Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 24

Ismael

Aturdido por su indiferencia, por su rechazo y su repentina decisión de terminar nuestra relación, aproveché este día y me colé a esta celebración donde no fui invitado.

Cuando me di cuenta de que ingresó a casa de su padre, discretamente me escabullí de resto y fui detrás de María José y ahora estoy aquí, frente a la puerta de su habitación.

Con gran recelo toco la puerta y para mi fortuna esta se abre enseguida. Antes de que ella cierre, ingreso.

—Vete —no duda en decir con una mirada que contiene rabia.

—María José, ¿no crees que estás siendo muy cruel? No me has contestado ni una sola llamada, ni un maldito mensaje. ¿Qué hice para que estés tomando represalias conmigo? ¿No ves que te amo?

—Cómo puedes decir “te amo”, si son dos palabras que… —Su voz se quiebra—. Abarcan muchos sentimientos.

—Las digo porque yo te amo.

Me cala los huesos no ver el collar que le regalé. ¿También se deshizo de mi regalo?

—Cuando amas, no mientes, no haces daño, ¡no traiciones, Ismael! —Exclama con impotencia.

—¿De qué hablas?

Esto es desgastante.

—Sabes muy bien de lo que hablo —sus palabras fracturan algo en mí—. No seas tan descarado para pedirme la bajeza de que refresque tu memoria.

—María José.

—Vete. No me hagas repetírtelo de nuevo.

—No me iré, ya no puedo estar así. Te necesito.

—Pero yo no te necesito. No necesito a alguien que me lastima con su vil engaño.

—¡Nunca te he engañado! Siempre he sido sincero, mi único error fue ocultarte aquel sentimiento fugaz que sentí por Mafer…

—¡¡No sigas!!

Pasa por mi lado y aprovecho para agarrar su brazo y evitar que se vaya.

—Suéltame, Ismael.

A pesar de que lucha por zafarse de mi agarre, la pego a mi cuerpo y presiono mis labios sobre los suyos, notando su débil resistencia que logra lastimarme por unos segundos, ya que ha incumbido a mi suplicante beso.

Saber que me corresponde, me reconforta el alma, me pone feliz, ya que es la prueba de que ella todavía me ama.

Siento sus manos ascendiendo por mi torso, llegando hasta el primer botón de mi camisa, desabrochando. Sabiendo que tengo luz verde, deslizo mi mano por su espalda baja, llegando a su cintura, culminando rápido el viaje de mis manos para ayudarle a deshacerse de mi camisa sin dejar que este aguardiente de pasión termine.

Tomo su cuerpo entre mis brazos hasta llevarla a la cama, viendo nuevamente esa mirada llena de deseo y amor. Espero que después de hacer el amor podamos hablar y así retomar nuestra relación.

Quito mi camisa, tirándola al suelo, yendo directo a sus labios; tengo que darle todos los besos que no le he podido dar.

Gruño al escuchar el indeseable sonido de una llamada, pero continuo, siendo abruptamente detenido por María José. 

—Contesta —niego—. Hazlo, Ismael.

Conteniendo mis impulsos, saco mi celular del bolsillo, siendo este arrebatado por María José, que contesta enseguida la llamada, notando cómo su mirada y sus gestos cambian radicalmente.

—Que sea la última vez que ingresas a mi habitación —me empuja y, sin poder evitarlo, solo puedo verla salir de la habitación.

Tomo mi celular, colgado la detestable llamada. 

No necesito averiguar quién me ha llamado. Génesis no ha dejado de fastidiarme, a pesar de que he bloqueado su número, no deja de llamarme a través de diferentes números. Si no fuera por la agotadora situación que estoy pasando, ya hubiera cambiado la línea y así me evitaría el infortunio en mi vida.

Pero no es momento de recordar a Génesis, la persona que realmente me importa es Majo y tengo que hablar con ella a como dé lugar, no importa si los demás me ven y se entera de nuestra relación.

 

 

Ya estoy cansado de eludir la verdad y no poder decir que la amo. Inhalando y exhalando salgo de la casa de los Castillo con un objetivo claro, el cual se derrumba al instante.

Me habían dicho que el sentimiento de ver a la persona que amas con otro es doloroso; escuchar eso no se compara a vivirlo. 

Aún no entiendo, ¿por qué ella está siendo despiadada conmigo? 

Por varios minutos supuse que todo se solucionaría entre los dos, ahora puedo darme cuenta de que estaba equivocado y se podría decir que hasta fui ingenuo. ¿Por qué no soy yo el hombre que la está besando en este momento?

—¡OMG! —Ambos dejan de besarse ante el grito entusiasta de Ana.

Aunque mi cuerpo está completamente inmóvil, observo a María José (ni siquiera voltea a verme) entrelazar su mano con Samuel, conduciendo a este hacia sus invitados.

¿Realmente dejó de amarme?

—¿Lo que ven mis ojos es real? ¿Acaso la cantidad de alcohol en mi sangre me está haciendo delirar? Samu, ¿realmente tú y Majo se besaron?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.