Señor Optimista

Capibara de bolsillo para el mal viaje de Joaquín

—¿Disculpe? —Eugenio pareció haber escuchado mal al director. No era forma que la citación a su oficina después de almuerzo significase eso—. Me dice- ¿eh?

—Escuché que la banda continuó, después de la boda de mi ahijado —dijo el directo entre pausas, con sus manos entrelazadas y apoyadas sobre el caoba del escritorio. Su charla era tan pausada que parecía estar cauteloso a que Eugenio no saliese corriendo.

Porque lucía con todas las ganas de hacerlo. —¿Depende de mi respuesta variará el castigo?

—No. La Municipalidad me contactó para preguntarles a ustedes si les gustaría tocar para la fiesta navideña.

—Navideña —rectificó, y miró el calendario de la pared. La fotografía de Laura Pausini estaba en su esplendor, y bajo resalta en un rojo el mes de octubre—. Pero no estamos en navidad.

—Es una propuesta, Rodríguez. Puedes hablarlo con tu banda y me informas.

Con la simple propuesta, Eugenio desencajó su mandíbula que no pareció natural, y pegó un fuerte salto. —¡Sí, por supuesto que tocaremos!

—¿No quieres hablarlo o…?

—Estarán de acuerdos. Yo soy el vocalista, tengo más poder. No se preocupe. ¡En serio gracias!

La verdad es que se habían presentado dos veces en dos matrimonios distintos de sus vecinos de Santa Inés. Por lo que, ¿qué tan diferente sería tocar en una fiesta navideña? Eugenio estaba impaciente de contarles a los chicos la gran noticia.

No obstante, por la mirada del director supo que la conversación no había terminado.

—¿Sucede algo? —preguntó.

—Tu madre vendrá en un rato…, será mejor darles la noticia a ambos —sonrió el director—. ¿Gustas de un té?

Esos quince minutos en los que la madre de Eugenio demoró en llegar a la escuela fueron los más eternos para él, lo que le dio el tiempo suficiente para repasar mentalmente algún tipo de desastre que haya hecho en la escuela para haber logrado que llamasen a su madre. Le habían dado una buena noticia (excelente noticia, en realidad), así que, no había necesidad de ponerse nervioso después de eso; además de que el director parecía realmente tranquilo con el chico, conversándole sobre temas triviales.

Cuando su madre llegó a la oficina del director, él ni siquiera pudo decir algo.

—Lo que rompió Eugenio será pagado. —Fue lo primero que dijo Eliza cuando llegó, con un semblante de culpa—. Puedo abonar enseguida.

—No la he llamado por eso, señorita —aclaró el director.

—Oh- ¿le bajó los pantalones a alguien más?

—La verdad es que es una propuesta reiterada…

La mención hizo a Eugenio cerrar sus ojos y maldecir en su cabeza. Sabía lo que se le venía, y se encontró estúpido por no haberlo visto venir antes.

—Con los maestros estuvimos hablando, y propusieron la idea de integrar a Eugenio a la clase avanzada

Eugenio ya había pasado por esa situación: a finales de noveno grado, a inicios de décimo grado, y a inicios del segundo semestre.

Por alguna razón, su escuela segregaba a aquellos de los que tenían un potencial futuro universitario con aquellos que tenían algún futuro ordinario; por lo que encerraban a todos aquellos que entraban en primera categoría en un salón para enseñarle cosas específicas que los convirtiese en competentes en ser partícipe de la alta demanda académica para rendir la Prueba de Transición Universitaria en Julio, como también realizar actividades que resultasen créditos universitarios para poder salir de Santa Inés. Incluso el salón avanzado tenía una ley vomitiva para Eugenio sobre no traficar información de la enseñanza de ese salón, ¡caótico!

A Eugenio nunca le interesó eso. Él nunca estuvo consciente de su futuro, es decir, aun le quedaban dos años para graduarse. Lo único que parecía convencerle un poco en hacer algo con su vida era la música.

Pero, ¿cómo podría vivir de la música en ese país?

Él gustaba de ella, mucho. Desde pequeño por influencia de su padre había aprendido a tocar guitarra y piano; pasó parte de su infancia junto a Sebastián y Quiroga en la iglesia especializándose en la instrumentalización; siempre ha invertido su energía en eso que, si le preguntasen ahora mismo qué estudiaría en la universidad, no sabría qué responder.

Él solamente se veía trabajando en la granja de la familia de Lucas, mientras tocaba la guitarra para hacer pasar el tiempo.

—Oh, no —dijo rápidamente Eugenio, mientras intercalaba miradas con su madre—. Olvídelo, no lo haré.

—Por favor —Eliza colocó sus ojos blancos hacia el director—, ¿vamos a tener la misma discusión que a inicios de año-

—Agradezco la oferta, pero no asistiré a la clase avanzada —negó Eugenio—. Yo no me quiero ir de acá.

—No tienes por qué irte de Santa Inés, Eugenio —dijo el director, con calma en su voz—, deberías darle una oportunidad a la clase. Podrás reforzar tus conocimientos y abrir puertas para tu futuro-

—No.

—¿Por qué volvimos a tocar el tema? —intervino Eliza, antes de que Eugenio se enfureciera más.

—Él consiguió una calificación de 108 sobre 100 en el examen de literatura —contó el director con orgullo—. Fue capaz de corregir una pregunta- es un rebelde por naturaleza.




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