Señores de los Andes

CAPITULO VI

Hacia un nuevo futuro

La amenaza aimara

Apu Tambo siempre estuvo empeñado en resolver con justicia todos los problemas de su señorío y preocuparse que todos sus súbditos vivieran en paz; pero al mismo tiempo su mayor preocupación era, el futuro de su pueblo. Los aimaras estaban por ahora peleando entre ellos por apoderarse del territorio que había sido el Imperio Taipicala y en algún momento alguno de los reinos aimaras trataría de apropiarse de las islas del lago Puquinacocha.

Con esa preocupación había mandado venir a Tisoc Huari, ya que entre sus funciones como Jefe del Consejo de Asesores él tenía el encargado directo de mantener una red de información de todo lo que sucedía en la isla y fuera del lago.

La entrada de Tisoc Huari en la sala del trono lo saco de sus meditaciones.

- Perdona la demora Apu Tambo -se disculpó Tisoc Huari-.  Pero estaba terminando de solucionar unos problemas de mis hermanos, los Hanan Ayllus.

- No te preocupes Tisoc, se lo difícil que es mantener la armonía entre nuestros Ayllus -dijo Tambo con una sonrisa en los labios-. Te llame porque estoy preocupado hace varios días que no tengo informes de lo que pasa fuera de la isla.

- Todo está en calma por ahora mi señor –respondió muy seguro Tisoc-. Los Uros son muy laboriosos y hacen maravillas con la totora, además son nuestros proveedores de peces, aves y cuyes, aunque lamentablemente entre los pobladores de las islas del sur y las islas del norte no se llevan bien y tienen constantes enfrentamientos, pero con nosotros todos son muy amables. Ellos dicen ser también puquinas, descendientes de una pareja de puquinas que llegaron con Huyustus hace cientos de años y que poblaron el lago. Nosotros los tratamos como puquinas y así tenemos una red de información y de proveedores, muy leal.

- En cuanto a lo que era nuestro imperio, los enfrentamientos entre los doce reinos y señoríos aimaras persiste, nadie está de acuerdo con las fronteras que el Imperio estableció, produciéndose incursiones militares que terminan en sangrientos combates. Asimismo, lodos los reinos y señoríos quieren apoderarse por la capital Taipicala, campos de cultivo, los enclaves, obrajes y minas que eran del Imperio. Mientras sigan peleando así, podemos estar tranquilos. Al final me parece que se dividirán todo entre los tres reinos más poderosos: Collas, Lupacas y Pacajes.

- ¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de que invadan el lago? – Pregunto Apu Tambo.

- No puedo aventurarme a darte una respuesta concreta, mi señor. Pero sí puedo decirle que el mayor peligro es que alguno de los reinos quiera apoderarse de las islas del lago – profetizó Tisoc Huari. - Por esta razón hace un mes he enviado cinco grupos de sacerdotes con el fin de inspeccionar los territorios al noroeste del lago para conocer sus caminos, campos de cultivo, tipo de población, calidad de guerreros y el tipo de las armas, de las zonas donde pudiéramos establecernos.

- ¿Y, ya tenemos, algún resultado? –cortó intrigado Apu Yambo.

- Si mi señor - respondió con seguridad, Tisoc Huari. - Hasta ayer son cuatro los mensajeros que han enviado sus informes y de ellos me parece Señor, que lo más conveniente a nuestra situación e intereses, es una hermosa isla en un lago rodeado de pastizales, escondido entre las montañas, sin ninguna población cercana, salvo algunos rastros de pastores temporales y que está ubicada a seis horas de la orilla del lago Puquinacocha.

- Y la ruta, ¿Cuál sería? – cortó Apu Tambo.

- La ruta es muy simple, mi señor – respondió Tisoc. –Según el informe de los sacerdotes que encontraron el lago, partiríamos con dirección al norte y a la altura de la isla Taquile, cambiaremos el rumbo hacia el oeste para desembarcar en zona norte de la bahía de Paucarcocha. Ya en tierra seguir hacia el oeste nuevamente hasta llegar a nuestro lago. Según el mensajero, que es un amigo de la infancia, el viaje dura 24 horas por el lago hasta llegar a tierra a la altura de Paucarcocha y seis horas caminando hasta llagar a la cordillera, luego una hora de ascenso hasta llegar a un paso para cruzar al otro lado de la cordillera por angostos senderos peligrosos bajando por una ladera para llegar a nuestra meta.

- Me parece excelente Tisoc – Dijo Apu Tambo, muy entusiasmado. - Creo deberíamos empezar a planificar todo como si en unos días deberíamos abandonar la isla.

Apu Tambo se acercó hacia una de las ventanas del salón y mirando a lo lejos las placidas aguas del lago, pensó de una isla a otra Isla. Para luego mirando al cielo murmurar ¿Es esta tu voluntad Divino Padre?

Luego de unos minutos de silencio, se acercó a Tisoc y le ordenó:

- Quiero conversar con el mensajero, que venga de inmediato para completar su informe y poder hacerle algunas preguntas.

Tisoc salió presuroso en busca del mensajero, para luego de unos minutos ingresar con el sacerdote Yahuar Condorcanqui, quien al ver a Apu tambo se postro de rodillas.

Sorprendido Apu Tambo al ver al sacerdote ingresar al salón, exclamo:

- ¡Yahuar! No sabía que era tú, ¡ven a mis brazos hijo mío! Tu presencia me trae bellos recuerdos del pasado. Luego dirigiéndose a Tisoc le dijo: Yahuar Condorcanqui, fue uno de los mejores amigos de mi hijo Manco.

- Si lo sé mi señor, recuerde usted que Manco, Yahuar y yo estábamos juntos cuando Wayna Huari ordenó la detención de su hijo Manco y que luego fue liberado por nosotros.



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En el texto hay: poder, dioses y guerras

Editado: 01.04.2021

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