Señores de los Andes

CAPITULO IV

Apu Kon Tiki Illa Tecce Viracocha

La tradición se repite

Apu Tambo de rodillas ante la Roca Sagrada, pidió a Viracocha le guie para sacar adelante a su pueblo, como respuesta a su pedido le vino un recuerdo de su adolescencia, cuando su padre Apu Roca Yupanqui, Willac Uma del Imperio Taipicala, frente a esa misma roca sagrada le dijo: Tambo, hace muchos años nuestros antepasados trasmitieron de padres a hijos, lo que hoy día yo te trasmitiré a ti; para que tú, llegado el momento, se lo trasmitas a todo el pueblo puquina.

Apu Tambo considero que este era el momento más apropiado para trasmitir a su pueblo la historia de su fe y el origen del pueblo puquina. Por eso con voz firme y segura se dirigió a su pueblo:

- Pueblo puquina, escuchen atentamente mis palabras, mi padre hace muchos años, cuando yo era un adolecente, frente a esta misma Roca sagrada me contó el origen de nuestros Dioses y de nuestro pueblo, porque en ellas hay lecciones que nos servirán para tener un mejor futuro.

En el principio de los tiempos solo existía Él: el único y divino gran ordenador Apu Kon Tiki Illa Tecce Viracocha, a su alrededor no existía nada, todo era espacio vacío. En ese instante, cansado de su soledad, decidió crear el universo y a su mandato de la nada, surgió todo: estrellas y planetas. Luego, creo seres maravillosos a su imagen y semejanza a quienes dotó de poderes similares a los suyos, con el único fin de preservar y disfrutar su obra.

Concluida la creación, la cual solo duro segundos, el ser supremo, escogió uno de los mundos creados; se instaló en él y dejo que el universo siguiera con su evolución.

Con el correr del tiempo cada una de las divinidades iniciales, creyeron necesario crear nuevos dioses, para que les sirvan y estos a su vez crearon otros dioses, generándose una constelación de dioses.

Awkitupaq (Príncipe glorioso), era una de las divinidades iniciales más poderosas, con el apoyo de otras divinidades, se proclamó Dios de Dioses y gobernó el universo durante muchos milenios; pero el poder absoluto de Awkitupaq, generó abusos, en un principio pequeños, pero que luego fueron generando resentimiento, temor, descontento y finalmente el rencor de muchos dioses.

Uno de ellos, Ankuwillka (El de sagrada resistencia), dios muy respetado, fue humillado ante toda la corte celestial, por el poderosos Awkitupaq. Esto lo hacía constantemente con algunos Dioses, como una forma de demostrar su “autoridad” y “poder”. Ankuwillka solo miró duramente al supremo y sin responder a la ofensa, dio media vuelta y se marchó, una lágrima rebelde surcó su mejilla.

Inicialmente solo se auto marginó de todas las reuniones y se negó a asistir a todas las invitaciones que el propio Awkitupaq le hizo llegar. Ante esta actitud, el Dios de Dioses manifestó su deseo de castigar lo que él llamó: soberbia de un Dios Menor. Enterado de tales intenciones, Ankuwillka decidió poner punto final a esta situación y terminar con el reinado del tirano.

Convocó a todos los dioses que sabía no estaban de acuerdo con Awkitupaq, los más cercanos a él le brindaron de inmediato su apoyo, lo difícil, fue convencer a los otros dioses, tres días duro el conclave, tres días en los cuales muchos por temor y otros por intereses particulares dudaban en arriesgarse, la persuasión y la fortaleza de los argumentos finalmente se impusieron. El acuerdo fue: destituir a Awkitupaq y a sus seguidores.

Ankuwillka, al frente de miles de dioses inició la revuelta, la lucha fue larga, cruel, despiadada y dolorosa. El universo se convirtió en un inmenso campo de batalla, en el cual los dioses daban rienda suelta a sus poderes de destrucción, aniquilándose unos a otros. Al cabo de casi un año de sangrienta lucha los rebeldes lograron hacerse de la victoria. Awkitupaq y todos sus seguidores fueron totalmente derrotados y destruidos.

La coronación de Ankuwillka, pese a su inicial negativa, como Dios de Dioses, fue solemne, siete lunas rodeaban la gigante e imponente figura del nuevo ser supremo, setenta dioses formaban el sequito. Rayos y truenos iluminaban las entrañas del universo. Los dioses que Apoyaron y lucharon por el triunfo de Ankuwillka formaban un semicírculo y se encontraban sentados sobre 700 lunas, y la bóveda celeste estaba salpicada de millones de estrellas que brillaban con su más alta intensidad, mientras que miles de cometas, dejando su monótona ruta impuesta, dibujaban alegorías en honor del nuevo señor del universo.

Ankuwillka, inició su reinado creando setenta nuevos dioses a cada uno de ellos les encomendó gobernar una galaxia, creó también su guardia real, conformada por 700 dioses guerreros, con el único fin de servir y proteger al nuevo ser supremo.  

El reinado empezó muy bien, Ankuwillka, era un dios amigo, justo y amable, pero el poder, cuando no es bien administrado y dura mucho, corrompe y destruye. Solo cinco milenios duro Ankuwillka. Hasta que Hatuntupaq (El Magnífico), lo enfrentó y derrotó, muy pocos dioses se salvaron de la posterior y cruel matanza.

Hatuntupaq, fue ungido y coronado como nuevo dios de dioses, su reinado fue corto, lamentablemente estas luchas entre dioses siguieron. Nuevos dioses, con el correr del tiempo, formaban alianzas poderosas que destronaban y destruían al dios reinante y a su corte, creándose un caos en todo el universo, las luchas destruían casi todo. Los nuevos dioses reinantes creaban nuevos dioses y con el tiempo estos eran, los que los destruían.



#22607 en Otros
#1590 en Novela histórica

En el texto hay: poder, dioses y guerras

Editado: 01.04.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.