¿Por qué, por qué, por qué tuvo que pasar esto?
―Por un momento pensé que iban a devolver todo ―comenta Ralp un poco abrumado en el camino de vuelta―, ¿sin embargo, donde estuvo todo este tiempo?
Muy buena pregunta. Debería decirle que estaba tratando de que eso no sucediera, pero sería delatarme a mí misma con lo que tengo que hacer.
¡Ay! Como odio a este hombre.
Sin duda es el mismo arrogante, bastardo, infeliz ―y todos los demás apelativos habidos y por haber―, de esa noche. El hombre a quien tuve que complacer. La verdad es que estaba nerviosa, pero luego cuando lo vi bien admito que me dejé deslumbrar. Sin duda es guapo, pero es mejor alejarse de él.
¿Será posible hacerlo conviviendo bajo el mismo techo?
«Tiene que serlo, además no será por siempre», me sentencio.
―Estaba haciendo los arreglos con el comprador ―respondo a su consulta, con algo más simple―, por eso agradezco que te ocuparas de la parte más difícil. Le diré a Margaret que te dé un bono.
―Eso no es necesario, señorita. Es mi trabajo.
―Pero es seguro que te lo has ganado.
―De todos modos, lo importante es que el cliente quedó satisfecho.
―No lo dudo ―murmuro con un poco de desánimo.
―¿Decía algo señorita?
―No, solo hablaba conmigo misma ―digo y Ralp se ríe.
Yo también quiero reír, pero no puedo. Ahora mismo estoy pesando que le diré a Gia para que no me haga tantas preguntas. Además, que ese hombre está loco y solo ruego que encuentre una niñera lo más rápido posible.
Mi teléfono vibra y yo me espanto, lo reviso y es una llamada que no esperaba, pero me hace sonreír. Es Daine, mi amor imposible.
―Hola ―digo al contestar.
―Pensé que no me responderías, Margaret me dijo que estabas haciendo una entrega de la tienda.
―Sí, y ya voy de regreso.
―¡Oh, súper!, porque necesito de tu ayuda ―dice y debería alegrarme de que necesite de mí, pero ya sé sus razones y solo es para que le saque de un apuro.
Daine Castelli, es por así decirlo mi amor no correspondido. Nos conocemos desde niños y cuando creí que eso estaría a mi favor, cuando creciéramos la situación cambiaría y dejaría de verme como una hermanita pequeña. No sucedió, y lo único que ha mejorado en nuestra relación es que ahora me trata como su mejor amiga, y cuando me llama es para zafarse de algún molesto problema derivado de los deseos de su familia.
Debería decirle que deje de hacerlo porque eso hace mal a mi orgullo y mi corazón. De algún modo, su indiferencia fue la razón por la que no me pensé lo de la sugerencia de Gia. Esa noche, con ese energúmeno, en algún momento pensé que podría ser Daine.
¡Qué demonios!
Sacudo mi cabeza para concentrarme.
―¿Qué es esta vez Daine? ―pregunto volviendo a enfocarme.
―Dime donde estás, iré a buscarte y en el camino te lo explicaré.
―Ya sabes que algunas cosas puedo adivinarlas ―digo y le escucho suspirar.
―De verdad necesito que me ayudes.
Su voz que se me antoja a ruego me pone irascible, pero la molestia no es con él, sino conmigo porque haga lo que haga, no puedo negarme cuando me pide ayuda.
―Está bien, ve a la tienda, llegaré allí en veinte minutos ―le informo mirando la hora.
Casi las once de la mañana.
―Gracias, bebé, sabía que podía contar contigo ―dice y me cuelga.
Guardo el teléfono y hago silencio el resto del trayecto hasta la tienda. Ralp me deja en la entrada y él va a guardar la furgoneta. Tomo los papeles y voy en busca de mi hermana. Al entrar a la oficina me encuentro a mi madre y la señora Marple.
Con tanto ajetreo había olvidado que mamá suele venir los sábados a supervisar el manejo de la tienda.
―Hola mamá ―digo acercándome a ella para saludarle con un beso.
Después me vuelvo hacia la señora Marple que se pone en pie.
―Creo que ya terminamos por esta mañana, las dejo solas ―dice y se marcha.
Mamá asiente y así quedamos las dos. Querría pensar que es divertido estar con mi madre, pero desde hace algunos años la situación entre las dos es un poco tediosa, y todo debido a que me recrimina que siga esperando por Daine. Mamá lo sabe, y para que no siguiera molestándome con ello, apenas entré a la universidad, me fui a vivir a un piso aparte, y fue así como terminé conviviendo con Gia, la chica que conocí en la universidad y con quien hice amistad bastante rápido.
―¿Cómo estás? ―le pregunto.
―Supongo que tengo que encontrarte aquí para que pueda verte.
―Mamá, no empieces, acabo de tener una, mañana bastante agitada.
―Margaret me lo comentó, pero no esperaba que fueras a hacerlo. ¿No que nada de esto te importa? ―me recrimina.
―¿Podrías dejar el drama?, tampoco es así ―me quejo dejándome caer en la silla de enfrente.