Señora Delacroix

21. Tracy

 

 

 

Tomo mis cosas y Lucian sale, justo a tiempo para tomar el ascensor conmigo.

Suspiro.

― ¿Pensabas irte sin avisarme?― reprocha frunciendo el ceño.

― Sí.―me encojo de hombros sin tomarle mucha importancia.

― ¿Sólo sí?

― Sí.

― Elizabeth.― lo miré.

― Lucian.― respondo.

Una sonrisa cubre sus suaves labios.

― Elizabeth.― pronuncia mi nombre lentamente, sus ojos azules se percibían más juguetones.

― Lucian.―lo miro directamente y veo cómo se forman sus hoyuelos al sonreírme abiertamente.

Ruedo los ojos y sonrío, inevitablemente, porque aquella sonrisa era contagiosa. ¿Por qué sonríes así― reprocho.

― Porque me gusta que pronuncies mi nombre.―se abren las puertas del ascensor y ambos salimos, muchos empleados se dan vuelta a mirarnos.

― Eres incorregible.― Lucian toma mi mano y caminamos hacia la salida, mientras Lucian  se despide cortésmente de la gente que quedaba en la empresa.

― Te llevo a casa.― dice lentamente.

― No, No, vine en mi auto.― niego rápidamente.

 ― Mi chófer puede llevarlo a tu casa.― habla con obviedad.

― Puedo hacerlo yo misma.

― Tú no puedes porque te irás conmigo.

― Yo si puedo porque no me iré contigo.

― Quiero ver a Eliot.

― Ve en tu auto.― me encojo de hombros.

De repente, soy atraída hacia su cuerpo y siento cómo me rodea con sus brazos, su loción golpea fuertemente en mis sentidos aturdiendome en el proceso.

― Lucian.― reprocho.

― Elizabeth.

― Lucian; ya, no estoy jugando.― trato de alejarme, pero no puedo. Siento como su pecho vibra por la risa que se escapa de su garganta.― Deja de burlarte.― reprocho mientras me suelta a regañadientes.

Una sonrisa cubre sus labios.― Vamos a casa, Eliot nos espera.― y besa mis labios castamente.

― ¿Por qué siempre tratas de salirte con la tuya?― pregunto mientras observo como se dirige a su chofer.

Se encoge de hombros.― Alguien tiene que imponerse a tu terquedad.― estira su mano para que le entregue mis llaves.

Ruedo los ojos y las saco de mi bolso para entregarlas.

El auto de Lucian llega y abre la puerta del copiloto para mí. ― Gracias.― susurro mientras entro al auto.

Salimos del aparcamiento y entramos al edificio.

Entro a casa y noto el silencio que hay en ella.

― ¿No hay nadie?― habla Lucian a mis espaldas.

Me encojo de hombros.― No lo sé.

Dejo mi abrigo en el perchero y pido el de Lucian, me lo entrega y lo cuelgo.

― ¿No te importa que hayan salido?

Lo miro extrañada.― Lo más probable es que estén en la casa de Joanne y sino, comprando comida.― caminamos hacia la sala de estar.― Siéntate.― indico.

Asiente y toma asiento.

Camino a mi habitación y me encuentro con una Tracy llorando en silencio, mientras aprieta a un Eliot profundamente dormido.

Sus ojos se abren, llenos de lágrimas, sorbetea su nariz y se levanta mientras seca sus mejillas desesperadamente.

Mi corazón se aprieta un poco en mi pecho y me atraganto con mi propia saliva.

― ¿Qué...?

No termino la frase porque siento como se lanza hacia a mí y se aprieta, siento como tiembla al llorar en mi hombro, sus sollozos son pequeños susurros desgarradores y mis ganas de absorber cada parte de su tristeza me invaden.

La aprieto contra mí.― Lo lamento.― dice entre sollozos.― No he podido contenerme.― aprieto su cuerpo, tratando de calmarla.― Pensé que estaba bien, pero...― sigue llorando sin parar.

― Sh, tranquila, no pasa nada.― sobo su espalda con delicadeza, porque el miedo que me invade al pensar que la puedo dañar de alguna que otra manera es desgarrador.― Llora todo lo que necesitas.― comienza a sollozar nuevamente.― Para eso estoy aquí, para cuidarte y protegerte.― susurro contra su coronilla.― Jamás has estado sola.

La suelto cuando comienza a tranquilizarse, limpio las lágrimas de sus mejillas y aparto el cabello húmedo de su rostro.

― Eres la mejor, ¿Lo sabías, verdad?― habla temblorosamente, mientras trata de sonreír.

Asiento.― Lo he sabido toda la vida.

Ella ríe, pero es esa clase de risa que se mezcla con un sollozo y no sabes si es alivio lo que sientes o es ese dolor que va creciendo en tu pecho.

― Mierda.― recuerdo algo.― Lucian.

Tracy frunce el ceño, un gesto que la hace ver más sola y desamparada.

― Vengo en un momento.― salgo de la habitación y me encamino a la sala de estar.

No había nadie, sin embargo en la mesita de centro hay una nota. La tomo.

Una letra perfectamente cursiva y elegante se hace notar.

Lamento haberme ido sin avisar, las vi a Tracy y a ti abrazadas en el umbral de tu habitación. No fue mi intención, sin embargo.
Espero que no sea nada grave. Avísame si me necesitas.
Siempre tuyo, Lucian Delacroix.

Con un suspiro, me doy media vuelta y veo a Tracy apoyada en la pared, mirando a la nada.

― Así que estuvo aquí.―su mirada triste parece ida, sus palabras son apenas un susurro...

― Sí.―voy hacia ella y tomo su mano.− Quédate aquí.― digo mientras la siento en uno de los sillones de la sala.

Camino hacia la cocina y coloco el agua a hervir, luego busco entre la alacena las hierbas que sirven para este caso. Saco una que se llama Melisa, sirve para calmar la angustia y los nervios.

Preparo el té de Melisa sin mucho esfuerzo y se la llevo a Tracy.

― Toma.―le entrego la humeante taza a mi amiga.

― Creo que de verdad me enamoré.―suelta después de unos minutos en silencio.― Hace mucho tiempo, cuando vi lo que mi madre le hizo a mi padre y él a ella... supe que el amor era algo que te desgarraba el corazón, sin compasión alguna, transformandote en alguien irreconocible.―bebe un poco de su té.― Siempre entregaba nada de mí, simplemente los alejaba o me alejaba cuando me sentía muy comprometida emocionalmente, cuando sentía que corría el riesgo de salir dañada.― me mira, pero sé por experiencia que no me está mirando a mí, sino que está pérdida en sus recuerdos.―Pensaba que el único amor puro e incondicional que podía llegar a sentir, era el de ustedes... nunca me dañaron, nunca tuve miedo... siempre estaban ahí para mí y yo sabía que podía entregarles todo sin mayor problema, porque me aman y yo los amo.― un suspiro tembloroso se escapa de entre sus labios, mi corazón duele al verla tan triste, tan rota.― Jamás estuve más equivocada con mi concepto de amar... todo lo que había pensado, no se compara a lo que estoy sintiendo ahora.―cubre su rostro y lo restriega fuertemente.― Noah, simplemente jugó conmigo, jamás sintió nada de lo que profesaba, dijo que alguien como yo jamás encontraría alguien a quien amar, que nadie me amaría.― bebe su té, aparentando calma.― Que yo siempre sería aquella que los hombres buscarían para una noche, para un juego... y tiene razón.―sorba su nariz y nacen mis ganas de asesinar.― Se estaba burlando de mí, era un plan... una  maldita apuesta con una imbécil con la que tenía un romance.― solloza.― Se reía de mí en mi cara y yo como una estúpida le creí cada jodida palabra.




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