Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 12

Lo dije antes, lo reafirmo ahora: la experiencia siempre es buena. Si le hubiera hecho caso a Ismael, no estaría sufriendo en este momento, pero yo mismo quise, yo insistí, nadie me obligó. Yo quería que me diera como cajón que no cierra toda la noche y todo el día.

—Majo, ¿estás bien? —Me mira Alisson con preocupación.

—Sí, sí, estoy bien —digo y aprieto mis labios. 

La molestia en mi parte baja no es matadora, pero mi cuerpo no lo está resistiendo. ¿Qué está pasando conmigo? Estoy en la clase de educación física, donde me sacaron el aire con ejercicios físicos y ahora me tienen corriendo en la pista de atletismo.

Ya sin fuerza y extremadamente cansada, me dejo caer en la pista; no puedo dar ni un paso más. Cierro mis ojos, sintiendo cómo los músculos de mi cuerpo se relajan y esa molestia en mi vagina disminuye.

—¿Qué pasó Castillo? — Abro mis ojos viendo la causante de mi sufrimiento.

—No me siento bien, profesora. ¿Puedo no completar la clase? — Ve la hora y suspira.

—Tienes suerte de que solo faltan quince minutos para que la clase acabe. Ve a descansar.

—Gracias, profesora.

La veo irse y aprovecho para rodar los ojos. Yo era la típica estudiante que pensaba que la clase de educación física era la mejor de todas al ser más clases prácticas que teórica, hasta que llegué al segundo año y me tocó con esta mujer como profesora. Creí que mi desgracia acabaría en mi último año de preparatoria, pero no fue así. Aunque solo la veo dos veces a la semana, son suficientes para dejarme más muerta que viva.

Soltando un cansado suspiro, me pongo de pie, dirigiéndome lentamente a la banca. Me siento viendo cómo el resto de mis compañeros sufren. Dicen que uno siempre recuerda al profesor que lo hace sufrir, estoy segura de que cuando tenga a mis hijos, le hablaré de esta profesora.

Dejando de lado a la profesora, me pregunto qué estará haciendo Ismael. ¿Estarás pensando en mí? Yo hasta en mis peores momentos pienso en él. Qué mala suerte que no tenga mi celular a mano. Si lo tuviera, en este instante estaría hablando con él.

Pensando en Ismael, creo que me debo tomar por los menos dos días de reposo. La verdad es que en ese viaje a Orlando la pasamos como conejos todo el tiempo que estuvimos juntos. Claro que él se preocupaba por mí al ser mis primeras veces íntimas, pero yo me encargaba de provocarlo para seguir. Incluso antes de regresar hicimos el amor, prácticamente medio descansé anoche, ya que recurrí a utilizar mis dedos.

Aunque no me agrada la idea, siento la obligación de contenerme por dos días. No me preocupo por Ismael porque me entenderá; lo que sí me preocupa es no saber en qué lugar haremos el amor. Esto de tener un amor prohibido es intenso, pero a la vez es un poco pesado por tener que ocultarlo.


 

Mi corazón se acelera al verlo, me hipnotiza su concentración. ¿Es normal verse tan sexi cuando se está concentrado? ¿Acaso es un privilegio que solo Ismael tiene? Sea cual sea la respuesta, yo no dejaré de apreciar al hombre que amo.

Sonrío enamorada al sentir su mirada sobre mí, él me devuelve la sonrisa y hace un ademán con su mano para que vaya a su oficina. Olvido mis pasos lentos y camino con rapidez, llegando frente a la oficina e ingreso enseguida.

—Alguien está muy feliz por verme —mira a su alrededor—. Muy linda y toda tu oficina, pero qué malo que sea transparente.

—No siempre uno quiere ser visto —agarra el pequeño control y veo el impulso que tiene de apretar el botón, pero se detiene—. Si cambio el color ahora, será raro. Mañana, apenas llegue, lo haré.

—Mmm… —Achico mi mirada—. Así que se puede cambiar de color.

—No quería ceder ante ti.

—Te hiciste difícil, mientras yo, para ti, fui un poquito fácil —me da una mirada que enternece mi corazón—. Pero no vamos a tener nuestra primera pelea. No quiero pelear contigo.

—Acércate un poco más —obedezco.

—Como recompensa, cumpliré tu fantasía que se da en el trabajo.

—Quiero hacerlo en tu escritorio, es cada rincón de tu oficina.

—Aunque no sea hoy, haré de tu fantasía una realidad —muerdo complacida mi labio inferior.

—Quiero que sea el miércoles —suspiro con pesar—. No haremos el amor por dos días.

—Está bien, ¿pero puedo saber por qué? — Me acerco más a él, pero siendo prudente.

—Porque al hacer ejercicio, sentí un poquito de molestia. Supongo que fue porque no fue una sola vez siendo mi primera vez —intenta hablar—. Y sí, lo sé, sé que yo te provoqué.

Sonríe levemente y discretamente, pone su mano en mi pierna y habla: —¿Quieres que vayamos al médico ahora?

—No, no es necesario. Me autorrevisé yo misma y todo está bien.

—Pero internamente…

—Ya no me molesta. Estoy segura de que lo de hoy fue por el esfuerzo físico que hice. Sentadillas, sapitos y otros pocos más que no quiero nombrar.

—Pero igual tenemos que ir al médico, específicamente con ginecología. Has comenzado tu vida sexual, tiene que revisarte y asesorarte cuál es el mejor método anticonceptivo para ti.




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