La noche pasada se había convertido en un sueño más.
Era como si aquella noche hubiese sido parte de mi imaginación, solo un sueño que yo había tenido en mis momentos de debilidad y donde mi pobre corazón había contribuido para representar sus deseos más profundos, porque todo lo que había pasado parecía solo ser recordado por mí ya que él actuaba nuevamente con aquella normalidad escalofriante a la que ya me había acostumbrado. Era como si aquel Amir que me había propuesto matrimonio como si fuera un contrato empresarial, hubiese regresado, o tal vez nunca se había ido, tal vez él seguía siendo el mismo y era yo la que buscaba la justificación de cada uno de sus actos y las atribuía a actos de un enamorado.
Siempre buscando lo mismo, siempre persiguiendo el mismo sueño, encontrar a alguien a quien amar y poder ser amada, a pesar de decir que el amor ya no entraría en mi vida, a pesar de jurar haber elevado mis barreras e impedir que el amor entrara a mi ingenuo corazón una vez más, sin embargo, no lo había logrado, nunca le negué la entrada a Amir desde el primer instante en el que lo conocí, no le cerré las puertas cuando vi las señales de alarma en todos sus actos, al contrario, lo dejé entrar y derrumbar todo a su paso, ¿porqué lo detendría ahora?
– Dina.
Sacudí mi cabeza, como si aquel acto fuese capaz de evaporar los pensamientos en mi mente y dirigí mi mirada hacia mi madre que me miraba interrogante.
– Pasame la sal y baja de esa nube porque diré algo importante – dijo lo último entre dientes para que solo yo pudiese entenderle.
Carraspee acomodándome nuevamente en la silla, optando una postura más recta a la que tenía y prestando atención a lo que se vendría. Dejé el tenedor devuelta en el plato de pasta, el hambre se me había ido con solo dar un vistazo a aquella mirada grisácea que me martirizaba todos los días.
Amir se encontraba frente a mí en la mesa, su madre se sentaba a la cabeza de todos y justamente yo estaba a su lado, por lo que el aire siempre era asfixiante en el comedor; tenerla tan cerca era demasiada tortura como para que Amir igualmente estuviera frente a mí. Nuestra relación había avanzado exactamente nada y no es que hubiésemos vuelto al punto de inicio, porque en aquel entonces si hablábamos entre nosotros, el problema consistía en que contrario a un punto de partida, habíamos entrado a un punto sin retorno, donde no teníamos vuelta atrás y donde solo teníamos una opción y ambos lo sabíamos, en mi caso, yo no tenía algo que me impidiera aceptar aquella opción que flotaba entre ambos, pero en su caso, presentía que había miles de peros que impedían su elección, lo que me hacía preguntarme...
– ¡Dina!
El gruñido de mi madre a mi lado me hizo volver a la realidad.
– Esta bien, lo siento – susurré poniendo mis manos en alto de manera disimulado. Mi madre suspiro ante mi falta de concentración, pero opto por restarle importancia y decir lo que tenía que decir antes de que nuevamente me perdiera en mis pensamientos.
Se acomodo el cabello detrás de su espalda y carraspeo para llamar la atención de los presentes.
– Creo que deberíamos establecer una fecha para la boda – soltó sin más, logrando que todos la miraran atónitos.
Elina había dejado caer estrepitosamente su tenedor sobre el plato, causando que este sonara terrible ante el impacto; Eliot había dejado su vaso suspendido en sus labios sin llegar a beberlo mientras que Dylan seguía comiendo sin entender la gravedad del asunto. Si yo estuviese bebiendo algo en estos momentos, de seguro lo escupiría apenas la escuchara, aunque ese fue el caso de la señora Cromwell quien se encontraba tosiendo sin control alguno a mi lado. Le pase amablemente su vaso de agua que estaba en la mesa, lo cual ella acepto de mala gana.
– ¿Estas bien?
Lya asintió a la pregunta de su hijo, para por consiguiente mirar a mi mamá con odio.
– Ya habíamos hablado de esto, Regina.
– Es cierto señora, lo había consultado con usted pero ahora decidí consultarlo con mi futuro yerno, ¿no es así Amir?
Amir permaneció callado, mirando en silencio a mi madre en la espera de que continuara de hablar.
– Llegaste a mi puerta y dijiste que querías la mano de mi hija, que la harías feliz y yo decidí correr el riesgo contigo, ¿no te has arrepentido, no es cierto?
Él bajo la cabeza, incluso podía intuir que había apretado los puños debajo de la mesa debido a su expresión. Sus ojos grises temblaban y su expresión pulcra con ellos.
Deje la servilleta que tenía sobre mis muslos; devuelta en la mesa, para después arrastrar la silla donde me encontraba sentada para poder levantarme y salir del comedor ante las miradas que estaban puestas en mí, esperaban que dijera algo al momento de levantarme pero lo único que hice fue marcharme de ahí con la poca dignidad que aún me quedaba. Esto había sido una muy mala decisión desde el principio, ya no había vuelta atrás pero todavía podía fingir que no me dolía ser tratada como el juguete de un chico rico.
Salí de la casa y caminé en línea recta hasta llegar a Ilyas que esperaba frente a la casa con el coche listo para llevarnos al colegio.
– Llevame a la escuela – pedí una vez llegué frente a él.
Ilyas observó detrás de mí para comprobar que no llevaba mi mochila conmigo, por lo que frunció el ceño confundido.
– Debemos esperar a la señorita Elina – dijo en excusa.
– Ilyas, por favor, llevame a la escuela. Elina se irá con Amir. – mentí para tratar de persuadirlo, lo cual conseguí.
Aunque Ilyas parecía algo desconcertado con mi actitud, no dudo en subirse al coche y conducir hacia la escuela. No tenía otro lugar al que ir, o el que conociera que no fuera el instituto. Habían pasado años desde que estuve en Belgrado, por lo que toda la ciudad había cambiado, sin detener su paso había avanzado sin nosotras y eso realmente daba igual, todo parecía carecer de importancia cuando tenía un solo pensamiento en mi mente.
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Editado: 07.04.2022