Señor perfección✓

14. Una visita indeseada

Evan

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A veces me pregunto por qué soy tan permisivo con esta chica y ni yo mismo encuentro la respuesta, o tal vez es simple, pero no me puedo dar el gusto de aceptarla. En fin. Ella parece convertirse en la gran contradicción de mi vida.

En un principio había creído que lo era Danna. Esa mujer volvió mi vida de cabeza, hasta el punto de que solo giraba a su alrededor, convirtiéndome en un tonto. Y es cierto, suspiraba como un idiota enamorado, hasta que la venda que me había puesto cayó de mis ojos y vi la realidad de lo que éramos. O de lo que yo era para ella. Un juguete que le hacía sentir única y adorada.

Un imbécil que solo le besaba los pies, hasta que me pateó con ellos en la cara. Y es por esa razón que juré que ninguna otra me usaría a su antojo. Y mi determinación parece que duró hasta que aquella noche había vuelto a sentir esa debilidad. Supongo que ese hecho cambió mi vida y ahora vivo la consecuencia de haber bajado mi guardia.

«Fue solo una noche de placer sin ningún compromiso», me repito. Eso que suelo hacer solo para desestresarme porque es una necesidad natural. «Solo eso», sigo repitiéndomelo, pero por qué cuernos no llego a creérmelo.

Señor perfección.

Eso dijo, y que ocurrente es esa alocada chica, pienso y no puedo evitar reír a desgano.

¡Qué diablos!

Sacudo esas estupideces de mi cabeza y termino de arreglar el cuello de mi camisa. Hoy estarán aquí Veronica y Peter Shepard, y no dudo que revisarán hasta el más mínimo detalle. Desde que come Sarah, hasta como viste y sobre todo su cuidado.

Esa chica ha dicho que puede fallar, y más le vale que no. Ni siquiera estoy seguro de ello, pero sí de que Sarah no es amigable con cualquiera, ni siquiera conmigo y en eso tiene razón, pero no es suficiente motivo para que la deje en manos de esa mujer.

Termino de arreglarme y bajo al comedor. Allí me encuentro con Carl y a la señora Velma ordenando el desayuno.

―Buena jugada la de anoche ―le digo arrugando el ceño.

―No sé de qué hablas ―contesta tomando de su café.

―La enviaste para que me encontrara con ella, ¿verdad? ―murmuro cuando Velma se acerca a servir mi taza.

Espero a que se marche y ese imbécil, a quien le pago para que haga lo que quiero, se ríe.

―¿Y qué ha pasado que es tan malo? ―pregunta como si nada.

―Crees que no lo pillé. Ese camisón no era de Velma, sino de Loise.

Lo sabía, pero no iba a desmentirla porque sé que él lo hizo a propósito.

―¿No te parece linda la chica? Yo lo he notado.

―¿De qué demonios hablas?

―Incluso te serviría de compañía para las siguientes reuniones.

―¿Qué idioteces estás diciendo? ―inquiero y es cuando me mira.

―Piénsalo, no puedes andar soltero toda la vida y menos haciendo aquello. La próxima vez podría salir muy mal

Carl me hacer reír.

―¿Te das cuenta de que le hablas a tu jefe?

―Nunca lo olvido, pero para eso me paga. Para asesorarlo bien ―contesta justo cuando vuelve Velma.

―¿Y qué hay de la señorita Garner? ―pregunto a mi ama de llaves mirando a Carl con el ceño fruncido.

―Ha despertado muy temprano a recoger una caja que llegó a su nombre, señor ―me informa y yo vuelvo mi mirada a Carl.

―Autoricé la entrada como pediste ―Carl confirma.

―¿Y dónde está ahora? ―pregunto porque pensé que la encontraría aquí.

―Oh, ella después vino a preparar comida para la bebé y me entregó una lista de comestibles que necesita comer Sarah ―añade y seguido extrae el papel del bolsillo de su chaqueta y me lo entrega.

Lo reviso luego de ponerme mis lentes, y encuentro una lista larga de tantas cosas que solo me hacen recordar lo que dijo, no obstante, esto debe verificarlo el nutricionista. No es que no confíe, solo quiero asegurarme. La paso a Carl.

―Llama al doctor y envíasela para que lo confirme con el nutriólogo y si dice que está bien, cómpralo todo.

―Como digas, pero viéndolo bien, por lo menos sabe que a una bebé debe alimentársele bien ―comenta reparando el papel.

―No te pago para opinar.

―Como diga el jefe ―Carl repone, y su sarcasmo me irrita.

Para su gran suerte no puedo darme el lujo de despedirlo porque es muy eficiente. Velma se ha ido y ha vuelto con una cara de desconcierto.

―¿Qué sucede?

―Usted había informado que los señores Shepard vendrían hasta las diez.

―Así es ―confirmo.

―Parece que han llegado antes ―contesta.

Eso me enoja un poco porque Veronica está decidida a quedarse con Sarah a costa de lo que sea. Lo peor es que no puedo rechazarla por invadir mi propiedad a su antojo, porque es obvio que cumple su palabra de estar al pendiente de Sarah, a propósito.




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