Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 14

Majo

Extraordinaria, así es mi relación con Ismael. A pesar de mantener nuestra relación secreta, disfrutamos mucho de nuestro romance, sea en la oficina, en otros lugares de la compañía. Incluso en casa, a través de llamadas, hasta en la preparatoria por medio de mensajes.

Todo ha sido tan bonito y pasional que cuento cada día para ser mayor de edad y poder gritarle a todos que lo amo, que estoy en una bella relación con el amor de mi vida.

Lo mejor de mi felicidad es que la espera de Ismael y la tristeza de Mafer han acabado. Mael despertó del coma y, como era de esperarse, es una noticia que nos tiene a todos felices.

—Es bueno ver que la sonrisa de Mafer ha regresado —declara María Gracia. Y es que, desde que Mael despertó el brillo de la alegría, ha vuelto en la mirada de mi hermana.

—Definitivamente, lo es —agrega papá con una sonrisa de alivio.

—¡Ay! Me siento tan feliz —menciona Magi poniendo sus manos en sus mejillas; se ve tan tierna.

Observo a cada persona que está en la sala, especialmente a Ismael. Desde ayer su mirada ha cambiado, creo que al fin su felicidad es completa.

Sé lo mucho que Ismael ama a Mael, y la verdad no me molesta ese hecho como le molestó a la ex. Cada persona tiene un lugar en la vida de otra persona, y no entender ese amor fraternal sería ridículo.

Mi amor: Si me sigues mirando cómo lo estás haciendo ahora, seremos descubiertos.

Yo: No lo creo.

Yo: Además, no tiene nada de malo mirarte, sabrosearte.

Presiono discretamente mis labios. Su sonrisa hace estremecer hasta mi alma.

Yo: Quiero hacer el amor.

Me mira.

Yo: Te espero en mi habitación.

Bloqueo el celular y me pongo de pie, soltando un suspiro.

—Al igual que Mafer y Mael, yo también me retiro.

Aunque siento la mirada de Ismael, no lo miro.

—¿Te sientes bien? —cuestiona Maru.

—No me siento bien. Tengo un leve dolor de cabeza.

—Seguro es porque has tenido un día ajetreado. Ve a descansar, hija —le doy una pequeña sonrisa a mi padre y procedo a mirar al resto.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana —responden como un coro musical.

Aparentando decaimiento, pero feliz internamente, me retiro de la sala yendo a pasos lentos a mi habitación.

Es una locura, lo sé. También sé que estaré muerta si soy descubierta por papá, pero la adrenalina, la pasión y el amor hacen que el peligro valga mucho la pena.

Ingreso a mi habitación, desbloqueando de inmediato mi celular y llamo a Ismael.

—Buenas noches, Brown. —No puedo aguantar la risa—. Ahora no puedo, pero puedes atenderte por este medio… ¿Cuál es tu habitación?

—La segunda del lado izquierdo del pasillo horizontal.

—Bien. Ya vi la puerta —cuelgo la llamada.

Abro la puerta, visualizando al amor de mi vida. Ismael acelera sus pasos y, al tenerlo frente a mí, toma mi cuerpo y lo eleva con facilidad.

Rodeo mis piernas en sus caderas y, más rápido que un ladrón, ingresa a mi habitación, asegurando la puerta.

—Esto es una locura —susurra sobre mis labios.

—Son locuras de amor.

Dejo escapar un jadeo al sentir mi espalda en la fría pared y sus labios en mi cuello.

—Hazme el amor ya. No tenemos mucho tiempo, Ismael.

No me quiero quedarme con las ganas.

—¿Tanto lo deseas, señorita provocación? —Escucho cómo baja el cierre de su cremallera.

—Lo deseo demasiado —beso su labio superior, sintiendo cómo mueve mi braga hacia un lado. 

Presiono mis dientes contra mi labio inferior al sentir cada centímetro de su miembro en mi interior.

—Ismael…

—Tienes prohibido gemir, María José.

Soltando una sonrisa traviesa, me aferro más a él y me adueño de sus labios, ahogando así mis gemidos.

¡Amo hacer el amor con él!

 

Disfruto de ver cómo limpia su majestuoso miembro, deseando estar de rodillas y hacerlo gemir de la misma manera que me hace gemir a mí. 

De solo recordar su rostro, cada vez que le hago un oral, mi cuerpo se excita. No puedo contener mis deseos, acercándome a él.

—Todavía hay tiempo para hacer algo más.

—María José… —mi cuerpo se tensa.

—Es tu hermana —musita con preocupación.

Toca la puerta reiteradamente.

—Majo, ábreme la puerta.

Miro a Ismael, que está igual o peor que yo.

—Me va a matar.

—No dejaré que te mate —beso sus labios—. Dejaré que me mate a mí y tú tienes que escapar.




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