Señor perfección✓

7. Un perfecto trato

De verdad que debo estar perdiendo la cabeza, tanto como para pedirle a la mujer con la que tuve un rollo de una noche que cuide de mi desdichada sobrina; pero supongo que si Loise viviera me regañaría por dejar que Sarah llore de forma incontrolable. No obstante, por la forma de ser tan perfeccionista que he adoptado, algunos pensarán que no la extraño, sin embargo, lo hago más que nadie. Primero mi madre y ahora ella.

¿Por qué tenías que morirte Loise? ¿Acaso era tu manera de hacerme ver que llevo una vida equivocada y que me falta ser más empático con la gente?

Largó una exhalación meditando en que bien podría dejar que la madre de Bobby se quede con ella y tal vez le dé un hogar más estable que el que yo pueda proporcionarle; pero resulta que soy un hombre de retos, y es que simplemente no puedo dejar que piensen que soy incapaz de afrontar la prueba más grande que a mi hermana se le haya podido ocurrir dejarme tras su repentina muerte.

A Sarah, no le pasó nada y ese milagro fue obra de ella, quien la protegió con su vida, así perdiera la suya. Es algo indudable porque, a pesar de ser una latosa, siempre fue dulce y dadivosa como lo era nuestra madre.

Esa chica me mira espantada, y la verdad es que también estaba sorprendido hasta la furia de encontrarla aquí; pero, supongo que cuando se trata de Sarah no puedo arriesgarme a que pase malos ratos, y si ella puede mantenerla calmada estoy dispuesto a ceder… solo un poco. Como una gran excepción que no me permitiré nunca más en mi vida y solo el tiempo suficiente hasta que pueda solucionarlo.

Y voy a hacerlo, porque a mí nada me queda grande, pienso decidido.

―¿Por qué piensa que es una broma? ―pregunto cuándo se ha incorporado luego de dejar quieta y dormida a mi sobrina.

―Porque es obvio que no concuerda con su personalidad ―murmura mirándome con el ceño fruncido.

Seguido me toma del brazo y me hace salir de la habitación.

―Es obvio que necesito que mi sobrina esté en un ambiente tranquilo, y haré lo posible para que así sea ―expongo y su ceño se frunce más.

Trato de obviarlo, pero esta chica tiene su encanto, el de verse lindas cuando se enojan.

¡Qué cuernos!

«¡Enfócate, Evan! Esto es solo temporal», me reprendo.

―Creo que está claro que no soy niñera ―replica cruzándose de brazos.

―Es bastante claro para mí ―repongo levantando mi mano a modo de freno, cortando su réplica, haciendo que forme un mohín con sus labios―. No lo hará por mucho tiempo. Solo necesito que me ayude a que se adapte a una niñera de verdad ―agrego alzándome de hombros y ella arruga su cara.

Entonces me tomo un tiempo para examinarla mejor, y sus ojos claros y vivaces parecen vibrar de rabia; sin embargo, tengo las de ganar, por lo que no explotará. Lo cierto es que su apariencia dista mucho de esa noche donde trataba de aparentar ser una mujer bonita y audaz, pero que más parecía llevar un disfraz de adulta experimentada. Aun así, lo que ocurrió después fue algo que no me esperaba, además de que ese recuerdo me ha estado persiguiendo durante los subsiguientes días, porque también forma parte de una tragedia. Y supongo que me sigue persiguiendo, medito, observándola con detenimiento, porque preciso, tenía que aparecerse aquí.

No obstante, a la luz del día luce como una chica normal. No tan corriente, porque tiene atributos que le hacen ver pícara, pero también inocente. Si la miro de esta forma, creo que puedo conciliar con la idea de que cuide de Sarah, aunque no es que pretenda dejarle tanto tiempo con ella.

«Solo será hasta que se adapte», me repito como un mantra.

―Yo no sé si pueda hacerlo, también tengo mi propia vida y obligaciones ―expone haciendo que exhale arrugando el ceño.

―¿Tiene novio?, porque si es así… ―emito y me detengo cuando abre los ojos.

―¡Eso no sería de su incumbencia! ―replica.

La verdad es que muy dentro de mí espero que no lo tenga, pero no entiendo por qué lo contrario me fastidia. Lanzo un chasquido.

―Bien, usted decide.

―Si no acepto, de todos modos, tendrá que buscar a alguien ―emite.

―Eso es correcto ―concuerdo.

―¿Entonces?

Ella abre sus brazos para acentuar su punto.

―Solo lo hará por un mes a lo máximo ―respondo.

―Tengo tareas y exámenes ―continúa.

―¿Así qué estudia? ―preguntó mirándola con sorna.

―¿Cree que soy una vaga que se gana la vida fácil?

Al final sí explota, pero me hace gracia que defienda su posición; sin embargo, no lo demuestro. Prefiero que piense que soy un ogro porque eso creará distancias y solo un punto de inflexión. Mi pequeña Sarah.

―¿Por qué no lo creería? ―persisto con ironía.

―¿No habíamos dejado ese punto en claro? ―rezonga cruzándose de brazos otra vez.

―¿Y bien? ―insisto un poco intransigente.

Necesito resolver este asunto lo antes posible. El día de mañana vendrán los abuelos paternos a visitarla y no puedo dejar que crean que Sarah lo pasa mal y no le cuido lo suficiente como expuso esa mujer, la madre de Bobby.




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