Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 21

Ismael

—Te amo, Ismael.

Me siento de golpe en la cama, sintiendo cómo todo me da vuelta. Aun así, reviso mi cuerpo, percibiendo cómo la sangre a la planta de mis pies.

—¿Qué hiciste, Ismael?

Frustrado agarro mi celular, llamando al guardia. Si estoy desnudo es porque él no ha hecho bien su trabajo.

—Buenos días, señor.

Lo último que recuerdo es que después de hablar con Mael me fui al club y estando ahí, aproveché para tomar unas copas hasta que llegó Génesis y arruinó más mi noche, pero no recuerdo más.

—Buenos días. Necesito saber, ¿por qué permitiste que Génesis ingresara a mi casa?

—Se equivoca, señor Ismael. La señorita Génesis no ha ingresado a esta casa. Ni siquiera se ha acercado a los alrededores.

—¿Cómo?

—No he visto a la señorita Génesis desde aquella vez que usted me comunicó que ella tenía prohibido el ingreso.

—¿Cómo llegué a casa?

—En su auto, señor.

—¿Estás seguro de que Génesis no vino conmigo? ¿No la viste salir?

—No, señor.

—Entiendo. Gracias —cuelgo.

—Deberías estar feliz por no haber cometido el error de tener sexo con ella, ¿por qué piensas tanto en algo que no pasó, Ismael?

De inmediato me pongo de pie.

Aunque no recuerdo nada, tengo la tranquilidad de que no hice nada estúpido y no le fallé a María José.

Agarro el pijama de dormir y salgo de mi habitación.

Marco el número de Mael, necesito saber si pudo hablar con María José y hacerla entender que nunca la he visto como el reemplazo de Mafer.

—Buenos días, Ismael.

—Buenos días.

—Has dormido mucho. Pensé que me llamarías anoche.

En mi desesperación por no ser escuchado por Majo, recurrí a Mael y le conté absolutamente todo con la esperanza de que sus palabras fueran escuchadas por María José.

—Tomé un poco y perdí la noción del tiempo.

—Entiendo. Supongo que recién te levantas.

—Sí.

—Te aconsejo que te arregles. Hablé con Majo y entendió que nunca ha sido un reemplazo. Ella se veía decidida a hablar contigo. 

Mi corazón se acelera con gran entusiasmo.

—¡Gracias, Mael!

—No tienes nada que agradecer. Mejor arréglate y espera a que Majo vaya por ti.

—No quiero esperar, iré por ella.

—No, no lo hagas —me quedo en silencio—. Majo se ha dado cuenta de su error y tiene que aprender a comunicarse y a escuchar. Una relación es de dos, por ende, ambos deben esforzarse y mantener la confianza.

— Tienes razón, pero no puedo esperar tanto. Esperaré hasta las dos de la tarde, si no viene iré por ella.

Escucho un suspiro de resignación.

—Está bien… No hay duda de que estás comiendo de su mano.

Reímos.


 

No sé si es porque estoy demasiado angustiado, pero el tiempo ha transcurrido muy lento para mí ante la ausencia de María José.

Tengo miedo de que este malentendido no se solucione, pero a la vez tengo siento calma al recordar las palabras de Mael. Aunque Majo me ama tanto como yo a ella, por lo que es raro que esté tardando.

Ansioso llamo a Mael; recibir un consejo de él será de mucha ayuda.

—Dime.

—María José no ha venido.

—¿Cómo?

—No lo sé. Ni siquiera me ha llamado o algo por el estilo. Mael, ¿ha pasado algo con los Castillo?

—Supongo que no. Mafer está en casa del señor Mario y no me ha comunicado nada.

—¿Y si llamas a preguntar?

—Lo haré. Te llamo en unos minutos —cuelga.

Paso la mano por mi cabello.

—Relájate, Ismael.

A pesar de que esta espera sea terrible, tengo que ser positivo.

¡Todo va a estar bien! Tal vez Majo no se siente lista.

Contesto la llamada.

—¿Qué sabes?

—Todo está bien, pero Mafer me acaba de comunicar que Majo no ha salido de su habitación porque no se siente bien.

No debe de ser la menstruación, todavía no es la fecha, debe estar enferma.

—¿Me ayudas a verla?

—¡Claro que sí! Ven al hotel para irnos juntos.

—Está bien. Voy enseguida.

—Bueno —cuelgo la llamada.

Agarro la llave de mi auto y salgo de la casa.




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