Señor perfección

6. Una propuesta decente

La única razón por la que hago esto, de volver a entrar de donde me han sacado es porque no quiero perjudicar a mi familia. Aunque mi hermana y mi madre piensen que soy una desapegada, conozco muy bien la situación y sé cuánto tuvo que hacer mi padre para construir esa tienda.

Mi padre era un hombre suave al que le gustaban los niños. Nunca se enojaba, n cuando le dieron el diagnóstico de su enfermedad. Él era un hombre formidable y mi mayor ejemplo. Luego de su muerte mamá luchó porque su empeño ni fuera en vano y a mi modo también lo hago. Al igual que mi hermana no deseo que todo esto se pierda. Sin embargo, tengo curiosidad.

―¿Puedo saber por qué me pide que vuelva dentro luego de echarme? ―pregunto.

Carl se ladea para mirarme.

―Tal vez es por su habilidad.

―No sabía que tuviera una, pero si apostara por saber cuál es, en definitiva, creo que sería meterme en problemas con el hombre equivocado.

―Supongo que tiene mucha razón, pero en este caso no se trata de ustedes. Eso será un caso aparte de momento ―expone y aunque espero que me explique a que se refiere, no dice nada más.

Es como si no fuera quien tiene que dar las explicaciones, lo que me lleva a pensar que quien, si tiene que darlas es ese energúmeno, y si fuera el caso lo último que quiero es escucharle luego de hablarme de esa forma, pero tendría que hacerlo debido a la situación; sin embargo, si puedo aprovecharme de la situación, lo haré.

Con ese decidido pensamiento, camino con Carl hasta que llegamos de nuevo al estudio, y desde allí se escucha el llanto incesante de la pequeña Sarah, con quien es imposible no apegarse.

 

―¿Acaso no pueden calmarla? ―pregunto, pero Carl no me escucha o se hace el indiferente empujando la puerta.

Allí dentro está ese hombre junto a la ventana, cruzado de brazos y cuando se gira tiene una expresión de los mil demonios que me obliga a poner los ojos en blancos. Le hace una seña a Carl y este se va cerrando la puerta.

―Ya salí como me lo ordenó y ahora me hace volver, ¿va a decirme de que se trata ahora?

―Es muy fácil ―dice ocasionando que arrugue la frente―, si demuestra que puede lograrlo.

―¿Qué debo demostrar?

―¿No lo escuchó cuando venía?

―A su sobrina llorando como si nadie pudiera darle una buena atención ―comento con sarcasmo y él frunce el entrecejo.

Debería decirle que luce muy bien con su mirada enojona, pero prefiero morir antes que halagar al imbécil.

―No me tiente.

―Bien, ya que estoy aquí solo quiero saber si no devolverá el pedido. Es lo único por lo que me quedé afuera esperando.

―Ya lo dije, eso depende de si puede ayudarme, y no perdamos más el tiempo y comprobémoslo de una vez.

―¿Por qué no me dice que es lo que hay que comprobar? ―increpo mirándole aprensiva.

―Se trata de mi sobrina, el ama de llaves dijo que usted pudo calmarla. Si logra calmarla de nuevo, tal vez considere quedarme con el pedido.

―¿Bromea?

―¿Por qué jugaría con algo tan serio como eso?

―¿Y qué hay de la niñera? ¿No esperaba una? ―cuestiono.

Su mirada gris se vuelve irascible, pero no puede explotar si necesita mi ayuda. Eso de algún modo me hace sonreír, aunque no lo muestro mucho por fuera, solo estallo por dentro porque dije que iba a aprovecharme si me daba la oportunidad. Sé que no debería estar muy confiada, porque eso puede que haya sido fortuito. Además, que no soy niñera, solo he tenido que cuidar de mis sobrinos cuando mi hermana me lo ruga hasta el cansancio, y parece que no ha sido en vano si puedo lograr lo que dice.

―Ha sido cancelada por error ―dice y yo arrugo la cara.

―Supongo que por mi culpa.

―Sí, y tendrá que responsabilizarse.

―No he sido yo quien lo ha hecho, además, tampoco ha sido muy amable conmigo.

―¿Por qué lo sería con una cualquiera?

¡Diantres!

Como quiero golpear a este infeliz.

―No soy una cualquiera ―gruño las palabras―, eso solo fue cuestión de una noche y solo porque necesitaba el dinero, pero no volverá a ocurrir ―expongo, aunque no debería tener que explicarle nada.

Suspiro porque me exaspera.

―Por qué no lo explica mejor, tal vez así pueda entender que no es una acompañante ocasional.

―Porque n creo que le interesen mis problemas, y si le parece bien, ¿por qué no nos apuramos para solucionar el suyo? ―espeto.

Él frunce su ceño, pero se mueve rápido hacia la puerta.

―Venga conmigo ―farfulla.

Le sigo, y a diferencia de Carl que podía caminar a su lado, este energúmeno va dos pasos de distancia adelante. De ese modo, siguiéndole detrás llegamos a la habitación de la puerta rosa donde el llanto es más audible. Él abre la puerta y dentro está la mujer tratando de calmar a la niña con toda clase de sonajeros y juguetes. También tiene colocada música infantil que lejos de calmarla solo crea más ruido irritando no solo a ella. Por suerte, ese Evan apaga el dispositivo de música y solo se escucha el llanto de la beba.




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