enojo, aquella decepción y cuando llegamos a Risten tomé el mismo camino que mi madre nunca quiso para mi, pero Hazel Evans era lo que necesitaba para olvidar, para perderme en aquel amor enfermizo y evitar seguir recordando el pasado. Después de todo para una hija, su padre siempre es su héroe.

– ¿Ya estás lista? – preguntó Amir asomándose en la puerta entrecerrada. Lo miré a través del espejo y le dediqué una sonrisa cordial en respuesta.

– Te espero afuera en el auto.

Fue lo último que dijo para después volver a cerrar la puerta y dejarme sola nuevamente. Segundos después apareció mi madre con una sonrisa de oreja a oreja.

– ¿Porqué estas tardando tanto, Dina? Vamos, apresurate, esta noche es muy especial para nosotras, Amir va anunciar su compromiso contigo y todo Belgrado lo escuchara.

– No es para tanto mamá, ya estoy lista, en un momento bajare.

– ¿Como que no es para tanto? Sabes muy bien quien lo escuchara, espero que cuando lo vean se retuerzan del enojo.

Me di la vuelta y me levante del banco frente al espejo para poder abrazar a mi madre.

– Lo harán, mamá, lo harán.

– No quiero que pienses en Hazel, Dina. En el momento en el que pisaste Belgrado, Hazel Evans dejó de existir para ti, ¿entendido?

Asentí automáticamente, como si me hubiese convertido en una marioneta manejada por mi mamá.

– Ahora tus pensamientos solo deben de estar centrados en Amir, se casaran pronto así que debes de enamorarte de él lo antes posible.

– ¿Porqué tiene que casarse?

Ambas nos separamos al escuchar a Dylan ingresar a la habitación con el ceño fruncido, seguro había escuchado nuestra conversación a escondidas detrás de la puerta como solía hacerlo en algunas ocasiones.

– Son cosas de adultos, Dylan, ve a tu habitación.

– Siempre dices lo mismo mamá, Dylan ve a tu habitación, no pretendas que soy un niño ignorante, se perfectamente lo que pasa con ustedes, papá me dijo eso, que yo era el que las cuidaría a ustedes en su lugar, que yo era el hombre de la casa a partir de ese momento.

Sentí como mi mamá se tensaba a mi lado, podía sentir los escalofríos que la recorrieron porque fue exactamente lo que me pasó a mí al escuchar a Dylan pronunciar a ese hombre después de tantos años.

– No vuelvas a decir algo así, Dylan. Nunca vuelvas a mencionar a ese hombre ni mucho menos te compares con él.

– ¿Porqué no? ¿Hay algo que no sepa? Ya no soy un niño – dijo viéndome a los ojos, suplicando con aquellos ojos inocentes que le contáramos la verdad – ya estoy en edad para saber lo que ustedes ocultan y no permitiré que mi hermana se case sin su consentimiento. Si ella ama a alguien más, ¿porqué tiene que casarse con ese hombre que a penas lo conocemos?

– No sigas, Dylan. No tienes porqué involucrarte en esto y no voy a repetírtelo – pronunció ella entre dientes, reteniendo la ira que sentía. No podía desquitarse con mi hermano por algo que no le correspondía y ella lo sabía muy bien.

– ¿Hermana?

Se acercó a mí una vez que mamá salió de la habitación echa una furia, azotando la puerta de mi habitación como si se estuviese desquitando su enojo con ella.

– Estoy bien, Dylan. Ya eres todo un niño grande, sabes como defender a tu hermana mayor.

Él sonrió.

– Así me lo dijo papá, que debía de protegerte.

Intenté mantener la compostura por él. No quería que la mención de aquel hombre me afectara.

– No estoy haciendo esto por mamá, lo estoy haciendo por todos, así que no te preocupes, nadie me está obligando.

Dylan sonrió, sus pequeños dientes blancos se asomaron en su sonrisa haciéndolo ver inocente. Él aún lo era, me aseguré de que así fuera, de que los eventos del pasado no lo dañaran e hice lo posible para que él no pensara en ello e intentara recordarlo.

– Si así lo dices hermana, entonces supongo que todo esta bien. Solo que, ¿no crees que es muy amargado? No lo veo sonreír cuando esta contigo, ni con nadie, y a parte es demasiado mandon y siempre acomoda su cubierto en el mismo lugar en el que lo dejo la primera vez. Extraño.

Dylan sacudió sus hombros como si aquello que había dicho le hubiesen causado escalofríos.

Amir tenía una peculiaridad extraña de ordenar las cosas, siempre que tomaba algo se aseguraba de dejarla en el mismo lugar en el que había estado segundos antes de que él las agarrara, aunque su manía por el control no era tan grave, había situaciones en las que eso no le importaba, o eso era lo que queríamos creer, no habíamos convivido con él por tanto tiempo pero su control obsesivo se podía notar desde el primer día.

– Si lo dices así, entonces supongo que debo pensarlo dos veces antes de casarme, ¿no es así?

Dylan sonrió complacido.

Me despedí de mi pequeño hermano y bajé las escaleras de la enorme casa con el sonido de mis tacones resonando con cada una de mis pisadas. Amir dirigió su mirada hacia mí al ver que iba hacia él. Se separó de su hermano y me miró con su rostro serio de siempre, pero con la diferencia de que en sus ojos habían un brillo que no había podido ocultar tras desviar su mirada de la mía.

– Es hora de irnos – dijo a su hermano. Elliot hizo un ademán con su cabeza para despedirse e ir hacia su habitación.

Después de perderlo en el pasillo, nos dirigimos hacia la entrada, Amir abrió la puerta, cediéndome el paso antes que él, le sonreí incómoda por su acción caballerosa pero aún así pase a su lado y camine directo hacia el auto sin voltear a verlo.




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