Señores Dragones y Señores Piratas

Capítulo 5

Su vida no solo dio un giro completo, sino que dio dos o tres giros que la dejaron boca abajo y mareada. De ser una chica de alta cuna, invitada a las mejores fiestas de alta sociedad y con una boda por celebrar, se había convertido en una chica anónima, una chica más que no tenía dónde caerse muerta. Sin familia, sin amigos, sin nadie ni nada que pudiera demostrar quién era. Su hermano John estaba en Inglaterra, y llevaban tanto tiempo sin verse que puede que ni él la reconociera al verla. Y eso si llegaba a verla.

En la iglesia fueron muy amables con ella, le dieron comida, ropa vieja pero limpia, y una manta para arroparse por la noche. Le ofrecieron hacerse monja, siempre buscaban devotas de Dios, y si ella no tenía a dónde ir era una buena opción.

Pero Kaitlin no se veía monja, tampoco es que se viera pobre y desamparada, pero aquella opción sería la última que estudiara. Estaba ya harta de elegir siempre el camino fácil, de elegir siempre las comodidades, de que le solucionaran los problemas. Puede que todo aquello la estuviera volviendo masoquista... o estúpida.

¡Encontró trabajo en una taberna de pescadores!... No funcionó.

No es que no supiera servir mesas, tampoco es que hubiera descubierto la vocación de su vida, pero había resultado tener más equilibrio del esperado y conseguía transportar bebidas sin que se le cayeran las jarras al suelo. Además, le permitían usar también una pequeña habitación y una comida al día. La primera jornada le fue bien, también la segunda, se había memorizado todas las bebidas que servían, que no eran tantas, y atendía con una sonrisa amable. Ganaba dos míseras monedas por todo el día trabajado... pero no se quejaba, tenía algo que hacer y una forma de ganar dinero, si ahorraba bien podría comprarse un billete hacia Londres, en tres o cuatro meses. El problema llegó cuando el jefe de la taberna, Erik, se sobrepasó con ella, allí Kaitlin descubrió que no solo seguía teniendo dignidad, sino que no quería que se la arrebataran de nuevo y que el aliento de los borrachos era vomitivo. Estamparle una sartén en la cabeza no fue recibido con buen agrado y la echó del edificio de malas formas, resultando ella la culpable de no haberse querido abrir de piernas por el placer del otro.

Volvió a dormir en la iglesia, con un moratón en el brazo, pero con el orgullo intacto.

El día siguiente fue al río, quiso ayudar a las mujeres que lavaban ropa, pero fue un absoluto desastre. El agua helada abrió heridas en su piel, y lavar sábanas le formó ampollas en las palmas de sus manos. Dos mujeres se rieron de ella, diciéndole que volviera al nido del que había salido... no ganó nada de dinero, aquella a la que había ayudado lavando desapareció antes de pagarle gana.

Al menos la comida en la iglesia era caliente, y el rector le curó las manos envolviéndoselas en paños de algodón. También le insistió en que se pusiera los hábitos y que se consagrara a Dios. Añadió que su otra opción era buscar un hombre soltero y casarse con él. Pero Kaitlin no se veía casándose con un hombre, ya había amado a uno, no se veía capaz de amar a otro... y tampoco a Dios por encima de todas las cosas.

Todavía no iba a desistir.

Por la mañana salió a buscar trabajo al pueblo. Erik había hecho correr rumores y mentiras sobre Kaitlin entre sus colegas taberneros... así que ninguno quiso contratarla. Y por sus cabellos pelirrojos y ojos verdes, era una mujer muy fácil de reconocer, en cuanto la veían la echaban de su local. Algunos a empujones.

Esta vez no fue al río, le seguían doliendo las manos y además no iba a volver a trabajar para no recibir ninguna moneda a cambio. Preguntó en un par de casas acomodadas si necesitaban niñera o cocinera, pero el mayordomo la rechazó sin miramientos, aludiendo que cuando los señores buscaran a alguien lo sabría.

No quería volver a la Iglesia. Notaba que habían empezado a mirarla mal por estar cada día consumiendo la comida y las mantas que "verdaderos pobres" necesitaban. Kaitlin era hermosa, y con aires de nobleza, muchos adivinaban quién había sido ella, y muchos la odiaban por ello.

Y no le extrañaba.

Ahora se daba cuenta de la suerte que había tenido al vivir en una familia rica, rodeada de toda clase de lujos, mientras la mayoría de la gente del pueblo sobrevivía en aquel mundo que no les ponía las cosas fáciles. Y aun así estaban contentos.

Se sentó en una piedra, a las afueras de Holetown. Si se fuera, si rodeara la isla, encontraría a los terratenientes, podría buscar trabajo allí... puede que ellos sí necesitaran niñera, o cocinera, o puede que alguien que sacara el polvo. ¿Aunque quién querría pagarle a ella teniendo esclavos que hacían aquel trabajo?

Empezó a escuchar carcajadas, grititos alegres y una animada melodía en piano. Las luces del edificio enfrente de ella se habían encendido y dos mujeres con ropas elegantes, llamativas y escotadas, estaban a fuera silbando y hablando a los diferentes hombres que pasaban por delante de ellas... algunos hombres se detenían e intercambiaban algunas palabras antes de seguir su camino, la mayoría que pasaba por allí no era por casualidad y entraban. Unos pocos bajaban la mirada y se iban acelerando el paso.



#20473 en Fantasía
#28348 en Otros
#3936 en Aventura

En el texto hay: piratas, dragones y magia, siglo xviii

Editado: 10.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.