Señor perfección

9. En problemas con el señor perfección

Sin duda el restaurante al que me trajo Daine es bastante lujoso y exquisito. Sabe que independiente del lugar siempre disfruto de una buena comida. En el fondo sé que lo hace para comprarme y como tonta me dejo vender bastante fácil, y digamos que cara.

―No tenías que hacerlo ―hablo.

―Ya sabes que no me gusta escatimar contigo.

―Diría que eres un buen manipulador ―emito achinando la mirada y él se ríe.

―Y tú mi preciosa y adorable amiga.

―Sí bla, bla, bla ―me mofo de él―, pero no creo que pueda ayudarte.

La verdad es que no lo creo posible por un buen motivo.

―Maddie, no puedes negarte.

―Daine ―mascullo.

―Vamos, me muero si no me ayudas.

Y ahí va el manipulador.

―Eres un tonto, ¿no será que la chica te gusta y solo quieres darle celos conmigo? ―comento y él se retrae en la silla.

―Ya sabes que no me confío demasiado. Hasta ahora la única chica que no se interesa en mi fortuna eres tú.

―¿Cómo sabes eso?

―Porque eres mi preciada amiga ―repite con su respuesta.

Largo un bajo suspiro.

―Yo… debo hacer algo esta tarde ―digo.

Aunque la tonta de mí siempre cede a sus deseos, esta vez tengo que contenerme o tendré un problema mucho mayor. Un ogro de ojos claro, sexi y bastante odioso.

¡Que cuernos!

―Vamos Mad, prometo que te dejo libre después.

―No insistas Daine ―digo haciéndome la dura, pero pone cara de cachorrito y yo los ojos en blanco por su chantaje.

―¡Está bien! Pero solo será un rato.

―¡Perfecto! ―exclama poniéndose en pie―, y ya que has terminado tu postre, será mejor que nos vayamos para que te arreglen y te dejen preciosa ―agrega llamando para pedir la cuenta.

Largo otro suspiro mientras el mesero trae el valor del monto de lo consumido y el solo pide que lo descuenten de su tarjeta. Salimos de allí directo a una tienda de ropa de marca. Antes solía encantarme que hiciera esto de gastar en ropa y accesorios para mí, pero últimamente estoy sintiendo que no tiene sentido.

Las veces que estoy a su lado es solo para brillar y lucir como una linda muñequita y nada más. Supongo que soy masoquista, aunque no puedo quejarme de la ropa que me queda. Es más, el vestido que usé para ese encuentro con Evan fue preciso el último que usé en uno de los caprichos de Daine.

En parte lo hice como un desquite, sin embargo, al final he descubierto que ese estilo no va conmigo. Y hablando del diablo.

―Daine, de verdad espero que me escuches, no puedo demorarme mucho ―digo luego que estoy escogiendo el vestido que usaré esta noche.

Tomo dos del perchero y se los muestro.

―¿Azul o plateado? ―preguntó alzándolos ambos hacia él.

―Ese.

Señala con su dedo el vestido corto, ceñido y sin mangas de color plata. Lo cierto es que es precioso, pero habría escogido el azul; no obstante, es el quien paga porque luzca de maravilla.

Aprovecho cuando estoy en el perchero para buscar el número del señor Hawthorne, pero luego me recuerdo que solo tengo el contacto de Carl Sawyer, quien fue la persona encargada de hacer el trámite para la compra de la tienda, así que sin más remedio le escribo a él pidiéndole que le informe a su jefe que se me presentó un terrible inconveniente y voy a llegar tarde a su casa, y que sea quien le transmita el mensaje al ogro. Asumo que se enojará, pero también que tendrá que aguantarse.

Además, que todo se debe a su sobrina, pero ni yo misma sé si eso saldrá bien.

¿Cuándo en mi vida he sido niñera?

―¿Preparada? ―Daine pregunta haciendo que arrugue la cara porque de nueva cuenta estoy cayendo en este círculo, que, aunque lo he tratado, no termino de romperlo.

Me miro al espejo y luzco bien, un poco demasiado frívola para mi gusto. La verdad es que prefiero verme corriente.

―Sí, ¿A dónde vamos ahora? ―pregunto.

―A que te den el retoque final ―responde extendiéndome su mano.

Camino con un poco de dificultad porque los tacones que escogí esta vez son más altos, y no es algo que me gusta usar. Los odio, y si pudiera ir descalza sería increíble, pero de ese modo no le llegaría a la altura de los hombros de Daine.

Mentiría si dijera que es feo, pero es que es perfecto, o no sé si yo le veo así. Recojo la cartera pequeña a juego con el vestido y guardo allí el teléfono. Me fijo en que tengo una notificación de mensaje del número al que envié el aviso. Así que debe ser la respuesta de Carl.

Decido no verla por el momento porque primero tengo que acabar con esto lo veré cuando vaya de camino a la casa de ese hombre, así tendré una tonta excusa para validar mi demora. Salimos de la tienda y vamos a la peluquería. Ya me conocen así que solo dejo que hagan lo de siempre, porque pese a todo, por lo menos me queda ropa nueva de lujo y tratamientos de lujo. Allí lavan y peinan mi cabello que esta vez decido que sea un peinado de coleta alta, y por último me maquillan. Mientras hacían todo eso, Daine había ido a cambiarse y cuando salgo al salón de espera privado ya está vestido más que pulcro y elegante.




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