―¿Qué cuernos hace esta mujer aquí? ¿Y por qué demonios está cargando a mi sobrina? ―ese hombre inquiere y es palpable el enfado en sus palabras.
También la forma en que me mira, como si quisiera asesinarme. Ni siquiera voy a preguntarme como es que acabé aquí.
―¡Es la nueva niñera que solicitó señor! ―informa la mujer con mucha emoción y yo quiero desaparecer porque allí está la respuesta―, y creo que ha hecho una buena elección porque la bebé se ha adaptado a ella bastante rápido ―agrega mientras yo ansío que la magia exista para poder desaparecer.
¿Por qué, por qué en el mundo tenía que encontrarme con él?
―¿Niñera? ¿Ella? ―masculla ese hombre, que lo que tiene de guapo lo tiene de cascarrabias.
―Creo…
―Hay una confusión, señor Hawthorne ―habla el señor Sawyer completando mis palabras, pero no estaríamos en este lío si no me hubiese dejado sola.
Ese hombre del que ahora sé que se llama Evan Hawthorne, sigue mirándome con furia y luego a ese Sawyer.
―Más vale que tengas una buena razón para que haya una confusión Carl ―le advierte y este asiente.
―Le aseguro que sí ―repone Sawyer.
De inmediato, ese Evan se dirige a la mujer que me trajo aquí y ahora luce confundida y algo conmocionada.
―Tomé a Sarah ―le ordena. La mujer parece que quiere protestar, pero se acerca a mí para que le entregue a la bebé; sin embargo, esta no se quiere despegar de mi cuello haciendo que ese guapo arrogante resople con fuerza―, ¡Qué espera! ―gruñe, insistiendo.
Intento despegarla, pero no lo logro, pero tengo que arreglar este malentendido y desaparecer de esta casa.
¡Mierda!
Solo espero que no se dañe la compra.
¡Me lleva!
Muy a mi pesar despego a la bebé de mi cuello y la entrego a la mujer. Ella me mira con ganas de llorar.
―¡Que espera! ―farfulla ese hombre asustando a la pequeña.
Finalmente, la mujer la toma en sus brazos y Sawyer me hace un gesto para que vaya con ellos. El llanto de la niña se escucha hasta que cierra la puerta, como si con eso dijera que no me acercara más a su sobrina.
Pensé que hablaríamos en el pasillo, pero me llevan a una especie de oficina en casa.
―¿¡En qué cuernos estás pensando, Sawyer!? ―masculla ese hombre cuando estamos los tres.
―Dije que ha habido una confusión ―responde el hombre.
Me enervo, y la verdad es que me encantaría ponerlo en su lugar, pero debido a aquello todo es un lío, por lo que es normal que piense todas las estupideces que se le han metido en la cabeza; no obstante, no hay confusión, solo una mala coincidencia.
―La única confusión que hay es que no soy la niñera que estaba esperando ―hablo captando la atención de los dos.
―No me crea idiota.
―¿Cree que vine aquí a buscarle o algo?
―No sería raro.
―Pues para que lo sepa, ya le expliqué a su empleado cuál es la situación ―expongo y él mira a Sawyer frunciendo el ceño.
Este larga un suspiro.
―La señorita Garner, es la persona que viene en representación de la tienda Garner´s Baby ―explica por fin ese Carl.
―Me crees idiota.
―Es cierto ―insiste Carl.
―¿Ya lo sabías? ―le increpa.
―Por supuesto que no, sin embargo, no es ella la persona que esperábamos.
―No creo que tuviera esa oportunidad ―prosigue ese petulante.
―Si lo hubiese sabido, habría insistido en no venir, pero nadie más podía hacerlo y tuve la desgracia de venir yo ―digo.
―¿En serio espera que crea que trabaja en una tienda de accesorios para bebés?
―No me crea si no le da la gana, pero esa tienda es de mi familia ―farfullo irritándome.
―¿Y si es así? ―cuestiona lo que creo que es lo obvio―, ¿por qué presta esa otra clase de servicios? ―continúa ocasionando que trague con fuerza.
―Ese no es su problema.
―Pagué mucho por ese problema.
―Pero estoy segura de que no espera una devolución, ¿o sí? ―inquiero irritada y él se muestra algo desconcertado.
Como si la razón no fuera del todo suya y ahora nos miramos frente a frente. Si él está enojado, yo también porque me fastidia esta situación.
―Ella no miente, ya hice la verificación ―emite Sawyer y él levanta su mano para callarle.
―No me importa, solo saca a esta mujer de aquí ya mismo. La quiero lejos de mi vista, ya mismo ―agrega y yo respiro con fuerza.
―No hace falta que me eche, yo también quiero irme y de verdad espero no volver a tropezarme con usted nunca más en mi vida ―declaro molesta y más porque eso era lo que esperaba y mira en las que estamos.
Para mi desgracia el malnacido luce igual de bien que esa noche.