Tiempo después:
Alika caminaba de lado a lado, veía que todo el evento estaba dándose, pero si era sincera consigo misma eso no era lo que ella quería, sólo deseaba mirar a Jude. Ver que llegaba a casa sano y salvo.
Las tropas se desplegaron y notó como daban agradecimientos por su servicio a la nación a cada uno. Ella sentía la emoción de todos, era algo loable lo que hacían, pero quería tanto ver a su novio. Sentía la misma incertidumbre que tenía cada vez que su padre regresaba de cada despliegue.
Hacía ya cinco meses que no lo veía. Y lo extrañaba tanto. Pero entendía sus motivos para hacerlo, a él le gustaba su trabajo y no podía luchar contra ello, solo le quedaba apoyarlo. Ser su lugar seguro al regresar a casa.
Iban a cumplir su segundo año como novios en unas dos semanas y ella estaba tan expectante, tenía sorpresas para él. También era la primera vez que vería a su padre, porque por su trabajo se había hecho imposible conocerlo. Ahora vivían juntos en Alabama, muy cerca del fuerte en donde trabajaba.
Se le hacía aún raro pensar en que vivía con el chico más hermoso del planeta. Su madre le dijo que debía pensarlo bien antes de dar ese paso, pero ella estaba contenta con eso. Eran tan cortos los momentos que compartía con él que no quería despegarse de su lado en ningún momento que se hallaba libre.
Había comenzado a trabajar como profesora de arte para una escuela secundaria. Un trabajo que pensó que no le gustaría, pero el cual comenzó a amar al ver la entrega de sus alumnos. Seguía siendo fotógrafa y su trabajo se distribuía en páginas y revistas. Además, estaba en un último proyecto, el cual tenía que contarle, pero quería hacerlo en persona.
Escuchó el discurso del general y deseó que se apurara, pero el hombre parecía agradecer hasta la hormiga que estaba en el suelo donde estaban parados y no le quedaba más que estar ansiosa mientras lo oía. Lo tenía ahí mismo, pero se sentía más lejos que en las video llamadas que acompañaban cada vez que podían. Pero ya quería verlo ahí, con ella.
—¡Rompan filas! —anunció el general.
Enseguida todos los soldados comenzaron a moverse de sus puestos y ella empezó su búsqueda. Estaba tan nerviosa y emocionada que se asustó cuando sintió brazos rodeando su cuerpo.
—Duendecillo —escuchó en su oído.
Se giró para ver a Jude con su traje de gala y lo abrazó con tanta fuerza mientras lloraba en su pecho. Lo había extrañado tanto, todas las noches rezaba porque el regresara bien a casa.
—Estás aquí —susurró al despegarse, miró su rostro y lo tocó como si todavía no creyera que estaba frente suyo—. Te extrañé tanto.
—Y yo a ti, duendecillo.
La besó una segunda vez y ella sonrió en medio del roce.
—¿Cronos? —inquirió ella.
Dio un suspiro. —Está en cuarentena. Dentro de unos días lo iremos a buscar.
—También lo extrañé mucho, la casa se sentía vacía sin ustedes dos.
Cronos era el compañero de Jude en cada despliegue. Nunca imaginó que esa dulzura de cachorro podía ser un experto en hallar minas y de paso que era un arma para atacar. Había comprobado una vez eso cuando intentaron asaltarla y él la protegió de una forma increíble.
—Tendremos tiempo antes de irnos de nuevo.
Eso fue una noticia que emocionó
La tomó de la mano y salieron del evento. Ella lo apretaba sintiéndolo. Con la certeza de que estaba aquí.
—Vamos a ir a cenar. Necesitas comida decente.
—Dame un segundo, eso puede esperar, pero yo no. Necesito besarte más. —y así lo hizo. Tomó sus mejillas y colocó su boca en la suya.
Jude la besó con emoción, con ternura. Era como para cerciorarse que estaba tocándola. Y ella lo recibió por completo encantada.
Al alejarse de su boca, Alika lo miró con emoción. Ese brillo en su mirada lucharía por mantenerlo. —Me gusta mucho como piensas.
—Los dos sabemos que mis planes son de lo más infalibles.
—Si eres estúpido. De la relación, la brillante soy yo.
—Ya crees.
Siempre bromeaban, era una cosa que se había mantenido desde el momento en que se conocieron. En su relación siempre se estaban riendo, molestándose el uno al otro. El amor crecía a raudales con cada día que pasaba.
Alika fue hacia el asiento de conductor, pero él le robó las llaves antes de que siquiera pudiera abrir la puerta de la camioneta. Se giró para quitárselas, pero las tenía en su espalda.
—Dámelas.
—Es mi bebé, la tuviste todos estos meses.
—Y la seguiré teniendo como no regreses a casa. Dámelas. —extendió su mano para que se las diese, pero él negó—. Jude, dame las llaves.
—Déjame atenderte. Vamos. —le dio un beso en sus labios terminándola de convencer, aunque no era muy difícil, cuando se trataba de él, era masilla en sus manos—. Ahora sube.
—Conociéndote eres capaz de irte a casa sin ir a cenar. Resulta que quiero ir a comer.
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Editado: 04.01.2022