La joven, inconscientemente, desplejo una enorme sonrisa al ver aquel mensaje escrito por su mejor amigo, Gadiel. Él estuvo suplicandole toda la semana para que asistiera al partido, sin embargo ella se negó rotundamente, puesto que estaba más que segura que se aburriria mucho ya que no era para nada fanática del futbol y de muchos otros deportes.
Su mente estaba bastante sumergida en el recuerdo de la frase escrita en el vidrio, por lo que se dio cuenta que para Gadiel era muy importante que ella asistiera, lo cual la hacia sentirse especial.
Gadiel era el capitan del equipo y ese seria su primer encuentro dirigiendolo, así que tal vez por tal razon esperaba que ella estuviera en el partido, era su mejor amiga y necesitaba un pocon de apoyo de su parte, pensaba Celeste tratando de desaparecer la idea de que Gadiel la apreciaba de la misma manera en la que lo hacia ella en secreto.
Por fortuna, el autobus que ella tomaba para dirigirse a su casa se estacionó frente a ella sacandola de sus pensamientos. La joven subió y buscó un asiento junto a la ventana en los sillones de la izquierda como de costumbre. Concentró toda su atención en el cielo que, por ser un dia muy soleado y caluroso, se encontraba totalmente despejado y celeste.
Estuvo observando el cielo y tratando de mantener su mente en blanco por varios minutos hasta que terminó por aburrirse y desesperarse. Odiaba cuando su mente se encaprichaba con el recuerdo de Gadiel, y en ese caso, no paraba de repetir el momento en el que el joven de piel bronceada, ojos marrones y cabello alborotado la saludaba con emoción. Lo peor de la situacion de la chica era tener que aceptar que verlo con su uniforme deportivo le quitó el aliento, puesto que el rojo vino le quedaba muy bien.
Aquel era justo un momento de mucha confusión para Celeste porque no lograba comprender si verdaderamente le gustaba su mejor amigo o si solo confundía la amistad con otra cosa y simplemente lo que sentia hacia él era nada más que atracción.
Nuevamente sumida en sus pensamientos se encontraba la chica, de pronto el autobús se detuvo en una parada. Celeste llevó la mirada hacia las ventanas de los asientos de la derecha para luego dirigirla hacia el frente justo en la entrada del bus, varias personas comenzaon a bajar del vehiculo y a dirigirse al interior del Liceo San Cristobal. Ese era el lugar en el que el equipo de su instituto jugaria, el lugar donde jugaria Gadiel.
De un impulso, Celeste tomó su mochila marrón y bajó del bus para adentrarse a las instalaciones del Liceo. El lugar se veia bien cuidado y muy moderno: grandes salones, pasillos amplios y limpios, e incluso habian pequeños jardines que daban un toque de elegancia y frescura. Las personas iban y venian de todas partes, en grupos, en parejas, algunos hablaban mientras que otros mantenian las miradas en sus celulares o hacian cualquier otra cosa.
Luego de detallar el lugar y a muchas personas, Celeste comenzó a creer que haberse dejado llevar por aquel impulso habia sido un enorme error.
No sabia donde se ubicaba el campo de futbol en el que se suponía jugarian muy pronto los dos equipos. Pero no fue necesario ni siquiera pedir referenciaa, los gritos de los jovenes apoyando a sus equipos era suficiente pista para llegar hasta allá.
Ya estaba ahí, así que ¿qué más daba ir a ver el partido? De cualquier forma, si se aburría, simplemente sacaba su celular y buscaba un ebook o una serie que le gustara y ya, pensó la joven al tiempo que se encaminaba hacia el campo de futbol.
— ¡Celeste, no puede creer que viniste! —gritó una chica de cabello negro—. Esto es un verdadero milagro.
— Pues, al parecer los milagros aun existen —mencionó Celeste sentandose en la banqueta junto a su amiga.
— ¡Vamos Marco! —Animaba Annie a su novio, quien era estudiante del Liceo San Cristobal.
— ¿No se supone que debemos apoyar a los de Gran Villa? —cuestionó Celeste a la pelinegra.
— Si… Pero si te das cuenta yo tengo doble responsabilidad —explicó— ¡Tu puesdes, Gadiel! —gritó nuevamente.
— Animar a tu mejor amigo y a tu novio —musitó Celeste cruzandose de brazos y comenzandose a sentir verdaderamente arrepentida de haber ido, no solo porque sabia que tendria que estar soportando el escandalo de Annie y la multitud apoyando a su equipo, sino tambien porque sabía que al terminar el juego corria el riesgo de toparse con el novio de Annie, una persona que si algo disfrutaba era fastidiarla hasta hacerla enorjar en gran manera.
Todo iba trancurriendo tal cual se lo imaginó Celeste, y peor. Rapidamente tuvo que usar su celular como fuente de distracción para evitar caer en una gran desesperación.
— Compraré algo para tomar —informó Celeste a su amiga.
— Tráeme algo —pidió Annie.
Celeste llegó hasta un puesto en el que tenia licuados naturales y leyó un pequeño cartel en el que describían todos los sabores que ofrecian:
— Quiero un licuado de papaya —pidió la joven.
— Muy bien, ¿desea algo más? —atendió amablemente una mujer.
— Que sean dos, por favor —corrigió.
Mientras la mujer se disponia a preparar los licuados de la chica, Celeste se sentó en uno de los bancos de patas muy larga colocados cerca del barandal del puesto. Pasó una mirada por el campo notando que el primer tiempo se acabó y que muchos de los judadores se dirigían al lugar en el que ella se encontraba para hidratarse. Decidió no ponerle asunto y mejor buscó su celular en el bolsillo trasero de su pantalón. Justo antes de encender el aparato, gracias al reflejo de la pantalla, pudo ver el rostro de un joven que se hallaba detrás de ella.
#27810 en Novela romántica
#17580 en Otros
#2635 en Humor
problemas juveniles, falsas amistades, romance adolescentes drama
Editado: 26.02.2021