Señora Delacroix

31. Una familia comienza a formarse

― ¿Qué es eso?― pregunté a Tracy quien pegaba una hoja en la puerta de refrigerador.

― ¿No es obvio?― dice girándose a nosotras.― ¿Cómo se llama?― le pregunta a Eddith, quien era la encargada del aseo y todo lo que tenía que ver con el orden de nuestra casa, ella y su esposo Marcus, vivirían con nosotros.

― Eddith, señorita Tracy.― le sonríe.

― Llámame Tracy.― mi amiga arruga la nariz, pues odiaba que la trataran como si fuera superior.― Bien, Eddith, esta lista es sumamente importante.―habla señalando la lista a sus espaldas.― Aquí encontrarás todo sobre Eliot.―nos mostró lo que decía, en una fila color azul había escrito la comida que Eliot detestaba, en otra fila de color verde estaban los alimentos que Eliot no podía comer pues era alérgico a ellos y finalmente, de un color rojo y más llamativo, estaban los alimentos que Eliot no podía comer, porque tenía una reacción sumamente peligrosa con los tratamientos que Eliot recibía, es decir, no podía comerlos porque tenía cáncer y estaba bajo tratamiento.―Ninguno de ellos se debe mezclar, sería peligroso para su salud, sobre todo si se acaba de hacer una quimioterapia.―se cruza de brazos.― Ya que estarás a cargo de la cocina, debes saberlo.

Eddith sonríe y asiente.― De acuerdo, pondré mucho cuidado al hacer comida.

Tracy asiente feliz.― Me agradas.

Eddith sonrió y le correspondió a Tracy, luego se disculpó y fue a ver que todo estuviera en orden con las maletas, ya que aún no terminabamos de mudarnos aquí.

― ¿Y?― pregunta, la miro sin comprender.― ¿Cómo van las cosas con Lucian?

Me encojo de hombros y caminamos a los jardines.― Bien.

― Dime una cosa.― habla después de unos minutos, me giro a mirarla.― ¿Ya consumaron el matrimonio?― pregunta seria.

Niego.― Apenas y llevamos dos días en casa.― nos sentamos en una mesita para observar la tranquilidad de nuestro hogar.

― ¿Y eso qué?― rueda los ojos.― Han estado durmiendo juntos, ¿Cierto?

Asiento.― Con Eliot y no es como si eso fuera nuestra prioridad.

― Amo a Eliot.― se ríe.― Pobre Lucian, dime que los has hecho sufrir.

La miro raro.― ¿Y cómo se supone que lo haga?

Me golpea la cabeza.― Lo que tienes de linda lo tienes de bruta.― me río y ella me mira de mala manera.― Hablo de pasearte con tu corto pijama, mostrar tus piernas, ponerte crema en ella. Ese tipo de cosas que hacemos las mujeres para seducir hombres.― dice exageradamente.

― No me gusta hacer esas cosas.― me encojo de hombros, con Joe ya había sido suficientemente estúpida como para hacerlo...

― ¿Cómo que no? ¿Y qué me dices de...?―se detiene al comprender lo que iba a decir, ambas sabíamos que yo había sufrido mucho con el padre de Eliot por esta clase de cosas.― Mierda, supongo que tienes razón.― se calla y niega.

― Con Lucian estamos bien.― menciono para cambiar el tema, pues se había creado una ambiente pesado e incómodo.― Estaré a cargo de todo lo que tenga que ver con la casa para así estar más cómoda, ya sabes...― Eddith nos trae una limonada fría.― No era necesario.

― Por supuesto que sí.―me sonríe amablemente.

Asiento.― Muchas gracias.―la veo marcharse a la casa.― Me agrada.―susurré.

Sirvo nuestras limonadas y le entrego una a Tracy, quien no ha dejado de mirarme.― ¿Crees que si yo hubiera estado ahí, las cosas habrían sido diferente contigo?―pregunta de repente, observando detenidamente su vaso.

― No fue tu culpa, nada de lo que sucedió fue tu culpa.―tomo sus manos entre las mías y las beso.― Las cosas siempre suceden por algo.― sonrío.― Y de cualquier manera, creo fervientemente en el destino. Ya está escrito y no hay forma de cambiarlo.― tomo un poco de mi limonada.― Si no te hubieras ido, ambas habríamos salido lastimadas... habrían buscado la forma de hacerlo.

― Pero...―se detuvo al oír la voz de Eliot que venía corriendo feliz.

― ¡Mami! ¡Nina!―nos saluda y se dirige a mi vaso, lo toma y bebe todo su contenido de un trago.

― Tranquilo, campeón.― ríe Tracy despeinándolo.― ¿Por qué vienes así?

― Recuerdan cuando les hablé de que quería un perro, pero ustedes dijeron que no podíamos porque vivíamos en un departamento.― habla rápidamente, Tracy y yo intercambiamos miradas.― Pues, papá dijo que sí podíamos y ¿Qué creen?― miramos a Lucian que venía con una caja...― ¡Adoptamos a dos cachorros! ¡Una niña y un niño!― chilla emocionado y se lanza a los brazos de Tracy quien ríe junto con él.

― Hola, mia bella.― besa mi frente.― Tracy, ¿Cómo te va?― saluda a mi amiga con un beso en la mejilla.

― Mejor que nunca y ¿a ti?― Lucian se encoge de hombros y sonríe.― Parece que excelente.― dice apuntando hacia la caja.

La caja se mueve repetidas veces y veo como de ella, se asoma un hocico negro con tonos cafés.

Mi respiración se corta. Lucian los deja en el suelo y pronto, la caja se da vuelta, liberando a dos cachorros pastores alemanes, uno de ellos era más oscuro que el otro, lo único de color café que tenía eran las patas y parte de su hocico y el otro cachorro era más café y sólo tenía negro en el lomo y su hocico, manchada sus orejas. Eran preciosos.― Eliot no quiso ir a una tienda a comprarlos.― se encoge de hombros mientras observa como uno lucha por rascarse el lomo.

― Ése es mi ahijado.― Tracy besó su frente, orgullosa de su decisión.― Los animales no deberían ser objeto de comercialización.― ella amaba a los animales y es por ello que patrocina anónimamente a dos refugios para animales y Eliot ha ido con ella como voluntario.

― Eso me dijo él, así que lo llevé a una perrera que estaba saturada con animales...― suspira.― Los iban a sacrificar, junto con otros 8 perros.

― ¡Y papá los detuvo! ¡Todos se salvaron!― ambas miramos a Lucian.

― Desde ahora financiaré aquella perrera y otros tantos refugios de animales.― rascó su barbilla.― Eliot dijo que él deseaba salvarlos.― sonríe.― Así que... cumplí su deseo, además, amo a los perros.




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