Señores Dragones y Señores Piratas

Capítulo 18

Después de haber revelado su verdadero nombre Kaitlin terminó de desatar a todos los tripulantes. Todos la estudiaban, pero ninguno se atrevía a decir lo que todos pensaban sobre su cuerpo, sobre aquellas ropas que tanto revelaban y sobre lo que les parecía que los hubiera engañado.

—¿Qué va a pasar con nosotros? –preguntó finalmente uno de ellos, caminando, después de tantos días sentado en el suelo, eran pocos los que se habían quedado sentados.

—Si eres la líder de este lugar podremos largarnos –opinó otro, mirando al primero.

—Porque van a dejar que nos marchemos, ¿no? –preguntó un tercero.

—Callaos de una vez –interrumpió el capitán, y miró entonces a Kaitlin–. Nos lo tienes que contar todo.

—Desde el principio –añadió Jeff, cruzado de brazos y apoyado en un árbol.

Y así lo hizo Kaitlin. Lo explicó todo desde el principio… pero principio del todo, cómo su familia fue asesinada por piratas en el día de su boda, cómo el hombre que iba a ayudarla también fue asesinado, cómo se encontró sola y desamparada en un entorno todavía más inhóspito para una mujer que vagaba sola. Habló de los diferentes empleos que tuvo, del burdel y de cómo se “convirtió” en un hombre. Dijo la mayoría de sus nombres ficticios, habló de casi todos los puertos a los que amarró y de cómo llegó a Isla Tortuga… dónde los conoció a ellos.

Dejó claro, en su relato, que el engaño venía de un profundo deseo de supervivencia, siendo capaz de cualquier cosa para salir adelante y de ganarse la libertad que no solo buscaba, sino que también merecía, sobre todo después que le hubieran arrebatado absolutamente todo.

Y finalmente habló de aquella isla. De cómo se la llevaron, descubrieron que era una mujer y la tiraron en las termas. Habló de la fiesta, de la sangre con la que la marcaron y de cómo la dejaron abandonada en la cueva. Mintió cuando señaló la dirección opuesta a la montaña dónde en realidad se encontraba el dragón. Y habló del dragón. Y por supuesto, allí fue cuando todos exclamaron e incluso rieron. Pero no era ninguna broma. Omitió las heridas de Kadelooi, y añadió que la herida que el dragón tenía era una superficial que ella curó, ganándose su confianza. En ningún momento habló de su aparente debilidad.

Cuando llegó a la parte en la que la nombraba Señora Dragón, las risas de incredulidad siguieron. El único que estaba serio era el capitán, incluso Jeff se rio, comentando algo de las setas alucinógenas de aquella isla. Pero cuando mencionó el tesoro… Ah, el tesoro, entonces todos se pusieron serios.

—¿Has encontrado el tesoro? –preguntó uno de los marineros.

—Sí.

Y festejaron. Festejaron como si el tesoro fuera suyo, como si ella les fuera a permitir que hicieran con él lo que quisieran.

—No es nuestro –dijo de pronto del capitán Jacques, sin mirar a sus tripulantes, que callaron, solo mirando fijamente a la chica–. ¿Cierto?

—Exacto. El tesoro tampoco es mío, es del dragón, e hice una promesa de aumentar sus arcas –explicó Kaitlin–. El capitán Jacques os trajo aquí con la promesa de un tesoro y de retiraros si así lo queríais… y respetaré esta promesa. Subiremos a bordo del barco y saldremos de la isla, el que quiera abandonar la tripulación recibirá su parte del botín. El que no, deberá ayudarme a cumplir esta promesa, bajo mis órdenes. –Miró entonces fijamente al capitán Jacques–. ¿Puedo contar con la Bella Dama?

Él se la quedó mirando, mientras a su alrededor los hombres empezaban a dar sus opiniones. La mayoría no iban a seguir a una mujer, ni siquiera siendo alguien a quien conocían y con la que habían compartido los últimos meses, que había salvado sus vidas multitud de veces y que había curado sus heridas mucho mejor que cualquier otro curandero.

—Podemos discutir las condiciones –respondió el capitán Jacques.

—¿Está hablando en serio? –preguntó Jeff, dando un paso al frente–. Nos ha estado engañando, quién sabe en qué más nos ha mentido. ¿Y ahora pretende ponerse a sus órdenes? ¿Está loco?

Si hubiera sido cualquier otro que no fuera Jeff, a Kaitlin no le hubieran dolido aquellas palabras ni la mitad, pero se suponía que Jeff era su amigo. Lo consideró su mejor amigo durante meses, pero ahora, al parecer, ella no era más que una mujer mentirosa que no merecía ningún respeto.



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En el texto hay: piratas, dragones y magia, siglo xviii

Editado: 10.09.2019

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