Señora Delacroix

15. Contrato

Salgo del ascensor y lo primero que veo es a Lucian con la carpeta que me había entregado en sus manos, mirándola pensativamente.

Alza su mirada cuando se da cuenta que el ascensor sonó, avisando mi llegada; salgo de él y camino un poco.

― Ni siquiera te has tomado el tiempo de abrirlo siquiera.― su mirada se posa en mí, era una mirada fría y pensativa.― Ni siquiera te lo llevaste.― me acusó mientras se enderezaba.― ¿Por qué?― comienza su lento y perezoso camino hacia mí.

― Porque...― su repentina calma me ponía los pelos de punta.― Porque no quería pensar en ello.―opté por hablar con la verdad.

Retrocedo cuando veo que Lucian no se detenía, mi espalda chocó con la pared que yacía al lado del ascensor, quedándome ahí mientras Lucian ponía sus brazos a cada extremo de mi cabeza, acercándose peligrosamente a mi rostro.

― Lo único que pido es que lo leas.―susurró despacio.― Y simplemente me ignoras.

―No me has dejado otra alternativa.

―¿Qué no te he dejado otra alternativa?― una carcajada carente de humor se escapa de su garganta.― Te he dado tiempo para que lo pienses.

― Y sigues presionándome.―elevé un poco la mirada, para contemplar sus ojos.― Aún diciendo que tengo tiempo de pensar.

― Eres tú la que no me obedece.

― Lo leeré en cuanto tenga tiempo.―respiro profundo, para tratar de calmarme un poco.― En cuanto se me dé la maldita gana.― siseé.

― ¿De eso se trata?― su nariz roza mi mejilla.― ¿De tu maldito orgullo?― su nariz comienza una caricia lenta y sensual sobre la piel de mi mandíbula.

Mordí mi mejilla interior para evitar soltar un suspiro de satisfacción.

― No se trata de eso.―mi voz sonaba suave y forzada.― Se trata de que debo pensarlo.

Y de un empujón lo alejo de mí, porque su presencia no me dejaba pensar y yo necesitaba mi cabeza fría para algo tan importante como era mi situación actual.

― Sólo enfoquémonos en el Proyecto Italia, en el trabajo.―digo mientras me aparto aún más de él.

Caminé hacia mi escritorio, acomodando mis cosas, me senté y encendí el computador.

― Si es eso lo que quieres...―murmura mientras camina hacia su despacho, dejando la puerta abierta.

Suspirando y algo más aliviada, comienzo mi trabajo.

 

***

 

Para la hora del almuerzo, Lucian sale de su despacho y se planta enfrente de mi escritorio.

Levanto la mirada.―¿Necesitas algo?―pregunto.

Asiente.― Ven a comer conmigo.― y como siempre, Lucian no pregunta, ordena.

Ruedo los ojos ante su aptitud.― ¿Es una orden o una pregunta?

Frunce el entrecejo y tensa la mandíbula, luego aprieta el puente de su nariz y exhala.

Está de mal humor.
― Solo responde.

― No.― me siento cómodamente, mientras cruzo los brazos por encima de mi pecho, para mirarlo detenidamente.

― Elizabeth...―su tono de advertencia no me pasa desapercibido.

― Lucian...― mi voz es calmada y perezosa. 

Camina hasta mi costado y toma mi brazo, cuidadosamente, me levanta.
― Vamos a comer.― agacha un poco su cabeza, lo que provoca más cercanía entre nosotros.

¿Nadie nunca le ha enseñado que existe un espacio personal, y que debería ser respetado? Pues, al parecer no.

― ¿Por qué debería aceptar, no hay nada relacionado de trabajo en ello?―me encojo de hombros mientras tiro de mi brazo para soltarme de él.

― Eres desesperante.― toma mi mano y me lleva a rastras hacia el ascensor.

― Lucian...― me quejo.

― Lo único que quiero es que dejemos de discutir y vayamos a comer como dos personas civilizadas, ¿Podemos hacer eso?

― ¿Por qué?

― Porque podemos discutir sobre el contrato.

― ¿Se supone que me diste una semana y algo para ello? Y yo, tengo mejores cosas que hacer.

― Si es sobre Eliot, debes saber que esto lo beneficia más de lo que debería.

― ¿Tendremos esta discusión aquí?― miro alrededor, al piso que compartíamos.― No es el lugar ni el momento.― me quejo mientras vuelvo a soltarme de su agarre.

― Puedes dejar de discutir y venir conmigo,―parecía agotado, suspirando dice.― Por favor.

― Era todo lo que necesitabas decir las palabras mágicas.― voy a mi escritorio y tomo mi bolso y mi abrigo.― A mucha gente no le gusta que le ordenen todo el tiempo, lo sabías, ¿Verdad?.― digo al tiempo que entramos al ascensor.― Por eso es que las habilidades blandas son tan importantes en una persona, más si trabaja con público.

― Elizabeth...

― Porque realmente son necesarias para la comunicación...

― Elizabeth.

― Y tú, usualmente pareces un jodido neandertal, siempre haciendo que todos hagan lo que quier...

― Elizabeth.― suspira y vuelvo mi mirada hacia él, una leve sonrisa cubría sus duras fracciones.― Estás hablando demasiado.

― Y resulta que ahora, no puedo expresarme.―cruzo mis brazos.

― Así que... ¿estás nerviosa?

Río levemente.― ¿Por qué lo estaría?

Se encoge de hombros:― No lo sé, tú dímelo.
― No lo estoy.

― Claro que sí lo estás.

― Que no.
― Que sí.

― ¿Por qué piensas que estoy nerviosa?

Me mira.― Porque siempre que estás nerviosa, tiendes a hablar más de la cuenta.

Tracy y Joanne eran las únicas que lo sabían.

― Hemos trabajado juntos durante dos años, ¿Qué clase de jefe sería si no te conociera como es debido.― habla al notar mi mirada.

Observo sus ojos azules por un tiempo, sin saber qué decir o hacer, dejo de mirarlo cuando veo que habíamos llegado al primer piso, 4 trabajadores nos observaban detenidamente.―Vamos.― toma mi mano y nos dirigimos a la salida, con muchas miradas sobre nosotros, sorprendidos.

Ya afuera, noto que el auto de mi jefe estaba aparcado y listo para ser conducido por él.

― Gracias.―dije cuando Lucian me abre la puerta del copiloto.―¿Comida china o italiana?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.