Desperté con Eliot encima de mí, con ambos brazos en mi rostro y uno de sus pies colgando de la orilla de la cama. Tenía cuatro años y seguía durmiendo tan mal como cuando era un niño de 1 año, lentamente saqué sus brazos de mi rostro y por fin, pude respirar tranquila; por unos momentos, me quedé disfrutando de aquella incomodidad que mi hijo me ofrecía, una incomodidad que reconfortaba mi espíritu intranquilo.
Suspiré. Debía levantarme para ir al trabajo.
Cuidadosamente, paso mis brazos por el torso de mi pequeño hijo y lo muevo hacia un costado, pronto, Eliot toma una almohada y se la acomoda por debajo de su cuerpo, colocándose en la misma posición en la que se encontraba conmigo.
Mientras duerme, yo me dirijo al baño y comienzo a alistarme para ir a trabajar.
Dan las siete de la mañana, cuando ya estoy saliendo del departamento con Eliot en mis brazos, cierro la puerta y me dirijo al piso de abajo para dejar a Eliot con Joanne.
Lo dejo acostado en la cama de mi vieja y cariñosa amiga y por fin, me marcho al trabajo.
Al llegar, lo primero que hago es ir a la cafetería por un café y subo.
Dejo mi cartera encima del escritorio y comienzo a preparar todo para poder explicarle a la secretaria de Callum todo lo que debe hacer.
La puerta de la oficina se abre y me encuentro con un Lucian y un Callum hablando animadamente.
Ambos me miran.
― Elizabeth.― habla Lucian, llamándome informalmente y es la primera vez que lo hace en la oficina y parece darse cuenta. Carraspea mientras mira como Callum nos mira frunciendo el ceño, era de esperarse que estuviera así de extrañado, después de todo, Lucian siempre había respetado el lugar de trabajo, siendo extremadamente cortés como cualquier buen jefe.― Pensé que venías más tarde.
― Mientras más temprano, mejor.― quería terminar esto pronto para poder irme a casa y estar estos tres días con Eliot.―Señor Callum.― saludé al amigo de mi jefe que era el único capaz de ocupar su lugar.
― Sabes que no me gusta que me llamen Señor.― sonrió coquetamente.
El ascensor se abre y de él, sale una chica alta de piernas largas, cabello negro y unos ojos azules que son la muerte.
Era bonita. Extremadamente bonita, era esa clase de chica que le absorbía el autoestima a cualquier mujer, que con solo su presencia te hacia sentir sumamente inferior.
Pero no era mi caso, si bien parecía un espantapájaros andante, no me sentía inferior a ella, sino que su igual.
Se acerca contoneando sus caderas, sugerentemente. Supongo que era el tipo de secretaria que iba a hacer otro tipo de trabajo en vez de hacer lo que toda buena secretaria hace.
Se acerca a Callum y besa su mejilla, muy cerca de su labio inferior, se gira hacia Lucian y trata de saludarlo de la misma forma, pero mi jefe es más serio que Callum O'Brien, mucho más serio.
―¿Debo suponer que es tu secretaria?― pregunta Lucian con su muy conocido ceño fruncido.
― Así es, guapo.― Madre mía, ella es jodidamente valiente o estúpida, cualquiera se hubiera dado cuenta de que Lucian no está de buen humor.
― Señor Delacroix para ti.― se giró hacia O'Brien.― Espero que sea competente en esto, no es un juego, Callum.― cortó antes de encerrarse en su despacho.
La verdad era que... yo también esperaba que pudiera con el trabajo.
Carraspeé al notar el incómodo silencio.― Soy Elizabeth.― sonreí.
Su mirada azulada recorrió mi cuerpo lentamente y cuando por fin llegó a mis ojos, tenía una mueca de fastidio en el rostro.
Caminó hacia mi y dejó su bolso y su chaqueta en mi escritorio, marcando territorio.
Sonreí aún más.― Puedes sentarte y te explicaré cada detalle, no quiero ningún error en esto.― dije apuntando hacia una silla a mi costado.― Es hora de trabajar.
Bufó.― Karen.― llamó Callum.― Hazlo bien, piensa que esto es tu última prueba, si lo haces bien, sigues como mi secretaria.― ahora estaba completamente serio.― Si fallas aquí, te despido.― se giró hacia el despacho de Delacroix.― Y se me olvidaba.― se giró hacia nosotras.― No te metas con ella; porque sabe como humillar y defenderse, ella... manda.― y sin más, abrió la puerta de la oficina de mi jefe y sonreí, porque me gustaba tener autoridad en algo tan importante como lo era mi trabajo.
― ¿Sabes algo de arte?― pregunté.
― ¿Qué?
― ¿De arte?― rodé los ojos.
― No mucho.― se encogió de hombros.
― Bien, porque cuando salgas de aquí en tres días, serás una experta en este rubro.― sonreí y es así como comienzo con las explicaciones y a enseñarle sobre qué debía y no hacer.
No era estúpida, gracias al Señor, todo el trabajo de enseñarle había sido mucho más fácil, no había dado una misma explicación más de dos veces.
***
Dan las 11 de la mañana cuando ya estoy lista para irme, el ascensor llega y se abre, dejando salir a una mujer de cabello castaños oscuro, ojos grises... unos ojos inconfundibles.
Una sonrisa radiante invade mi rostro, porque la mujer de Hierro y buen amiga mía aparece en el vestíbulo.― ¡Sara!― chillo y corro a abrazarla, lo cierto era que, Sara Baker, era la mujer más dulce y simpática de la tierra.
― ¡Lizzy!― me abraza y besa mi mejilla.― ¿Cómo está la loca de Tracy?― sí, sí la conocía y ambas eran completamente diferentes, pero de alguna forma, encajaban a la perfección.― ¿Y Eliot?
― Ambos están muy bien.― evité hablar sobre el tema de Eliot porque no era ni momento adecuado y no estábamos en el lugar indicado para ello.― Aunque creo que tenemos que hablar en algún momento.― le expresé con seriedad.