Señor perfección✓

13. Una conversación nocturna

Le miro un poco renuente, es tan extraño que de repente parezca amable. Sin embargo, después de decir eso, toma uno de los sándwiches que tiene en el plato y lo coloca en otro rodándolo hacia mí.

―Lo he preparado yo, pero si lo prefiere, hágase uno ―dice volviendo a concentrarse en el que tiene comiéndolo.

―¿Por qué sería tan amable de dármelo?

―Retiro lo dicho ―repone extendiendo su mano para tomarlo de nuevo, pero antes de que lo haga lo agarro para mí con mis dos manos y le doy un mordisco.

Supongo que con eso perderé un poco de dignidad, pero la verdad es que este intento de niñera tiene hambre.

―¿Tiene algo de beber, pero que no sea alcohol? ―preguntó luego de tragar frente a su expectante mirada.

―Allí hay toda clase de bebidas, escoja la que quiera ―responde haciendo un gesto con su cabeza hacia dónde queda el refrigerador.

Sin pérdida de tiempo me dirijo hasta el enorme aparato, en parte para quitarme ese efecto que me produce y que odio que no se me quite. Pero quien iba a pensar que también me le encontraría aquí y que estaríamos compartiendo la comida como un par de mendigos.

―Pensé que sería el ama de llaves quien estaba aquí ―digo, luego de sacar una soda, de todo lo que había allí.

―La señora Velma debe estar descansando y que hay de usted.

―Dije que tenía hambre.

―¿No suelen pagarle la cena?

―¿Otra vez con eso? ―refunfuño molesta.

―Dígamelo usted ―repone y mis deseos de ahorcarlo crecen gradualmente.

Tomo asiento en el banco de forma que quedamos de frente y abro la soda y él sigue comiendo con mucha tranquilidad. Mientras lo hace partiendo su creación con los cubiertos, yo sigo agarrando el mío con las dos manos, pero es que está tan mal hecho que todo se me podría caer al plato.

―¿Va a seguir con ello? ―cuestiono.

―Sí, me da motivos, no puedo pensar otra cosa.

―Pues no creo que se los he dado.

―Entonces debo creer que en realidad hace favores especiales a sus amigos.

―¡No hago eso! Solo Daine es especial, y no haría eso con más nadie ―espeto.

Tomo la botella de soda para no ver su arrogante cara y luego de abrirla me la bebo casi toda. La coloco a un lado y él sigue mirándome.

―Ya veo ―es lo único que dice continuando su comida.

Lejos de contentarme su actitud, me hace rabiar.

―Si es así como piensa, y por lo visto lo seguirá haciendo, ¿Qué sentido tiene que esté aquí? No cree que sería un mal ejemplo para su sobrina ―expongo molesta.

―Supongo que tiene mucha razón.

―¿Y?

―Por desgracia, también puede ser útil fuera de la cama.

―¡Ya le dije…!

―Que no es algo que haga de forma habitual ―completa mi queja.

―¡Y es cierto!

Me mantengo en mi postura.

―Digamos que le creo ―dice y levanta su mano para frenarme cuando voy a hablar. Abro los ojos porque consigue callarme―, sin embargo, debe demostrar que no lo hago en vano.

―¿Qué trata de decir?

―¿No es claro?

―Sí, pero…

―Si es cierto que no tiene un trabajo secundario, debe prometer que, mientras esté al cuidado de Sarah, evitará hacer ese tipo de trabajos, así sean ocasionales ―declara.

―Con esa exigencia, no veo que me crea.

―Ese es el punto, debe hacer que no tenga de que preocuparme, y eso implica evitar hacer favores a su amigo, aunque sea importante.

―¿Por qué debería dejar de frecuentar a mis amistades?

―Si realmente lo son, ¿no cree que podrá manejarlo?

Este hombre dice las cosas como si todo se manejara con tanta facilidad; sin embargo, medito en lo que dice, y pienso en que no estaría mal dejar de ver a Daine por un tiempo.

Solo lo medito mientras observo como da por terminado su bocadillo nocturno y coloca los cubiertos en el plato para luego levantar su cabeza y conectar nuestras miradas. Me odio por habérmele quedado mirando.

Pero es que el muy infeliz parece que tuviera un imán.

―Puedo hacerlo, porque no le miento ―digo rompiendo la conexión de esos ojos grises que por momentos se perfilan oscuros como el plomo puro.

Sigo comiendo.

―Entonces está hecho.

―Sin embargo ―hablo cuando está por levantarse―, no es como si pudiera disponer de mi tiempo, ya le dije que tengo mi vida y mis obligaciones.

―¿Tiene hijos y no lo mencionó?

Este Evan me hace refunfuñar.

―¡No se trata de eso!

―¿Entonces?

―Estoy en mitad de mi carrera, y no puedo descuidarla.




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