Llego a casa y dejo las bolsas de las compras encima de la mesa; salgo y me dirijo a la casa de Joanne para ir a buscar a Eliot.
***
Dejo a Eliot en su cama. Cuando llegué a la casa de Joanne, él estaba dormido, conversamos por media hora; contándole todo lo de hoy, exceptuando, por supuesto, el casi beso con mi jefe. Habíamos llegado a la conclusión de que Lucian, como era un humano común y corriente, estaba pasando por estrés y por presión por parte de su familia, esta era la razón de su mal humor.
Dejo el pavo en la encimera y, con un suspiro, comienzo a quitarle todo lo que lleva dentro para poder dejarlo listo y así, mañana, lo único que tendría que hacer sería el relleno. Lo dejo por 5 minutos debajo del agua para quitarle todo los restos que lleva adentro, lo saco y lo dejo en una bandeja de aluminio porque sí, no me puedo permitir una charola de plata, soy pobre y la pobreza se debe disimular. Luego, aplico vino blanco para darle sabor y lo dejo en el refrigerador para mañana comenzar a cocinarlo.
Aprovecho de sacar algunas verduras para comenzar a realizar la cena, y como era de esperar, Eliot aparece a las 6:30 de la tarde.
― ¡Mami! ¡Hola! ¡Tengo hambre!― grita mientras entra corriendo a la cocina.
― Hola, cariño.― lo veo sentarse en la silla y pone sus mano cruzadas, con una sonrisa de oreja a oreja, parecida al del gato de Alicia en el País de las Maravillas.― Está casi listo.― asiente animadamente y frunce el ceño cuando se da cuenta de algo.
Se levanta y coloca sobre la mesa los cubiertos y los individuales, sonrío porque ha aprendido bien.―Gracias, cariño.
― De nada, mami.― se vuelve a sentar.
3 minutos después, dejo sobre la mesa su cena y la mía.
Y como era de esperar, come menos de la mitad del plato.
― Termina tu comida.― digo por tercera vez.
Niega.―No quiero, ya estoy satisfecho.
― Eliot.― advierto.
― Mami.
― Apenas y has comido, dijiste que tenías hambre.― digo mientras marco sobre su plato lo que tiene que comer y no, sé que no debo obligarlo, pero tengo que hacerlo, lo necesita para que suban sus defensas y no esté débil para su tratamiento... además, no ha estado comiendo muy bien en estos últimos días.
―Sólo comeré esto.―dice sacando de la ración más pequeña de su plato.
Lo miro comer sin ánimos y mi corazón se aprieta un poco al notar las ojeras que comienzan a aparecer debajo de sus hermosos ojos, dándole una apariencia más frágil y enfermo.
― Ya, deja de comer.― le quito su tenedor, ya era suficiente, no podía exigirle más de lo que podía darme.-
―Pero...
― Mañana te daré un buen tazón de leche caliente y para el almuerzo, muchas, muchas verduras, ¿Entendiste?― asintió.
― Gracias, mamá.― me levanté al ver que se retiraba de la cocina, recogí su plato y el mío, para fregarlos.
Eliot era la clase de niño que siempre mostraba una sonrisa, aunque estuviera en malas condiciones... siempre encontraba la manera y la razón para sonreír.
De alguna manera, quería estar a su altura. Quería sonreír siempre... Quería ser tan fuerte como él.
Después de limpiar la cocina, me dirijo a la sala de estar y me siento a su lado, al notar mi cercanía, pone su cabeza en mi regazo, recostándose en mis piernas.
Comienza la película del Rey León, poso mi mano en su cabello y comienzo a acariciárselo... relajándome al instante.
Eliot era mi calma, mi refugio.
***
Media hora después, cuando íbamos en la parte de Timón y Pumba cantando Hakuna Matata, la puerta principal se abre y un grito chillón se escucha.
― ¡Mis Amores! ¡Soles de mis días y Lunas de mis noches!― la escandalosa aparición de Tracy hace que nos sobresaltemos en nuestros lugares.
Eliot pausa la película y la mira de pies a cabeza, río al notar su gesto: ―¡Estábamos en la mejor parte!― se queja mi hijo exasperado.
― ¡Yo sólo vine a darles de mi amor!― se queja Tracy con una sonrisa en su rostro.
― ¡Sólo quiero ver la película en paz!― se queja él.
― ¡Y yo sólo quiero amarlos y darle, darle toda mi ternura!― lloriquea mi amiga imitando al Burro de Sherk.
― ¡Ya basta los dos!-―los detengo.
― ¡Sí, mejor cantemos!― exclama ella tomándole las manos a Eliot.― ¡Sin preocuparse, es como hay que vivir!-― comienza a cantar―Gritar― y a bailar, mientras Eliot trata de zafarse de su agarre.― ¡Yo aquí aprendí!― Eliot la mira y sonríe y es entonces, cuando nos damos cuenta de que a mi hijo se le ha pasado el enfado.― ¡Hakuna matata! ― cantan los dos al mismo tiempo.
Río.―¡Bien, ahora, pongamos ésa película de nuevo para que la veamos los 3 juntos!― se deja caer en el sillón de al frente y Eliot me da el control, asintiendo.
Sonrío y la vuelvo a colocar.
Y es así, como terminamos el día con una maratón de películas de Disney.
***
Me despierto por agua que cae por mi rostro, me sobresalto y me levanto.
― ¡Pero qué demonios te pasa!― le grito a Tracy.
―¿Qué esperabas? ¿Qué te despertara con un beso, como una jodida princesa?― me responde con obviedad.
― Por supuesto que no, pero algo menos... húmedo bastaba.
― Te grité y te zarandeé.― se encoge de hombros.― Si no despiertas por las buenas, debe ser por las malas.