Señora Delacroix

34. Bendita e inexistente paciencia

 

Narra Elizabeth.

Apoyo mi cabeza contra la pared, escuchando los gritos de furia de Lucian.

No entendía muy bien a lo que iba todo aquello o qué fue lo que había hecho Sandra para desatar la furia de Lucian y era algo que tampoco quería saber, ya que de una manera u otra, sabía que podía herirme si llegaba a enterarme de lo sucedido, pero otra parte de mí, quería saber todo lo que rodeaba aquella relación, porque sí, era tremendamente curiosa y más cuando se trataba de alguien como Lucian... él siempre ha logrado llamar mi atención.

Simplemente, quería justificar todo aquello... quería entender qué sentía por él.

―¡Eres un hijo de puta!―exclama Sandra.―Me casé porque tú no te hiciste cargo de tu propio hijo...―mi corazón se aprieta contra mi pecho y duele pensar que Lucian hizo algo como aquello, me enfermaba de todas las maneras posibles.

―¡Cállate! ¡No me vengas con esa mierda ahora!― me sobresalto al escuchar el grito de furia de Lucian― ¡¿Me crees lo suficientemente estúpido?! ¡¿De verdad?!― se oía exasperado, furioso, al punto de la cólera.―¡¿Crees que no lo sé?!― se siente un leve forcejeo en la puerta.―¡¿Crees que no sé con quién me engañabas?!

Y por un momento, mi corazón deja de latir dolorosamente.―¡Déjame!

―¡Entonces no vuelvas repetir aquello! ¡¿Me oíste?!― y aún así, también cabía la remota posibilidad de que todo aquello fuera una mentira, me aliviaba de sobremanera creer en esta posibilidad.―¡Aquí tienes dinero! ¡Lárgate de mi casa y aléjate de mi esposa e hijo!―  no sabía cómo sentirme con aquella decisión, ella simplemente no tenía a nadie y estaba tratando de encajar de alguna forma u otra. ―¡Lárgate de mi casa! ¡Ahora!

Hubo una época en la que a mí también me gritaron aquellas palabras...

Se abre la puerta y una Sandra muy afectada sale disparada de la biblioteca, se gira y se detiene al verme ahí, me enderezo y ella levanta su mentón con orgullo y una mirada llena de odio recorre todo mi cuerpo.

―No podrá deshacerse de mí tan fácilmente.― habla con rencor.

Niego y ella pasa por mi lado, empujando mi costado con su hombro, abre la puerta de su habitación y se encierra ahí.

Suspiro, traté de comprender su situación lo mejor que pude, en serio que sí traté, pero tampoco iba a dejar que pusiera a mi familia de patas arriba y por ningún motivo iba a permitir que arriesgaran el bienestar de mi hijo.

Camino hacia la puerta de la biblioteca y me estremezco cuando escucho algo estamparse contra la pared, pude sentir los vidrios saltar por todos lados y también algo más duro chocar contra la pared, camino hacia nuestra habitación y veo como Eliot trata de ocultarse contra las sábanas.

Obviamente, había escuchado todo aquel alboroto.

―Cariño...― le susurro, él se asoma y me mira.―Todo está bien, no temas.―Él asiente lentamente y mira nerviosamente hacia la puerta.―Iré a ver y vuelvo, ¿Sí?―Asiente y camino nuevamente hacia la biblioteca.

Cuando llego ahí, se abre la puerta y me topo directamente con Lucian. Su mirada cambia radicalmente en cuanto me ve, pues pasa de una llena de furia a una completamente desolada.

―¿Qué tanto escuchaste?―Parece realmente desolado.

―Lo suficiente como para decirte qué; tenemos que hablar.― el arrepentimiento invade su rostro.

―Yo realmente...

Antes de que continúe, niego y digo.―Pero no ahora...

―Elizabeth.―Susurra dando un paso hacia mí, no retrocedo, simplemente, alzo la mirada.

―No, Lucian, he tenido suficiente por hoy.― doy un paso hacia atrás.―Y creo que tú también.― frunce sus cejas y asiente.

―Aún así...

Vuelvo a negar.―Ahora, realmente no quiero discutir contigo y tampoco quiero tener una discusión desagradable.― hago una mueca.―Pero te pediré una cosa.

―¿Cuál?

―Que no vuelvas a armar un escándalo como el que hiciste en la biblioteca.― me cruzo de brazos y me pongo a la defensiva.―Cuando fui a ver a Eliot, estaba realmente asustado.― el arrepentimiento vuelve a sus facciones.―No quiero que lo vuelvas a hacer.― asiente.―Lo mejor que puedes hacer justo en estos momentos, en vez de estar aquí, es ir con él y darle alguna explicación razonable para que logre comprender porque su padre hizo lo que hizo.

―Esta bien...

Asiento.―Mañana hablaremos.― digo antes de irme hacia la cocina, en ella, tomo la escoba y la pala y me abro paso hacia la biblioteca.

Con un suspiro, entro en ella y veo el desastre que había.

Efectivamente, Lucian había arrojado la botella con licor y ésta estaba esparcida por todo el alrededor, también estaba una pequeña mesa de color caoba tirada en el suelo, camino hacia aquel desastre y comienzo a recoger los trozos de vidrios. Ya hecho esto, voy por algún trapo para secar el licor del suelo.

Lo último que decido hacer es inspeccionar la pequeña mesa y ver si se podía arreglar; lo único que tenía rota era una pata que colgaba, suspirando voy en busca de algún martillo para repararla.

Odiaba gastar dinero en cosas innecesarias.

En el momento en el que termino de reparar la mesa, me levanto y al girarme veo como Sandra estaba apoyada contra el marco de la puerta, sonriendo.

―Eres tan simple.― comenta mordazmente.―No entiendo cómo pudo casarse con alguien como tú.― me mira de pies a cabeza, con asco.―Ni siquiera puedes ser una ama de casa como corresponde.― niega y suelta una carcajada.―Eres tan, pero tan estúpida.― vuelve a sonreír.―¿De verdad piensas que este hermoso cuento de hadas te durará para siempre? ¿Tan estúpida eres? Te diré una cosa...― pone sus brazos en jarra.―Lucian no es de los que puede estar sólo con una mujer y tú, querida, no serás la excepción.― ella me daba tanta lástima.―Te botará a ti y a ese mocoso al que llaman hijo...

―¿Terminaste?―Ella ríe y asiente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.