Señora Delacroix

9. ¿Mal Día o Mal Vida?

Dejé de escuchar en cuanto dijo aquellas palabras... 

Otra vez.

Palabras que retumban en mi mente y la misma pregunta de antaño invade mi mente.

¿Por qué? ¿Qué hice mal? ¿Era esto una señal de que mis padres, siempre tuvieran razón?

 Ya que Eliot tuvo cáncer anteriormente, las quimioterapias no serán 100% efectivas, por lo tanto, para asegurarnos que esto sea el fin de aquella etapa, se deberán hacer radioterapias, las cuales decidiremos con el equipo médico y un trasplante de médula madre.― dijo el Doctor.

Asentí, porque era la única cosa que podía hacer en estos momentos, porque ni siquiera sabía qué decir frente a esta noticia.

― Tanto las quimioterapias como las radioterapias serán decididas por el equipo, como ya mencioné anteriormente, es necesario hacer esta clase de tratamientos para así eliminar por completo las células cancerígenas.― explicó el doctor.― Con esto, se corre el riesgo de dañar la médula espinal, donde, generalmente, nacen las nuevas células; es aquí donde usaremos un trasplante de células madres para evitar todo riesgo.

 

***


De eso había pasado una hora... y yo seguía sin decir o hacer algo, simplemente, me dejaba guiar, me sentía perdida e inútil, como cada vez que sucedía algo malo en nuestras vidas.

― Eliot estará bien.― mencionó Tracy mientras conducía por el tráfico de Nueva York, pero ella tampoco estaba segura, lo había visto en su mirada y ahora mismo, la había escuchado titubear al hablar.

Porque a decir verdad, nadie tenía la vida asegurada y aquel pensamiento terrorífico de perder a quien más amo en esta vida me invadía y me destrozaba de sólo de pensar en aquello.

―¿Y si no?― pregunté perdida en un mar de recuerdos, recuerdos que me habían llevado a esto... con cada vivencia me había traído a este mismo punto de partida, y de nuevo, las palabras de mis padres que habían estado ocultas en lo más profundo de mi inconsciente, habían surgido, para cobrar fuerza y hundirme en mi desdicha y autocompasión.

Ellos tenían razón, yo, a donde quiera que esté, traeré la desgracia... porque yo no era más que una chiquilla tratando, absurdamente, de vivir como se le pegue la gana.

― ¡Basta!― exclamó Tracy mientras golpeaba el volante con ambas manos.― ¡¿Quieres por un jodido segundo, dejar de pensar en que Eliot no lo conseguirá y dejar, de una maldita vez, autocompadecerte?! Porque sí, está bien que creas que eres un maldito fracaso como mujer, pero  jamás creas, ni por un segundo, que haz sido un fracaso como madre y si sigues en este plan, te juro que te golpearé tan fuerte que desearás no haber nacido.― decía mientras conducía.― ¡Mierda! ¡Entiende que eres una gran madre! ¡Joder! ¡Siempre te has mantenido fuerte frente a todo lo que te ha pasado, así que, no lo hagas ahora, mantente fuerte, Eliot te necesita más que a nadie!― su voz se fue quebrando mientras decía lo último.― Créeme que si mi madre hubiera actuado como tú, jamás habría pasado por todo aquello, jamás me habría sentido cómo me sentí en ese entonces.― susurró.― Y claro, aquí estás tú, apuesto lo que quieras que estás recordando a tu familia... y te diré una cosa, ellos jamás te conocieron. ¡Dios, decidiste no abortar, cambiaste el destino que tenían guardado para ti!

Sequé la lágrima que se me escapó: ― A veces pienso que eres un ángel que vino a rescatarme.― dije tratando de no llorar porque estábamos llegando a casa.

― Y yo a veces creo que fuiste tú la que vino a salvarme.― dijo Tracy mientras salíamos del auto.― Estoy contigo, siempre, así que... por favor, no temas, no estarás sola.― comentó secando sus ojos.

― No habría hecho mucho sin ti a mi lado.― la abracé por los hombros mientras nos dirigíamos al edificio.

― Por supuesto, no habrías hecho nada sin mí.― habla más animada.

Supongo que, mientras la tenga a ella, nada estará completamente perdido para mí.


Francia, Narra Lucian.

 


Camino por los pasillos de la gran finca, estos últimos días me he estado preparando mentalmente para mi discurso frente a mi abuelo, el patriarca de nuestro antiguo linaje.

Lucian I Delacroix.

Me paro frente a una gran puerta caoba, con finos detalles hechos a mano, golpeo una vez.

Y una voz ronca, firme y gastada por el paso del tiempo dice: Adelante.

Abro, sin agachar la mirada, sin titubear y lo miro directamente a esos fríos y calculadores ojos verdes, mucho más claros que los míos.

― Abuelo.― digo mientras, sin su permiso, tomo asiento, arquea sus blancas cejas.

― Nunca en mi vida me había sentido tan avergonzado de mi apellido como ahora.― habla y sus palabras calan muy profundo en mi corazón... en mi alma.

Toda mi vida me la he pasado actuando y guiando mi vida para que él esté orgulloso de mí. Jamás lo hizo.
Levanto el mentón: ― Hay una explicación razonable para lo sucedido.

― Silencio.― habla despacio, inyectando una amenaza no pronunciada.― No he pedido tu palabra, estoy hablando yo.

Me pongo rígido y asiento lentamente, tratando de controlar la ira y decepción que se asientan en mi pecho... 

― Jamás, en toda la historia de nuestro poderoso y antiguo linaje ha habido tal deshonra.― se levanta mientras camina alrededor de las pinturas que cuentan la historia familiar.― Nunca ha habido nada como un bastardo en esta familia.― "Bastardo" odiaba esa maldita palabra y él lo sabía muy bien, su mirada se posa en mi rostro.― Y jamás lo habrá.― lo miro, confundido.

¿Qué demonios significaba aquello?

―No quiero a ningún bisnieto bastardo.― seguía sin entender todo aquello.― Él será protegido y criado como un Delacroix.― Oh, mierda Santa, creo que ahora sí lo iba entendiendo.― No obtendrás nada de mí si no te casas y reconoces al niño.




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